Los seres humanos tenemos una predisposición al tribalismo, a dividir el mundo en Ellos y Nosotros. Pero hasta ahora se ha prestado mucha más atención al tribalismo intersocietal, el que ocurre entre sociedades, naciones o grupos diferentes, el tipo de tribalismo que da lugar a las guerras, conflictos étnicos y genocidios. Sin embargo, actualmente estamos asistiendo a la expansión de un tribalismo interno dentro de las sociedades occidentales al que Allen Buchanan llama tribalismo intrasocietal en su libro Our Moral Fate y cuya trascendencia ha quedado demostrada con los recientes acontecimientos en el Capitolio estadounidense. En este artículo voy a compartir una serie de datos que ya conocíamos sobre los EEUU y voy a seguir a Buchanan en un intento de explicación de lo que estamos viviendo.
Con respecto a Estados Unidos, en varias encuestas de opinión, los investigadores encuentran que un número creciente de estadounidenses justifican el uso de la violencia contra el otro partido para conseguir sus objetivos políticos. Algunos de los datos son estos:
– Entre los estadounidenses que se identifican como demócratas o republicanos, uno de cada tres cree ahora que la violencia estaría justificada para avanzar en los objetivos políticos de sus partidos, un aumento sustancial en los últimos tres años.
– En septiembre de 2020, 44% de los republicanos y 41% de los demócratas dijeron que habría por lo menos “un poco” de justificación para la violencia si el candidato del otro partido ganara las elecciones. Esas cifras eran ambas más altas que las de junio, cuando el 35% de los republicanos y el 37% de los demócratas expresaron el mismo sentimiento.
– Del mismo modo, el 36% de los republicanos y el 33% de los demócratas dijeron que estaría por lo menos “un poco” justificado que su lado “utilice la violencia para avanzar en los objetivos políticos”, frente al 30% tanto de los republicanos como de los demócratas en junio.
– En encuestas previas a las elecciones de Noviembre de 2020, hubo un aumento aún mayor de la proporción de demócratas y republicanos que creían que habría “mucha” justificación para la violencia si su partido perdiera en noviembre. La parte de los republicanos que ven una justificación sustancial de la violencia si su partido pierde saltó del 15% en junio al 20% en septiembre, mientras que la parte de los demócratas saltó del 16% al 19%.
-Estas cifras son aún más altas entre los partidarios más ideologizados. De los demócratas que se identifican como “muy liberales”, el 26% dijo que habría “mucha” justificación para la violencia si su candidato pierde la presidencia, en comparación con el 7% de los que se identifican como simplemente “liberales”. De los republicanos que se identifican como “muy conservadores”, el 16% dijo que creen que habría “mucha” justificación para la violencia si el candidato republicano pierde, comparado con el 7% de los que se identifican como simplemente “conservadores”. Esto significa que los extremos ideológicos de cada partido son de dos a cuatro veces más propensos a ver la violencia como justificada que los miembros de la corriente principal de su partido.
Si a estos datos añadimos otros, como que el 38% de los demócratas y el 38% de los republicanos dijeron que se sentirían algo o muy molestos ante la perspectiva de que su hijo se casara con alguien del partido opuesto, o que según la encuesta de octubre de 2020 Singles in America Reports, el número de personas que buscan pareja, pero que creen que no es posible salir con una persona de afiliaciones políticas opuestas, ha aumentado de alrededor de un tercio en 2012 a más de la mitad en 2020, con un incremento de 4 puntos porcentuales sólo en los últimos 12 meses, el panorama que presenciamos es muy grave. Otras investigaciones utilizan una escala o termómetro de sentimientos que va desde 0 grados (sentimientos muy fríos) pasando por 50 grados (sentimientos neutros) hasta 100 grados (afecto muy cálido) para valorar el “calor” o afecto positivo que uno siente hacia su propio partido y el partido rival. Y lo que encuentran es interesante: el afecto por el propio grupo se ha mantenido en el mismo rango, unos 70-75 grados, desde el año 1980 hasta el año 2020, pero el afecto por el partido contrario se ha desplomado desde un 40% hasta un 20% actualmente. Es decir, no es que se ame más al grupo propio sino que se odia más al rival.
