La casa grande

Fotografía de Robert Polidori

Con esto del Covid muchos hemos hecho turismo interior, rutas campesinas y rurales, con paisajes sorprendentes y bellos, tachonados por pueblos pequeños y aldeas desiertas, con muchos caserones grandes pero sin habitar, de noble piedra y puertas carretales, a veces incluso blasonados, y hemos admirado su altiva prestancia y nos ha apenado su dolorida decrepitud. Casas grandes antaño familiares que ahora son propiedad de varios herederos que ni las habitan ni las cuidan. Esas casas grandes ya no son de nadie, son de los pájaros, arañas, ratones y murciélagos que las ocupan. Son del sol y de la lluvia, de la noche y del viento. Lo que antaño pudo ser humilde riqueza, ya no es ni siquiera pobreza, es miseria, y ésta, como bien decía Dostoyevski es un vicio que no tiene solución.

Fotografía de Robert Polidori

Pero esta descripción de lo rural, que antaño pudo ser romántica, nos lleva a una cuestión crucial. El Covid nos ha permitido apreciar mejor muchas cosas, como, por ejemplo, la decrepitud de la sociedad rural, pero esa mejor apreciación no es solución de nada. Para que el asunto Covid, además de para hacernos sufrir, nos sirviera para algo, deberíamos aprender y cambiar. Podríamos usarlo como lanzadera para una nueva vida, para un cambio global comprometido, generoso y valiente, que plantee soluciones factibles y eficaces para los grandes asuntos pendientes de la humanidad, como son el cambio climático, la migración, las desprotección sanitaria o la despoblación rural. Pero me temo que eso es mucho pedir, y que al final nos contentaremos con ponernos las vacunas y quitarnos las mascarillas.

Fotografía de Robert Polidori

No hay más que ver lo que sucede con la casa grande del estado, de la sociedad, del mundo, que son como las casas grandes de los pueblos, que tienen muchos herederos y ningún propietario. Eso sucede, por ejemplo, con nuestro estado nacional, que apenas se recompone de la paliza se vuelve a enzarzar en reyertas pueblerinas; o nuestra sanidad, que tras la gran acometida tratan algunos de recomponerla con más voluntad que capacidad y medios; o la economía y el trabajo, que en vez de con proyectos e inversiones tratamos de reverdecerla a base de ayudas y limosnas.

En fin, que con el Covid han aumentado mucho las casas grandes que habitar y revivir, pero no es sencillo, pues la casa grande no es de nadie.

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