Deshumanizando al varón

Que nuestra sociedad, cultura o sistema utiliza y explota a ambos sexos de forma diferente -a los hombres de una manera y a las mujeres de otra- es una idea cuyo tiempo todavía no ha llegado. Roy Baumeister ha defendido que la cultura es una estrategia biológica  de la humanidad para resolver los problemas que toda especie enfrenta: la supervivencia y la reproducción. Y las culturas compiten entre ellas. Para sobrevivir en esta lucha, las culturas tiene que utilizar a los hombres y a las mujeres de forma efectiva y esto no implica necesariamente utilizar a hombres y mujeres de la misma manera. De hecho, la mayoría de culturas han usado a hombres y mujeres de maneras diferentes.

Por contra, el discurso que domina actualmente en lo que se refiere a las relaciones entre hombres y mujeres es el del feminismo, discurso que dice que nuestra cultura es un patriarcado, entendiendo por ello una conspiración de los hombres para oprimir y explotar a las mujeres. Plantear que los hombres están explotados en esta sociedad es poco menos que locura o pecado. A fin de cuentas, ¿no es evidente que los hombres ocupan los puestos de poder en la política, en la economía, que el 90% del top 500 de los CEOs son hombres, etc., etc., etc? Si los hombres gobiernan y dirigen el mundo, ¿cómo es posible decir que esta sociedad no favorece a los hombres y negar que los hombres son unos privilegiados?

Fotografía de Alfred Wertheimer

El problema de este discurso popularmente aceptado es que proviene de mirar sólo hacia arriba, de ver que los puestos de privilegio están dominados por hombres y de sacar conclusiones para la sociedad y para todos los hombres en su conjunto. Sí, es cierto que hay más hombres en la cima, pero nos olvidamos de mirar hacia abajo. Y si miramos hacia abajo, vemos que también hay más hombres en el fango y en las cloacas de esta sociedad, en los lugares menos privilegiados. A los hombres también les va mal en muchas cosas. Por poner algunos ejemplos de sobra conocidos: se suicidan en mucha mayor proporción que las mujeres, son el 80% de las personas sin hogar, son las principales víctimas de los accidentes laborales (de las 652 personas fallecidas en 2018 en España en accidentes laborales 602 fueron varones y 50 mujeres), los niños y jóvenes tienen mayor fracaso escolar y los hombres son las principales víctimas -tanto militares como civiles- en los conflictos bélicos. Que los hombres llevan vidas fáciles y privilegiadas  mientras que las mujeres sufren y están explotadas no es correcto, no es toda la verdad. Es verdad que a algunos hombres les va de maravilla pero concluir que es un chollo ser un hombre y que la sociedad está montada para beneficiar a los hombres es una visión sesgada por el error de no mirar hacia abajo.

Si queremos entender realmente nuestra cultura tenemos que mirar a la forma en que esta sociedad explota también a los hombres, además de a las mujeres. Y esto es lo que hace el libro que comento en esta artículo, Deshumanizando al Varón, de Daniel Jimenez, un libro que efectivamente ayuda a entender mejor la sociedad y la cultura en la que vivimos. La tesis principal del libro, la explicación para lo que acabamos de comentar que da su autor, es que no existe un sistema que perjudica a la mujer y beneficia al hombre de forma unidireccional sino que el sistema perjudica a ambos sexos de forma diferente en beneficio del grupo, al igual que les otorga ventajas (o privilegios) en distintas áreas. Según él, por lo general, lo que nuestra cultura hace es otorgar un mayor estatus al hombre y una mayor protección a la mujeres. Así, los hombres disfrutarían, en general, las ventajas de un mayor estatus y las mujeres las desventajas de un menor estatus mientras que las mujeres disfrutarían las ventajas de una mayor protección y los hombres las desventajas de una menor protección.
El libro hace un recorrido por el pasado, el presente -y también se plantean propuestas para el futuro- de la situación de los hombres en esta sociedad y de las discriminaciones y desventajas que ellos también han sufrido y sufren. Es un libro riguroso, con referencias a todo lo que se afirma y que no cae en el antifeminismo ni en la competencia por el lugar de víctima. En ningún momento niega las desventajas o discriminaciones que han sufrido o sufren las mujeres sino que, al lado de ellas, coloca y señala las que afectan a los hombres. El resultado global creo que apoya la tesis general de que efectivamente esta cultura otorga al varón un mayor estatus social y a la mujer una mayor protección.

Pero ocurre que los problemas de los hombres son invisibles o, más bien se invisibilizan. Según argumenta, dada la posición asignada al hombre como opresor y privilegiado, los problemas de los hombres (aquellos que experimenta exclusiva o mayoritariamente el hombre) se excluyen del discurso político, principalmente por tres vías:

Fotografía de Alfred Wertheimer

Invisibilización o negación

Esto se aprecia en muchas encuestas o informes gubernamentales sobre discriminación de género o violencia de pareja en los que directamente ni se pregunta al hombre sobre su experiencia. Ejemplos serían la Macroencuesta de violencia contra la mujer encargada por el gobierno español y el sondeo de la Unión Europea sobre la misma temática. Hay que decir que en países como Estados Unidos esto ya ha cambiado y en las principales encuestas oficiales, como el NISVS (National Intimate Partner and Sexual Violence Survey), se pregunta a ambos sexos. Los resultados puedes verlos aquí.

