El problema con los hombres

Fotografía Burt Glinn

Este artículo es una reseña del libro Transforming Men, de Geoff Dench, del año 1996. Geoff Dench fue un sociólogo británico, fallecido en 2018, que se dedicó a estudiar temas como la inmigración, los hombres de clase trabajadora y el feminismo. En este libro, Dench intenta mejorar la comprensión de las relaciones entre hombres mujeres y también de la renegociación del contrato entre ambos sexos que estamos viviendo en nuestros tiempos. Dench presenta una visión de los roles que hombres y mujeres cumplen en la sociedad muy distinta a la del feminismo y creo que merece la pena que sea más conocida. Según Dench, el feminismo está equivocado en su comprensión de este contrato entre hombres y mujeres y de cómo hay que renegociarlo y esto es perjudicial para la sociedad en su conjunto y para las propias mujeres. Voy a abordar gradualmente, dividiéndolas en varios puntos, las ideas de Dench.

Las mujeres son el corazón y el alma de la sociedad.

En el libro, Dench desarrolla la idea de que el núcleo de la sociedad es femenino y surge de la necesidad de organizar la reproducción de forma eficaz. Las actividades más esenciales de la sociedad son la que tienen que ver con el cuidado de los niños. La maternidad compartida es la base de toda la sociedad humana. Las mujeres son las que tienen los hijos y la mayor responsabilidad por ellos y esto las hace conscientes de que van a necesitar apoyos en el futuro. Las estructuras para apoyarse entre ellas serían probablemente el contrato social original.

Ser centrales en la sociedad tiene también sus inconvenientes. La mayor dependencia de otros de las mujeres hace que disfruten de una menor libertad personal que los hombres. Las feministas han tomado esto como una gran injusticia y culpan al patriarcado, pero el patriarcado sirve en realidad para moderar esa diferencia entre sexos al extender a los hombres el tipo de responsabilidades sociales que son hostiles a la libertad individual y acercar así a los hombres  a roles sociales similares a los de las mujeres.

Fotografía Burn Glinn

Los hombres cuando no son sujetados por obligaciones “patriarcales”, es decir, de ocuparse de personas que dependen de ellos (su mujer e hijos), acaban viviendo vidas muy cortas y brutas. Los hombres tienen mucha tendencia a lanzarse al bosque (luego hablamos del cuento del Príncipe Rana), es decir, a llevar una vida improductiva: alcohol, juego, porno, videojuegos…Asumir la responsabilidad de una mujer y unos hijos tiene una influencia civilizadora sobre los hombres y Dench recalca a lo largo del libro que trastocar este punto tiene un influencia devastadora para la sociedad. Actualmente estamos viendo un aumento en el número de hombres jóvenes infrasocializados y escasamente empleables, que han optado por una apatía narcisista y que se están quedando en los márgenes de la sociedad.

La relación madre-hijo es la piedra angular sobre la que se construyen todas las estructuras sociales. Al nacer los bebés tan indefensos y ser tan exigente su cuidado, tuvieron que inventarse mecanismos para apoyar a las madres y estas ayudas vinieron de otras madres tanto de la familia como de fuera de la familia, y también de sus parejas varones. Sin esas ayudas, sería extremadamente difícil para las mujeres superar los periodos arduos y peligrosos en el que hay que criar a los niños pequeños. Estas redes de asistencia dieron forma a estructuras comunitarias que superaban a la familia y la participación en estas estructuras comunitarias básicas es totalmente diferente en el caso de las mujeres y en el de los hombres. Como madres actuales o potenciales, las mujeres no pueden evitar ser atraídas a estas redes de intercambio de favores y relaciones y normas de reciprocidad. Las mujeres saben que necesitarán ayuda en muchos momentos cuando tengan que cuidar de los niños y, por tanto, es importante para ellas aprender a responder a las necesidades de los demás a cambio de esa ayuda que recibirán. 