Así que parece claro que estamos ante un ejemplo de lo que Allen Buchanan denomina tribalismo intrasocietal, es decir, que se ha generado una división Ellos/Nosotros dentro de una misma sociedad o grupo y cada grupo relega al otro a un estatus inferior, una respuesta tribal y excluyente contra gente de nuestra propia sociedad, no contra miembros de otras sociedades. Vemos que han surgido dos identidades morales -se produce hasta un emparejamiento selectivo, según el que los individuos de una tribu no se casan con los de la otra- y esto da lugar a dos “naciones morales” dentro de una misma nación, hasta el punto de que se justifica el uso de la violencia contra el grupo rival. Antes de continuar es importante ser conscientes de una reflexión que nos tiene que hacer sentir humildes: esta forma de tribalismo está ganando los corazones y las mentes de algunas de las personas más inteligentes y con niveles de estudios más elevados de algunos de los países más democráticos y que más respetan los derechos humanos del mundo.
El tribalismo intersocietal podemos decir que es el original y más ancestral, los seres humanos a lo largo de la historia se han agrupado en tribus, bandas, reinos, estados, etc., y han competido con otras tribus y estados. Según el enfoque evolucionista, esto es lo que ha hecho que nuestra mente haya incorporado mecanismos psicológicos como la tendencia a la división Ellos/Nosotros, ya que era vital al encontrarse con un individuo poder catalogar si era miembro del Nosotros o del Ellos. Pero en las sociedades modernas occidentales no nos encontramos en un ambiente de guerras con otros países o algo por el estilo. Salvo los actos de terrorismo llevados a cabo por terroristas de otros países o la hostilidad hacia emigrantes, no vemos tribalismo intersocietal en los países desarrollados.
El tribalismo intrasocietal, por contra, ocurre cuando grupos que anteriormente eran considerados miembros de nuestra sociedad pasan a ser excluidos y a ser considerados extraños y peligrosos. Este tipo de tribalismo, según Buchanan, puede tomar dos formas:
–Tribalismo Intrasocietal impuro. Se refiere a que este tipo de tribalismo no surge de la nada, no se crea desde cero, sino que se basa en resucitar divisiones ya existentes previamente en la sociedad (por ejemplo entre yankees y sureños por la guerra civil en USA; entre cristianos y judíos, etc.) y volver a considerar extraños y enemigos a esos grupos. Los conflictos que tuvieron lugar tras la ruptura de la Federación Yugoslava en los años 90 del siglo pasado serían una ilustración de este tribalismo impuro. Personas étnicamente serbias o croatas, incluyendo personas que habían sido buenos amigos y vecinos y que se veían como iguales, pasaron a verse como extranjeros y enemigos. Por supuesto que existe una “construcción social” de esas diferencias pero existe una base previa a partir de la que líderes como Slobodan Milošević reaniman divisiones y odios.
-Tribalismo Intrasocietal puro. En este caso la división se crea sin ninguna base o realidad previa. Se construye socialmente un Otro desde la nada. Dado que no se apoya en divisiones étnicas, religiosas o de otro tipo, ¿de dónde sale este tribalismo intrasocietal? Buchanan propone que lo que nos está dividiendo en las sociedades modernas occidentales es la ideología, las creencias son capaces de generar una división Ellos/Nosotros y de esto es de lo que vamos a hablar. Conviene tener presente que para que en una sociedad se produzca una regresión al tribalismo no es necesario que las amenazas que el otro grupo supone sean ciertas, todo lo que se necesita es que se crea que es así. Son las creencias, y no los hechos, lo que importa.
¿Cuáles son la causas, por qué se está produciendo una regresión al tribalismo en nuestras sociedades? La respuesta corta es que no lo sabemos pero podemos aventurar algunas hipótesis que no son excluyentes entre sí:
1- En tiempos de incertidumbre y de crisis económica hay datos de que se produce un incremento de la xenofobia, de los sentimientos negativos hacia los inmigrantes, del racismo, del antisemitismo y de otras formas de exclusión tribal. La tendencia innata a la división Ellos/Nosotros está siempre de fondo y puede reactivarse.
