Aequanimitas

"El médico" Sir Lukes Fildes

He escrito en otras ocasiones sobre esta palabra, pero ahora es más necesaria que nunca. Se la debemos a Sir William Osler (1849-1920), uno de los mayores sabios que han cultivado la medicina. Exhortaba a los recién licenciados a practicar la aequanimitas como atributo esencial para llegar a ser buenos médicos. Esa virtud consiste en una mezcla de imperturbabilidad e imparcialidad. La primera se refiere al autocontrol físico, es decir aparentar tranquilidad y serenidad ante los enfermos y familias cuando las cosas se ponen difíciles. Para desarrollar esa cualidad hay que tener buenos fundamentos personales y científicos, conocimientos sólidos y también cualidades personales y éticas. La imparcialidad es una especie de autocontrol psíquico, es decir presencia de ánimo para mantener una actitud positiva incluso cuando las cosas se ponen muy difíciles. Para alcanzar esas virtudes hay que promover al máximo la formación, y aprender no solo datos sino buenas actitudes y aptitudes profesionales. Con eso se logra tolerar la incertidumbre, la presión del trabajo contra el tiempo, las ingratitudes de las debilidades humanas, etc. Obviamente todo esto es difícil de alcanzar, pero no imposible.

“Sala de espera del médico” Vladimir Makovski, 1870

¿Qué por qué escribo de esto ahora? Sencillo, porque estamos en tiempo de crisis y tenemos riesgo real de quiebra en las profesiones sanitarias, tan necesarias siempre pero ahora imprescindibles. El asunto COVID ha puesto en brete muchos asuntos y sucesos, pero especialmente el ejercicio de la sanidad. Ahora, más que nunca, necesitamos tener “osleres” que nos orienten y sostengan, pero desafortunadamente no parece que sea así. Cada día, cuando contemplo el panorama de lo que se está haciendo, tengo la sensación de que hemos olvidado los fundamentos más básicos del ejercicio de la sanidad y la medicina. Damos tumbos, tanteamos como cegatos sobre cosas que antes sabíamos hacer bien. Y hablo en plural porque no creo estar del todo exento de esas carencias y errores. Pero, por otra parte, cuando contemplo los desatinos y palos de ciego de muchos líderes sanitarios, como lo ven ustedes reflejado en los medios y mentideros públicos cada día, qué quieren que les diga… pues eso, que a veces me entran ganas de regalarles el libro de Osler, que si antes era recomendable que leyéramos los médicos, ahora debería ser lectura obligatoria para los que nos dirigen.

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