Fotografía Burn Glinn

Los hombres son marginales en la sociedad

El caso de los hombres es diferente. Los hombres pueden ir más por libre. Una vez que los hombres jóvenes desarrollan las capacidades para cubrir sus necesidades materiales básicas, están en una mejor posición que las chicas para ser autosuficientes y no necesitar responder a las necesidades de los demás. Si en ese proceso de ir por libre y satisfacer necesidades a corto plazo los hombres se hacen daño a sí mismos, esto tiene consecuencias menos graves para la sociedad (los hombres son más desechables). Pueden vivir más por su cuenta, para bien y para mal. 
Las mujeres ven estas actitudes y  comportamientos como egoístas. Pero la condición fundamental de los hombres que les permite ser más egoístas (y que las mujeres no han disfrutado hasta fechas más recientes con la píldora anticonceptiva, etc.) no es un tema de elección moral. Las mujeres han sido la columna vertebral de las sociedades a lo largo de la historia no porque sean virtuosas. Es al revés. Las mujeres han sido virtuosas porque sus propias necesidades han hecho que tuviera más interés para ellas adjudicar menos importancia a la libertad personal y mayor valor que los hombres al apoyo mutuo y la seguridad. Y esto valores son definidos como virtuosos porque conducen al bienestar colectivo.

Fotografía Burn Glinn

¿Cuál es el problema con los hombres?

Este es el problema con los hombres, que no tienen los hijos y, por tanto, en circunstancias normales no se les asigna la responsabilidad primaria con respecto a ellos. Por tanto, no son tan fácilmente arrastrados a esa vida comunitaria de intercambios donde pueden aprender a ser gente más agradable. Los hombres son más antisociales que las mujeres, o tienen una inclinación mayor en ese sentido, y esto es un problema y una carga para toda la sociedad. Si los hombres no son suficientemente motivados, pueden fracasar en aportar a la causa general o pueden ser incluso disruptivos o peligrosos al caer en la delincuencia y otras conductas. De ahí que un imperativo de toda cultura es buscar maneras de que los hombres se comporten de una forma constructiva y esto se ha conseguido creando recompensas adicionales para ellos. Dada la dependencia de los hijos de ella, el apoyo mutuo es la recompensa de las mujeres y eso les ayuda a minimizar el esfuerzo y el dolor de ese trabajo. No ocurre lo mismo con los hombres. El caso de los hombres es diferente y hay que tentarles con algo para que renuncien a su libertad y asuman su parte de obligaciones y de trabajo por la comunidad. 

Fotografía Burn Glinn

¿Cuál es la solución al problema que suponen los hombres?

La solución es conseguir que los hombres sean más como las mujeres. ¿Cómo? La mayoría de las sociedades han conseguido esto definiendo a los hombres como proveedores de unas mujeres y unos niños concretos, normalmente -pero no siempre- sus parejas sexuales y sus hijos y desarrollar la noción de que esto hace a los hombres muy importantes porque las mujeres y los niños no podrían manejarse sin ellos. Este es el origen del rol de padre de familia y de proveedor (el que gana el pan) que es el elemento central de todas las ideas acerca del patriarcado. 
Lo que esto consigue es incorporar a los hombres a las estructuras interpersonales de apoyo, a las cadenas de dependencia, que son el eje de la sociedad, como decíamos. Esto domestica a los hombres al sujetarlos al mismo tipo de experiencias y presiones que tienen las mujeres. Creer que el bienestar de unas personas concretas depende de ti -y en ciertos sentidos únicamente de ti- es un gran aliciente para desarrollar sentimientos altruistas y una conducta responsable socialmente. Una vez nombrados padres de familia, tienen todos los incentivos para considerar las necesidades de los demás. 

Sin embargo, el rol de proveedor sería la justificación de los privilegios que los hombres tienen en la sociedad. Al inflar la importancia de lo que los hombres hacen en la sociedad (para que se integren) esto genera algunas desigualdades en el trato con las mujeres. El sistema patriarcal, según Dench, sería un incentivo para que los hombres tomen una parte más activa en la vida de la comunidad. Pero las mujeres pagarían un precio por ello. Al ser los hombres los proveedores, todas las actividades ligadas a la producción y distribución de recursos quedan en sus manos. Este rol de proveedor divide la vida social en dos esferas. Por un lado la vida privada de relaciones interpersonales más íntimas e intercambios;  y por otro, la vida pública y política de relaciones más generales y que quedó reservada a los hombres.