2- La ausencia de un enemigo exterior, en el caso de Estados Unidos la desaparición de la URSS. Parece que no podemos tener una identidad si no es contra alguien, que no podemos vivir sin un Ellos al que oponer un Nosotros. Una parte muy importante de la identidad, para prácticamente todo el mundo, es su pertenencia a un grupo y saber quiénes no somos parece ser tanto o más importante que saber quiénes somos.
3-La competición por el poder dentro de una sociedad es uno de los motores del tribalismo. Y aquí tenemos varios aspectos. Ya hemos comentado el caso de Milošević o de otros líderes (sería el caso de Trump) que recurren a fomentar al tribalismo para mantener o tomar el poder, aprovecharse de esa tecla de nuestra naturaleza humana puede ser rentable en términos de conseguir poder.
4-La ideología. Este es un factor esencial para Buchanan que propone una definición de ideología según la cual se trata de un sistema de creencias y las correspondientes actitudes que: a) orienta a los individuos al proveerles de un mapa del mundo social ofreciéndoles una caracterización simplificada del mismo (lo cual es necesario porque necesitamos un mapa sencillo de nuestro mundo social), b) incluye un diagnóstico de lo que está bien o mal, de lo que es bueno o malo en ese orden social existente, mientras que apela y refuerza las identidades morales grupales y c) aporta recursos para justificar moralmente diversas acciones cooperativas por parte del grupo con base en ese diagnóstico de lo que está bien y mal.
Las ideologías, por tanto, crean una división en la sociedad en Ellos y Nosotros, atribuyendo todo lo malo a Ellos y todo lo bueno a Nosotros, una división que es muy difícil, si no imposible, de superar.
¿Cuáles son las funciones sociales y psicológicas de las ideologías? Como decimos, orientan al individuo al aportarle un mapa social reduciendo así la complejidad de las sociedades modernas hasta unas generalizaciones muy simples (en casos extremos, patentes falsedades). También es importante que la ideología coordina la acción de todos los miembros que la comparten. Las ideologías facilitan la cooperación entre los miembros de un grupo identitario al coordinar sus creencias y valores y al unificarlas en una narrativa que provee un diagnóstico moral del mundo exterior y de lo que es necesario hacer. La parte negativa, evidentemente, es que las ideologías suponen un serio obstáculo para la cooperación con otros grupos. Es debido al hecho de que las ideologías conectan con la identidad moral que la gente está dispuesta a hacer grandes sacrificios, incluso hasta el punto de dar sus vidas en aras de mantener esas creencias ideológicas. Esta misma estrecha conexión con la identidad moral explica también por qué las ideologías pueden motivar a la gente a hacer cosas terribles a otra gente.
Los seres humanos tienen una profundo deseo -una necesidad irreprimible- de una identidad moral y tienen también una poderosa necesidad de pertenencia, de reconocerse como miembros de algún grupo o grupos y las identidades de grupo que tienen un sustancial componente moral satisfacen ambas necesidades. Las ideologías divisivas acentúan (o incluso crean) las identidades morales de grupo y lo hacen contrastando el grupo que es central para nuestra identidad con otro grupo que suele ser caracterizado de una manera amenazante. Nosotros somos la fuente de todo lo que es bueno y justo en una sociedad debido a nuestras admirables virtudes mientras que Ellos son la fuente de todo lo que es malo y erróneo debido a sus vicios. Si Nosotros conseguimos moldear la sociedad según nuestros virtuosos valores, todo irá bien. Si ellos triunfan y preservan el orden social que respalda sus valores, las cosas irán muy mal.
