Anaïs y el fuego

Podría haber sido una  mujer muy especial, haber vivido mucho, muy intensamente, con muchos matices y contradicciones, entre personajes  muy complejos e inteligentes, en el París de la época de entreguerras o en Nueva York o Los Ángeles. Pero quizá, pasado el tiempo, sabríamos muy poco de ella. Quizá chismes, historias inventadas con algunos retazos de verdad, relatos contados por unos y por otros con tendencia a desfigurarse con el tiempo, a irse clareando como esas fotografías antiguas de las que al final apenas queda un rastro de lo que fueron.

Pero a veces ocurre, muy raramente en cualquier época, que esa mujer es una escritora de un talento singular que decide dejar constancia de lo que los días le van dando y de todo lo que siente en el mismo momento en el que le ocurren las cosas, captando todo el color y la fuerza exacta de las emociones, el fuego que la recorre y que ella alienta sin cesar porque persigue una vida que identifica con seguir el rastro de un deseo que siempre la lleva a la literatura y que se construye desde la literatura

Los Diarios de Anaïs  Nin contienen toda la fuerza original con la que fueron escritos. Leerlos es volver sumergirse por entero en su mundo, en su sentimentalidad, en una atmósfera muy cargada que a veces marea, que sólo se puede frecuentar a sorbos pequeños, como los licores fuertes. Supone meterse de lleno en la intimidad de una mujer muy intensa, muy viva, muy contradictoria, llena de trampas y de conflictos lejanos; que trata de atravesar y sobrevivir a un mundo convencional que se le queda muy pequeño, buscando atajos, huecos por donde escaparse y justificar lo que le apetecía vivir.

Quiere, además, vivirlo todo a la vez, no renunciar a nada, utilizar el sexo como una vía de conocimiento y de posesión, gozar de lo que cada amante le daba, de lo que cada faceta de su vida le aportaba. Ajustar cuentas con todo su pasado, incluso con su padre que la abandonó tan pronto. Para ello se hace casi líquida, se transforma continuamente, se mueve  (“El conocimiento y la inteligencia no son peligrosos si una tiene suficiente emotividad y suficiente sexualidad para mantenerse en movimiento”). Combina su condición tradicional de mujer, que goza de descubrir y experimentar, con un temperamento muy fuerte, casi masculino,  que le da un gran poder sobre el mundo, del que es muy consciente. Un poder que nace quizá de una fragilidad de la que huye hacia delante, y desde la que construye una vida sin cortapisas, llena de riesgos, de heridas, de gozo muy exquisito, y  también una obra rotunda, que es su propia vida reflejándose en los espejos de sus fantasías.

Pocos diarios aúnan esa calidad literaria y esa capacidad de introspección tan afilada, quizá alentada por su afición al psicoanálisis. Leerlos permite aprender mucho sobre la psicología de las mujeres y también de los hombres; sobre la vida de los artistas; sobre los riesgos y las trampas de los amores y de las relaciones humanas;  sobre la fuerza y los peligros de la interpretación pero también de su necesidad para crear significados intensos a la vida;  sobre lo que el tiempo va produciendo en el fino hilo de las biografías y en los afectos.

Anaïs Nin tenía nacionalidad americana pero probablemente era una escritora europea, francesa concretamente, que siempre tuvo presente algún tipo de vinculación a su herencia española. Se relacionó con mucha gente y casi nunca pasó desapercibida. Tuvo amigos y enemigos de forma neta y todos pasan por su diarios como ella por los de otros.

Gore Vidal, por ejemplo, no la amaba demasiado según relata en sus memorias:

“Aunque el argumento pretendido de sus Diarios- al igual que de su vida- es el Amor, el verdadero tema es la Decepción.  Tengo la última entrega sobre mi mesa del despacho: Incesto. Material candente, sin lugar a dudas. La portada es de un siniestro malva y beige. Nuestra heroína tiene ahora treinta años y vive en Louveciennes, cerca de París. Como siempre, está locamente enamorada. Esta vez de sí misma: “Mi conversación es tan fascinante que él (Henry Miller)  casi se olvida de follarme. Experimento un extraño y resignado dolor  -esta aceptación de que, en mí, la mente eclipsa a la mujer…”.