Fotografía Burn Glinn

Proveer es central al patriarcado y es comprensible que sea un foco de resentimiento contra los hombres. Pero es un gran error suponer que deshacerse de este rol va a crear un mundo mejor para las mujeres. El patriarcado no es el peligro principal sino un intento de solución a un problema de fondo todavía más gordo. Si las mujeres se deshacen del rol de proveedor de los hombres, que ha tendido una influencia civilizadora, van a conseguir algo mucho peor en su lugar.   Si las mujeres aprietan por una mayor simetría e intentan cambiar las reglas del juego, los hombres van a decidir simplemente no jugar. Las armas tradicionales de los hombres en esta guerra de sexos han sido la no-cooperación y la huida. Las armas tradicionales de las mujeres han sido celebrar la paternidad y la responsabilidad masculina, que hemos comentado que son necesarias para el compromiso masculino. Si las mujeres definen ahora esto como opresión patriarcal y retiran la noción de que el rol de padre de familia es importante, se están quedando sin su mejor arma. El feminismo, al desmantelar el patriarcado, está simplemente resucitando la subyacente mayor libertad natural de los hombres.

 Creo que un experimento natural histórico que apoya el planteamiento de Dench es lo que ocurrió en la URSS en los años 20 del siglo pasado. Dench lo nombra muy de pasada en el libro pero lo podéis leer con más detalle en esta entrada de Daniel Jimenez. El desmantelamiento de la familia y el divorcio a voluntad en la URSS lo que llevó fue a esta falta de compromiso que comentamos por parte de los hombres, a su irresponsabilidad y a su “emancipación”, no a la de las mujeres, las cuales acabaron reclamando a Stalin la vuelta del matrimonio patriarcal.

Fotografía Burt Glinn

Este episodio sería un ejemplo donde observamos el poder original de los hombres, muy diferente y anterior al patriarcado, que es el poder de desertar, de dejar las relaciones y situaciones que no les van bien. Los hombres se quedan solo el tiempo en el que son compensados por la libertad que han perdido, porque ellos tienen una alternativa. Si las mujeres no tuvieran los hijos, serían ellas las que pedirían ese algo más como compensación. 

Según Dench, es este poder de los hombres de preocuparse menos el que origina el patriarcado, más que al revés porque es el que decanta la relación inicial a favor del hombre. Según el principio de indiferencia o de menor interés (Willard, 1938), el que tiene menos interés en algo tiene ventaja en la negociación. La parte de una relación que la valora menos es más capaz de imponer sus deseos. El patriarcado puede parecer un problema, y puede ser un problema, pero se origina en los esfuerzos culturales en limitar la libertad de los hombres cargándoles con unas responsabilidades. Es una estrategia de palo (obligaciones, responsabilidades) y zanahoria (el privilegio de ser cabeza de familia).

Fotografía Burt Glinn

El cuento del Príncipe Rana

A lo largo del libro, Dench utiliza el cuento del Príncipe Rana como alegoría de la visión de los roles sexuales que explica. El cuento, muy resumido, dice así:

“Una princesa muy joven sale del palacio a jugar y se mete en el bosque. Allí su bola dorada se le cae a un pozo y desaparece quedándose la niña con el corazón roto. Entonces, aparece una rana que le dice que ella puede recuperarle la bola si le promete que va a ser su amiga. La princesa está de acuerdo. La princesa vuelve al palacio y la rana la sigue e insiste en que mantenga su promesa. Ella no quiere pero su padre, el rey, le dice que las promesas hay que cumplirlas. Así que la rana se queda en palacio, come con ellos, participa en las fiestas, etc. Un día aumenta el contacto físico entre la princesa y la rana (en unas versiones es un beso, en otras que la deja dormir en su almohada) y la rana se transforma en un príncipe que era su identidad verdadera hasta que una bruja lo convirtió en rana. Los príncipes se casan y se van en su carroza a vivir a otro palacio.”