De manera que las ideologías son heurísticos, una especie de atajos mentales para orientarnos sin tener que estudiar datos ingentes de información, lo que nos impediría actuar dadas las criaturas finitas que somos. Por ejemplo, las ideologías nos indican a quién escuchar y a quién no. Si es uno de Nosotros pues se merece que le escuchemos; si el que habla pertenece al Ellos, entonces ya sabemos que está contaminado por todos los defectos de “esa gente” y no hay que escucharle. O bien no tiene información o bien no es honesto. Además, ocurre otra cosa: si tú escuchas a los miembros de lo que tu grupo considera Ellos, eres sospechoso para los miembros de tu grupo. Rehusar escucharles a Ellos es una clara señal de identidad y solidaridad con el grupo. Si escuchas podrías contagiarte de sus ideas patógenas y tu propia disponibilidad a escuchar indica que puedes ser desleal. Así que las ideologías funcionan como una especie de Sistema Inmune anti-creencias que te aísla y te protege de creencias que podrían falsificar las tuyas lo mismo que el sistema inmune te protege de patógenos.
Conviene volver a señalar cuál es el problema del tribalismo, aún a riesgo de resultar repetitivo. El problema no es que el tribalismo anule nuestra mente moral y nos lleve a actos inmorales destructivos, no. El problema del tribalismo es que utiliza nuestra mente moral, se sirve de la fuerza destructiva de nuestra convicciones morales, que son vividas como mandatos morales y la dirige hacia la exclusión, la discriminación o incluso la violencia. El problema es que el tribalismo aprovecha los principios morales existentes y el poder de motivación y de compromiso de nuestra identidad moral y de nuestras convicciones morales para producir un resultado inmoral. El tribalismo es nuestra mente moral en acción, nuestra moralidad cometiendo actos inmorales. Esto es lo que hace que la retórica del tribalismo sea tan efectiva, y tan peligrosa. Más que vencer o anular nuestros principios morales básicos, los absorbe, los incorpora y los redirige hacia objetivos inmorales explotando la motivación y la mente moral al servicio de la inmoralidad.
La conclusión de todo lo que estamos comentando es el grave peligro que las ideologías -y el tribalismo intrasocietal que generan- suponen para la convivencia y para la democracia. Un ingrediente esencial del juego democrático es ver a nuestros adversarios ideológicos como potenciales copartícipes en el proceso de determinar entre todos cuál es el bien común y cuáles son los caminos para conseguirlo. Es decir, implica contemplar a los que piensan diferente como seres razonables, como personas decentes y honestas que tienen otras ideas. La democracia requiere aceptar que en una sociedad hay diferentes visiones y opciones legítimas y que la gente va a votar y elegir entre ellas. Pero el ambiente que se ha generado en muchas de nuestra sociedades modernas es que sólo hay una opción legítima (la nuestra), que sólo se puede pensar una cosa y que los que piensan de forma diferentes son una amenaza, hasta el punto de que, como hemos visto, está creciendo la convicción de que estaría justificado recurrir a la violencia para impedir esas otras opciones que ya no son legítimas. Jonathan Rauch dice en su libro Kindly Inquisitors: “Una sociedad liberal se sostiene sobre el principio de que todos debemos tomar en serio la idea de que podemos estar equivocados. Esto significa que no debemos poner a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, fuera del alcance de la crítica; significa que debemos permitir que la gente se equivoque, incluso cuando el error ofende y molesta, como a menudo sucede”. No parece ser ésta la norma por la que nos estamos guiando ya.
El tribalismo intrasocietal movido por la ideología está haciendo que la democracia sea imposible al minar el respeto entre iguales que requiere. Parece que esto es lo que está ocurriendo en EEUU, como hemos visto, así como en otros lugares. La democracia no funciona si ves a la gente que piensa de forma diferente como la encarnación del mal y, por lo tanto, como gente con la que no sólo no se puede colaborar sino que son una fuerza peligrosa que hay que derrotar. El tribalismo ideológico está erosionando nuestras sociedades y está generando un riesgo muy grande de violencia y de ruptura. Es urgente reconocer el problema y buscar soluciones.