(…) Anaïs quiso publicar los diarios desde el principio. En una ocasión se los dejo a todos a Maswell Geismar, un crítico de la época, para que los leyese. Mas tarde, cuando los diarios comenzaron a aparecer, Maswell escribió un pequeño artículo  mediante el cual advertía a los lectores que Anaïs se dedicaba a reescribir todo de forma drástica con el fin de ajustar cuentas con todo quisque, como diría Mary McCarthy.”

(…)”Lo que duele de la caricatura es cuando se aproxima a la verdad”. Sin embargo para mí, la Anaïs del diario va más allá de la caricatura, gracias a la incapacidad única para verse a sí misma y a los demás no ya tal y como son -nadie entre nosotros posee semejante don- sino al menos como tipos humanos reconocibles. “Esta noche me siento aterrada ante mi propia e inexorable bondad. Ya no vivo para mí misma …”

“Me cuesta trabajo creer que hubo un tiempo en que escuchaba esto con absoluta seriedad”.

Fragmentos

(…) “Rene Lalou  es exuberante, enérgico, locuaz e ingenioso. Se sintió muy atraído por mí en contra de mis propios deseos, porque su estupendo equilibrio está muy lejos de mi oscuridad. Pero su exuberancia física pudo con él. Por primera vez fui consciente de mi poder para que un hombre sensato se mostrara poco serio y falto de ingenio. Contemplé cómo su claridad se hacía pedazos. Al final de la velada, Rene Lalou era un hombre con sangre española en las venas.” Incesto. 1932-1934 

(…) “June, sin seguridad interior, sólo puede mostrar su grandeza mediante su poder destructivo. Henry, hasta que me conoció, sólo podía afirmar su grandeza en sus ataques a June. Se devoraban mutuamente: él la caricaturizaba; ella lo debilitaba al protegerlo. Y cuando han logrado destruirse, matarse, Henry llora la muerte de June y June llora porque Henry ya no es un dios y necesita un dios para quien vivir. June quiere que Henry sea un Dostoyevski, pero, involuntaria e instintivamente, se lo impide.” Incesto. 1932-1934

(…) “Yo he magnificado a Henry. Puedo hacer de él un Dostoyevski. Le infundo fortaleza. Soy consciente de mi poder, pero mi poder es femenino; exige combatir pero no vencer. Mi poder es también el del artista, de modo que no necesito la obra de Henry para magnificarme. No necesito que me alabe y, como soy artista antes que nada, puedo conservar mi yo —mi yo de mujer— en segundo término. No bloquea su trabajo. Doy sostén al artista que hay en él. Incesto. 1932-1934

(…) “Tengo una doble personalidad. Está mi amor profundo y desinteresado por Henry que puede cambiarse fácilmente por otro amor. Siento su terminación, igual que siento que el amor de Henry por mí terminará cuando él sea lo bastante fuerte para prescindir de mí.”  Incesto 1932-1934

(…) “Allendy ha despertado en mí la inteligencia, porque los sentimientos estaban hundiéndome, la vida me estaba hundiendo. Me dio la fortaleza, gracias a la cual libero mis pasiones y mis instintos sin morir, como antes.” Incesto. 1932-1934

(…)” A veces me duele que ahora haya menos sentimientos y más inteligencia. Como si antes fuera más sincera. Pero si ser sincera consiste en arrojarse por la borda, es que era la sinceridad de la derrota. Suicidarse es fácil. Vivir sin un dios es más difícil. La embriaguez del triunfo es mayor que la embriaguez del sacrificio.

Incesto. 1932-1934

(…)”Ya no necesito hacer tanto para ocultar la inutilidad de mis cambios internos, sustituir para comprender. Necesito hacer poco, pero ese poco me exige un gran esfuerzo. Por la tarde. Allendy espera que rompa con Henry. Veo adonde va con sus preguntas. Espera con ansiedad. Y hoy me siento conmovida por sus caricias. Son maravillosas. Le digo que lo amo. No cree en ninguna dualidad. ¿Lo creería si leyera mis diarios? ¿No son algunas frases que escribo más frías que lo que él imagina de mí?. Incesto. 1932-1934