Reclasificar los problemas masculinos como sociales, raciales, de clase, de inmigración, etc.

Los problemas de las mujeres son de género y los problemas de los hombres son humanos o de las personas. Antes hablábamos de los accidentes laborales. Bien, si leéis en el diario.es esta noticia veréis que no se dan las cifras segregadas por sexo, sólo se habla de las personas o “trabajadores” fallecidos. Si la leéis en Europa Press ocurre lo mismo. Pero si la leéis en RTVE y tenéis la paciencia de llegar exactamente al final del último párrafo os encontraréis con la segregación por sexos. Imaginaos que las cifras de trabajadores fallecidos por sexo hubieran sido al revés (es decir, 602 mujeres fallecidas y 50 hombres), ¿creéis que el tratamiento informativo habría sido el mismo? ¿creéis que la respuesta de la sociedad y de los agentes sociales habría sido la misma, es decir ninguna? Como el autor repite a lo largo del libro, no existe un hilado de género para los problemas de los hombres. Si un problema o violencia afecta sobre todo a las mujeres es un problema de género pero al revés no ocurre lo mismo.

Limitar los problemas del varón a cuestiones puramente internas basadas en los roles de género

El hombre sufre presiones sociales para no expresar sus sentimientos, se encuentra constreñido por su rol de proveedor y protector pero todo lo que tiene que hacer para resolver sus problemas es cambiar de actitud y aprender a comunicarse mejor y pedir ayuda. Esto se aprecia, por ejemplo, en el tema del suicidio. Cuando se habla del suicidio femenino, se atribuye a factores externos: las condiciones de vida de las mujeres, al estrés que soportan, etc. Cuando se habla del suicido masculino se gira hacia factores internos: los hombres no lloran, tienen que ser duros, no pueden pedir ayuda, etc…¿Y preguntarnos si los hombres se suicidan porque tienen unas condiciones de vida duras y estresantes que convierten su vida en un infierno? 

La tesis del libro creo que explica muy bien los cambios que estamos viviendo actualmente. Las mujeres están reclamando, y consiguiendo, mayor estatus pero sin renunciar a la mayor protección, o incluso están demandando mayor protección (y protecciones especiales) que antes. Por ejemplo, hemos escuchado a toda una vicepresidenta del gobierno decir que a las mujeres hay que creerlas sí o sí. Cuando el feminismo solicita mayor protección para la mujer no está rompiendo con la tradicional regla de caballería ni con su identidad de género. Pero, tradicionalmente, el hombre no exige protección. La mujer que exige protección no pierde su feminidad pero el hombre que la solicita sí ve dañada su reputación como hombre a ojos de la sociedad, ya sea por percibirlo como menos hombre (en el caso del tradicionalismo) o como un privilegiado que va de víctima y que no tiene derecho a queja (en el caso del feminismo). El hombre no exige protección, el hombre protege y, especialmente, se protege a sí mismo. Un hombre que no es capaz de protegerse a sí mismo no es lo bastante hombre.

He aprendido muchas cosas que no conocía en este libro (sobre la violación de hombres en conflictos bélicos, la trata para trabajo forzado, historia de la violencia de pareja y familiar, etc.). A mi modo de ver, las pruebas de que los hombres experimentan discriminación y violencia en numerosos escenarios, tanto de forma desproporcionada como por el hecho de ser hombres, son sólidas. También es cierto que la prensa, los medios y la sociedad en su conjunto ignoran estas desventajas y discriminaciones. Desgraciadamente, no creo que esto vaya a cambiar en mucho tiempo y una de las razones para ello es que nuestra mente está programada por nuestra historia evolutiva para valorar más la vida de las mujeres que la de los hombres. Hay muchas pruebas y experimentos donde se observa que tanto hombres como mujeres valoran más vida de las mujeres, consideran que el sufrimiento de las mujeres es mayor y muestran más simpatía por las mujeres que por los hombres (en este hilo de Twitter tenéis varios enlaces). Este sesgo de empatía es totalmente lógico desde el punto de vista evolucionista, sencillamente las mujeres son más valiosas biológica y genéticamente que los hombres y los hombres son más desechables. Las culturas que han evolucionado con este sesgo han sobrevivido mejor y desplazado a las que no lo han tenido. No ha ocurrido nunca pero si una sociedad hubiera mandado a sus mujeres a la guerra, a explorar los océanos y a trabajar en las minas esa sociedad se habría suicidado.

Fotografía de Alfred Wertheimer

En cualquier caso, si quieren aprender cosas sobre otros mundos que están en éste y que no tienen ningún eco mediático en los medios de difusión dominantes, Deshumanizando al Varón es un libro muy recomendable. El racismo, la homofobia y el sexismo hacia la mujer continúan siendo parte de nuestra realidad. Son incompatibles con la dignidad humana, los reprobamos socialmente, están incluso penados por ley, y los estamos combatiendo aunque no todo el mundo haya avanzado a la misma velocidad. Pero el hombre también experimenta problemas de forma mayoritaria en algunas áreas y esta sociedad tiene que luchar también por sus derechos y su dignidad. No se trata de un juego de suma cero y la empatía y solidaridad de nuestra sociedad debe alcanzar a todas las personas que las necesitan.

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