No conozco a Buchanan, pero su idea principal ya la había tenido Carl Schmitt, y todos sabemos quién fue Carl Schmitt. Tampoco conozco a Johatan Rauch, pero su idea principal ya la había tenido John Locke, en el s. XVII. Me gusta tu investigación y desde luego tu conclusión, pero creo que se explica todo mucho más fácil y verosimilmente -el principio de la navaja de Ockham- señalando que tal polarización es siempre buscada y provocada, máxime en una sociedad de masas coformada por los medios y las grandes tecnológicas.
Está bien el artículo, pero me gustaría aportar un par de cosas:
-La democracia no es tanto algo que haya que defender del tribalismo como nuestra defensa contra el tribalismo. Está para que las disputas tribales se resuelvan mediante medios no violentos (o sea, votando). Si el tribalismo gana poder es porque, previamente, la democracia, en cuanto sistema de resolución de conflictos, se ha debilitado.
-Las ideologías se convierten en fuente de moral única si ésta no procede de una instancia independiente. Ése ha sido precisamente el papel secular de las religiones y, últimamente, de las declaraciones de los derechos humanos. Si no hay fuente moral independiente distinta de mi ideología resulta que a mi y a mis partidarios todo nos está permitido. Es necesario un corpus de principios morales inatacables al que toda la sociedad política deba sujetarse, de manera que los asuntos que entren en discusión sean de otro orden.
Saludos.
Pues yo creo, por simplificar, que el problema es que la patitocracia se esta imponiendo sobre la democracia. Este sistema de democracia basado en partidos políticos está obsoleto. Habría que buscar uno que lo supere. El problema es quien le pone el cascabel a ese gato.
Es un buen razonamiento lo ilustrado en este artículo . No obstante, como han mencionado , esto parece una situación buscada.
A mi me parece una consecuencia de la acelerada posmodernidad. Acompañada de una posverdad en maquinaria comunicativa apabullante. Pero que sabré yo…
Estoy de acuerdo con el contenido del artículo. La pregunta, para mí, sería: ¿ Hasta qué punto el sistema democrático ha contribuido a esta situación? Creo que el sistema democrático se ha ido degradando y, hasta cierto punto, ha ido “consintiendo” que se puedan producir este tipo de situaciones. Actualizar el sistema de gobernanza moderno, de acuerdo a las sociedades actuales, debería ser imperativo
“Por debajo de lo que se piensa está lo que se cree, como si dijéramos en una capa más honda de nuestro espíritu. Hay hombres tan profundamente divididos consigo mismos, que creen lo contrario de lo que piensan. Y casi —me atreveré a decir— es ello lo más frecuente. Esto debieran tener en cuenta los políticos. Porque lo que ellos llaman opinión es algo mucho más complejo y más incierto de lo que parece. En los momentos de los grandes choques que conmueven fuertemente la conciencia de los pueblos se producen fenómenos extraños de difícil y equívoca interpretación: súbitas conversiones, que se atribuyen al interés personal, cambios inopinados de pareceres, que se reputan insinceros; posiciones inexplicables, etc. Y es que la opinión muestra en su superficie muchas prendas que estaban en el fondo del baúl de las conciencias.”
Antonio Machado, Juan de Mairena.
En tu artículo describes muy bien la tendencia, probablemente evolutiva, de sentirnos pertenecer a grupos y desde ellos la necesidad de diferenciar a los nuestros de los otros y legitimar el acceso a recursos o estatus, construyendo sistemas de creencias que fácilmente se convierten en cerrados y opacos incluso pasa nosotros mismos cuando estamos dentro de ellos y que desafían el supuesto libre albedrío que tenemos los humanos y que está tan puesto en cuestión por lo que realmente se sabe de la psicología humana.