No voy a entrar en el análisis minucioso de todos los componentes del cuento que Dench lleva a a cabo, pero básicamente el palacio es la cultura, el bosque la naturaleza, el estado de rana es el estado natural de libertad del hombre adolescente y el proceso de integración en la sociedad, su transformación en un hombre de provecho, es la transformación en príncipe cuando demuestra que puede asumir las responsabilidades del matrimonio. La moraleja de la historia sería orientar a los hombres hacia la aceptación de las responsabilidades familiares.

Este cuento ilustra el problema de los hombres, que es transformarlos de ranas en príncipes, es decir, domesticar a los hombres y aprovechar sus energías de forma productiva para la sociedad. En definitiva, dar un lugar a los hombres en la sociedad. Para Dench, ese lugar es el de proveedores, el de los que ganan el pan en la familia. 

Fotografía Burt Glinn

Ricos y pobres

Como hemos visto, las sociedades pre-feministas han intentado que los hombres sean más como las mujeres. El feminismo, sin embargo, lo que busca es que las mujeres sean más como los hombres y han entrado en competición directa con el hombre por el rol de proveedor. Según Dench, esto tiene dos problemas. Por un lado, empuja a algunos hombres a ser workaholics, a trabajar en exceso para triunfar en esta competición y conseguir prestigio y trabajos interesantes que provean por sí mismos un incentivo en la vida, incluso en ausencia de paternidad.

Pero por otro lado, otro grupo de hombres ni entra a competir porque no ven que haya un papel para ellos en la sociedad. Estos son principalmente hombres de clase baja. Si tú transmites a los hombres que no son importantes, que no son necesarios, no van a tener ningún incentivo para aceptar los trabajos más duros y peor pagados de la sociedad. Un hombre puede ir a asfaltar carreteras a las 5 de la mañana si sabe que con eso está ayudando a sacar adelante a su mujer y sus hijos, pero él tendría suficiente para atender sus necesidades más básicas sin tener que aguantar ese tipo de trabajo. Una ocupación importante (una carrera, un trabajo prestigioso o creativo) otorga un sentido de valor por sí misma pero los trabajos más humildes no dan sentido a la vida de un hombre por sí mismos sino por el valor que tienen para las personas que son dependientes de ellos. Dench cree que este factor está siendo muy importante en polarizar la sociedad en un sector rico y un sector pobre. La división se da cada vez más entre una élite de familias con “dos carreras” que viven en la afluencia y una subclase de familias sin trabajo o más bien no-familias ya que son familias monoparentales viviendo en un nivel cercano a la pobreza o con ayudas sociales y, por otro lado, hombres que viven solos, desempleados y sin un lugar en la sociedad. Estas familias de la élite en muchas ocasiones se esconden detrás de preferencias políticas de izquierda pero en realidad son los principales impulsores de una creciente desigualdad, por ejemplo, inflando los precios de los pisos en las ciudades. Se está produciendo una brecha matrimonial en la que los ricos se casan y los pobres no y el matrimonio les hace más ricos y está aumentando las diferencias entre ambos grupos.

Fotografía Burt Glinn

La Necesidad de ser necesitado

La renegociación del rol de proveedor ha trastocado la idea central para los hombres de que son necesitados. Las mujeres saben que son necesitadas por otros o  que lo van a ser cuando sean madres. Y su problema es maximizar su libertad porque esto les supone una pérdida de libertad personal. Los hombres, por contra, parten de una situación de mayor libertad y lo que necesitan es ser aceptados en la sociedad. Esta es la fragilidad masculina.

Estamos viendo un aumento de familias monoparentales, principalmente madres que sacan ellas solas a sus hijos adelante o con la ayuda del “estado patriarcal” por medio de las ayudas del estado de bienestar. Esto no altera la responsabilidad materna ni su prestigio, al contrario, incluso lo aumenta. Es la heroína que saca adelante a sus hijos sin la ayuda de un hombre, aunque sea con la ayuda del estado. Para las mujeres de clase trabajadora, la ayuda social es una buena alternativa a tener que asumir un trabajo de bajo estatus y aguantar a un hombre de bajo estatus y le permite una autonomía.