Quizá lo que llamamos ser civilizados o pertenecer a una sociedad avanzada pudiera definirse como la consciencia histórica de esto y por tanto de la necesidad de crear sistemas políticos que permitan resolver los conflictos de intereses entre grupos sin recurrir a la violencia y dando la posibilidad de que puedan convivir en sociedades abiertas con democracia representativa donde sea posible como decía Popper, al menos, quitar del poder tras unas elecciones a gobiernos que no gustan a una mayoría y que éstos acepten abandonarlo tras unas elecciones libres. Ese sistema con muchos problemas de todo tipo que quizá es el peor con exclusión del resto de los que se conocen como también decía Churchill
El problema verdadero, creo yo, no es ser conscientes de esto, de la fragilidad humana ante la percepción o la manipulación que podemos sufrir por esa querencia al tribalismo sino lo que se puede hacer ante ello. Cómo convencer a los que nunca se dejarán convencer por la razón o los hechos. Cómo conseguir que los tribalismos una vez que florecen en una sociedad no acaben en una guerra, cosa que ha sucedido tantas veces históricamente. Y me temo que en eso estamos bastante inermes.
Leí el otro día que tras la Primera Guerra Mundial mucha gente se dio cuenta de que la razón no era suficiente para convencer a los fanáticos aunque tuvieran buenas cabezas y pensaron en la psicología como posibilidad de que la gente se adaptara sin violencia a los requerimientos sociales. Pero pasado el tiempo no parece que haya sido suficientemente eficaz. El tremendismo y en general las creencias irracionales siguen fascinando a mucha gente que quizá está marcado por heridas personales o anhelos que escapan a la modulación de la razón y a la evolución progresiva de las sociedades. Tampoco hemos logrado descubrir antivirales que neutralicen esos memes que Dawskins decía que tan fácilmente se replican en los cerebros humanos aunque sean falsos.
Está claro que habría que cambiar cosas en los sistemas políticos que conocemos pero con cierto cuidado. Trump también es el resultado de la “democracia directa” y de los cambios que se hicieron por los cuales las cúpulas de los partidos ya no podían bloquear a un candidato si había sido elegido por democracia directa por los militantes. Ciertas personalidades con medios saben aprovechar eso bastante bien. Leer “Como mueren las democracias” de Steven Levitski y Daniel Ziblatt es bastante fascinante en estos momentos y deja claro como los políticos de los partidos pueden hacer mucho para parar a tiempo a los candidatos con tentación totalitaria y lo han hecho más de una vez en la historia. Otras veces no, como los de el partido republicano con Trump. Y entonces crece inevitablemente el huevo de la serpiente. Citó unos de párrafos de ese libro.
“Es bien sabido que de vez en cuando emergen demagogos extremistas en todas las sociedades, incluso en las democracias saludables. Estados Unidos ha tenido su cuota, incluidos entre ellos Henry Ford, Huey Long, Joseph McCarthy y George Wallace. Una prueba esencial para las democracias no es si afloran o no tales figuras, sino si la élite política y, sobre todo, los partidos políticos se esfuerzan por impedirles llegar al poder, manteniéndolos alejados de los puestos principales, negándose a aprobarlos o a alinearse con ellos y, en caso necesario, haciendo causa común con la oposición en apoyo a candidatos democráticos. Aislar a los extremistas populistas exige valentía política. Pero cuando el temor, el oportunismo o un error de cálculo conducen a los partidos establecidos a incorporar a extremistas en el sistema general, la democracia se pone en peligro.”
“Las democracias funcionan mejor y sobreviven durante más tiempo cuando las constituciones se apuntalan con normas democráticas no escritas. Dos normas básicas han reforzado los mecanismos de control y equilibrio en Estados Unidos de modos que la ciudadanía ha acabado por dar por supuestos: la tolerancia mutua, o el acuerdo de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos, y la contención, o la idea de que los políticos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas institucionales. Estas dos normas sustentaron la democracia estadounidense durante gran parte del siglo XX. Los líderes de los dos grandes partidos aceptaban su legitimidad mutua y se resistían a la tentación de usar su control temporal de las instituciones en el máximo beneficio de su formación. Las normas de tolerancia y contención funcionaban como los guardarraíles de la democracia estadounidense y permitían evitar la lucha partidista a muerte que ha destruido democracias en otras regiones del mundo, incluida la Europa de la década de 1930 y la Sudamérica de las décadas de 1960 y 1970.”
“El antiguo sistema de convenciones (en USA) subraya los pros y contras inherentes al sistema de cribado. Por un lado, no era un sistema demasiado democrático, pues no podía afirmarse que los hombres de la organización representaran a la sociedad estadounidense. De hecho, eran la definición misma de una pandilla de «viejos amigos». La mayoría de los miembros de las bases de los partidos, sobre todo los pobres y políticamente desconectados, las mujeres y las minorías, no contaban con representación en aquellos cuartos llenos de humo y, por ende, quedaban excluidos del proceso de nominación presidencial. Por otro lado, el sistema de convenciones era eficaz como guardián por el hecho de cribar y dejar fuera de juego a los candidatos peligrosos. La gente del partido se encargaba de lo que los politólogos denominaban «evaluar a sus iguales». Alcaldes, senadores y congresistas conocían a los candidatos personalmente. Habían trabajado con ellos en “condiciones diversas y a lo largo de los años y, en consecuencia, ocupaban una buena posición para evaluar su personalidad, juicio y capacidad de actuar bajo tensión. Así pues, aquellas habitaciones llenas de humo servían como mecanismo de cribado y ayudaban a descartar al tipo de demagogos y extremistas que hacían descarrilar la democracia en otras partes del mundo. De hecho, los partidos estadounidenses desempeñaban tan bien su función de cribado que, sencillamente, era imposible que se impusiera ningún candidato independiente. A resultas de ello, la mayoría de ellos ni siquiera intentaban postularse.”
“Pensemos en Henry Ford, fundador de la empresa automovilística Ford Motor Company. Ford, uno de los hombres más ricos del mundo en los albores del siglo XX, era una versión moderna de la suerte de demagogo extremista contra el cual había advertido Hamilton. Aprovechando su diario Dearborn Independent como megáfono, clamaba contra banqueros, judíos y bolcheviques, publicando artículos en los que afirmaba que los intereses bancarios de los judíos conspiraban contra Estados Unidos. Sus opiniones recibieron elogios de racistas de todo el mundo. Adolf Hitler lo mencionaba con admiración en Mein Kampf y el futuro líder nazi Heinrich Himmler lo describió como «uno de nuestros luchadores más valiosos, importantes e inteligentes». En 1938, el Gobierno nazi le otorgó la Gran Cruz de la Orden del Águila Alemana.”
“Pero Ford había nacido un siglo antes de tiempo si albergaba serias ambiciones de llegar a la presidencia. Mucho más que la opinión pública importaba la opinión de los líderes del partido, y los líderes del partido lo rechazaban sin remilgos. Una semana después de publicar la encuesta entre sus lectores, en una serie de artículos, incluido uno titulado «Los políticos eligen al presidente», Collier’s divulgó los resultados de un sondeo realizado entre las personas más influyentes del estamento político, un grupo integrado por 116 dirigentes de ambos partidos, incluidos todos los miembros de los comités nacionales del Partido Demócrata y del Partido Republicano, catorce gobernadores destacados y senadores y congresistas de cada partido. Entre aquellas personas decisivas, Ford aparecía rezagado, en una distante quinta posición.”
Todo esto se resume en no reconocer la maldad del (y la propia adscripción al) principio de “el fin justifica los medios”. Y cómo la “elevación” del fin propio tribal conlleva la “elevación”, al altar de los horrores, los medios dispuestos a emplear. Es lo que deberíamos aprender de la Historia: no ha habido ocasión en la que “gente hacía cosas terribles a otra gente” en las que el primer grupo no se autopercibiese como “el equipo de los buenos” actuando por un “bien superior”. Y así, hoy llegamos a que alguien subvierta todo sentido moral, legal, jurídico, democrático… diciendo algo como “Más vale que caiga injustamente uno a que haya chicas sometidas, qué le vamos a hacer… “. Y lo que debería ser un escándalo… aquí no pasa nada. ¿Alguien dijo feminismo? El tribalismo ideológico ya está entre nosotros.