Fotografía Burt Glinn

Los que pierden su sentido de la responsabilidad en este proceso son los hombres. Proveer para los niños de forma colectiva como trabajadores por medio de impuestos, en lugar de como padres, no puede sustituir el incentivo del rol de proveedor de una familia. El hombre no tiene la misma sensación interna de que lo que hace es valioso. Como es parte de un ejército de hombres que aportan sus impuestos para mantener los niños de la sociedad, si él se esfuerza un poco menos  no se va a notar. Se pierde la motivación para trabajar. Si las mujeres y el estado del bienestar se encargan del bienestar de los hijos y de todo, ¿para qué vamos a tener un trabajo?, podemos hacer lo que queramos.

Este planteamiento tiene el riesgo de aumentar el número de zánganos en una sociedad. Y muchos de estos zánganos acaban siendo ellos mismos dependientes del estado de bienestar también. En la charla The End of Men, Hanna Rosin comenta las muchas cosas en las que los hombres se han quedado por detrás de las mujeres (más fracaso escolar en hombres, las mujeres sacan más licenciaturas y masters, etc.) y en algún momento de la charla dice que los hombres son la nueva “ball and chain”, es decir, la nueva carga. Creo que es de esto de lo que habla Dench. Los hombres están abdicando y dejando los trabajos y las responsabilidades para las mujeres. Se está olvidando la importancia de hacerles responsables directamente del bienestar de otros. Y la explicación no es el paro como tal, como han dicho algunos. Hubo mucho paro en los años 30 del siglo pasado y los hombres no abdicaron. La explicación de esta vuelta de los hombres a los márgenes de la sociedad, según Dench, es cultural y se debe a ese cambio de valores.

Fotografía Burt Glinn

El error del feminismo

Según Dench, el feminismo ha entendido todo al revés, y sería muy largo tratarlo. Por ejemplo cuando dice que la vida familiar sirve a los intereses de los hombres y que el matrimonio patriarcal surge de los deseos de los hombres de poder y control. Seguramente, todo ocurre al revés. Si la comunidad quiere sacar a los hombres de su auto-indulgencia y de su tendencia a ser unos zánganos, para que se impliquen en actividades útiles, entonces tiene que crear unos privilegios masculinos para que a los hombres les merezca la pena.

El feminismo tampoco ha aceptado las implicaciones de la maternidad y el cuidado de los niños y que ser el sexo que tiene los niños o no serlo es muy relevante para el rol que una persona va a jugar en la sociedad. El mero hecho de que las mujeres tengan los hijos y los hombres no, tiene consecuencias sociales de sobra como para hacer que la igualdad sexual sea una quimera y un delirio. En general, el feminismo no ha entendido cómo manejar a los hombres.

Fotografía Burt Glinn

Conclusiones y Perspectivas futuras

Hay muchísimos matices y sutilezas en Transforming Men (el lugar del sexo en el contrato entre hombres y mujeres, quién es el sostén principal del patriarcado, la alianza del feminismo con el estado, el papel esencial de los niños como legitimación moral principal en la sociedad, etc, pero no podemos tratarlos todos. Así que vamos a ir concluyendo. A mi modo de ver, la idea principal de Dench sería que el rol de proveedor de los hombres es esencial para el funcionamiento de la sociedad. Se pueden renegociar muchas cosas de la división del trabajo entre los sexos pero reducir la responsabilidad personal de los hombres hacia los niños sería un ataque letal al ingrediente esencial del auto-sacrificio que hace que la comunidad sea viable. Si se deja fuera a los hombres, lo más probable es que se deslicen hacia un estado de egoísmo y de zanganería.

Esto sería perjudicial para la sociedad en su conjunto y para las propias mujeres. Además de eso, las sociedades que sepan aprovechar mejor el potencial, la creatividad y el esfuerzo de los hombres van a tener una gran ventaja sobre aquellas sociedades que pierdan el potencial que los hombres representan.

Transforming Men es un libro diferente y una lectura muy recomendable, pero si no tienen tiempo aquí tienen un artículo de Geoff Dench resumiendo algunas de sus ideas. 

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Para seguir disfrutando de Pablo Malo Ocejo
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