(…) “Luego vuelvo a casa alegre y animada y Hugh me tira sobre la cama, loco de celos, me folla delirante y me rasga el vestido para morderme los hombros. Y finjo complacida, sorprendida por la tragedia de los modales cuando ya no sirven. La pasión de Hugh ha llegado demasiado tarde. Quiero estar en los brazos de Henry —la intimidad— o en los de Allendy —lo desconocido—. ¡Y yo, que siempre había querido que me desgarraran el vestido!.” Incesto. 1932-1934

(…)” ¿Cuántas intimidades hay en el mundo para una mujer como yo? ¿Soy una unidad? ¿Un monstruo? ¿Soy una mujer? ¿Qué me lleva a Allendy? La pasión por la abstracción, la sabiduría, el equilibrio, la fuerza. ¿A Henry? La pasión, la vida ardiente y desmedida, el desequilibrio del artista, la fusión y la fluidez de los creadores. Siempre dos hombres: el que es y el que ha de ser, siempre el momento alcanzado y el momento siguiente, adivinado demasiado pronto. Demasiada lucidez.” Incesto. 1932-1934

(…)“June es mi aventura y mi pasión, pero Henry es mi amor. No puedo ir a Clichy y enfrentarme con los dos. Le digo a June que es porque temo que no sepamos ocultar nuestros sentimientos delante de Henry, y le digo a Henry que es porque temo no fingir bien delante de June.Incesto. 1932-1934

(…)“Su fracaso personal, me doy cuenta ahora, además de su imposibilidad de amar, estriba en la corta duración de su fe. No aporta suficiente fe para conseguir el milagro. No hay milagro posible sin fe.Incesto. 1932-1934

(…)“Me siento inflamada por lo que dice Elie Faure [en La danza sobre el fuego y el agua]: «Es la imaginación del hombre la que provoca sus aventuras, y el amor ocupa aquí el primer lugar. La moral reprueba la pasión, la curiosidad y la experiencia, los tres peldaños sangrientos que ascienden hasta la creación»“. Incesto. 1932-1934

(…)“Para un escritor, un personaje es un ser con quien no se siente ligado por el sentimiento. El verdadero amor destruye la «literatura». Por eso, también, Henry no puede escribir sobre mí, y quizá nunca escriba sobre mí —por lo menos, hasta que nuestro amor se acabe y, entonces, yo me convierta en un «personaje», es decir, en una personalidad alejada, no fundida con él.”  Incesto. 1932-1934

(…)“Es extraño contemplar el amor de otro por una y conservarse intacta. Los bellos sueños de Hugh sobre mí. Los escucho, pero jamás pienso en ellos cuando Henry me acaricia. Es absolutamente cierto que nunca pienso en Hugh cuando estoy con Allendy o con Henry, como tampoco pienso en Henry cuando estoy con Allendy. Una especie de separación tiene lugar en ese momento —una totalidad pasajera—, que impide cualquier duda o parálisis. Es sólo después, cuando se revela la mezcla y el conflicto.  No veo nada malo en acostarme con Henry en la cama de Hugh, como tampoco vería nada malo en entregarme a Allendy en la misma cama. No tengo ninguna moralidad. Sé que la gente se horroriza, pero no yo. Ninguna moralidad mientras el daño hecho no se manifieste por sí mismo. Mi moralidad no se reafirma cuando me enfrento con el dolor de un ser humano… Le devolvería Henry a June si ella me lo pidiera. Al mismo tiempo, soy consciente de la estupidez de mi capitulación, porque June puede pasar sin Henry mucho mejor que yo, y ella es dañina para Henry. Del mismo modo que sería infinitamente estúpido que, por mor de Hugh, volviera a mi vida neurótica, vacía y desasosegada de los años anteriores a mi encuentro con Henry.”

Incesto. 1932-1934

(…)”Hugh ha confesado que tenía celos de mi escritura. No podía soportarla, no podía soportar mi actividad, ahora compensada con su astrología. También Eduardo. Todo lo que Eduardo sabía hacer mientras yo trabajaba desesperadamente en mi libro sobre Lawrence era quejarse de que lo tenía abandonado.” Incesto. 1932-1934

(…)”No puedo continuar con el juego. Necesito llorar. Su actitud me emociona y me hace daño. En el coche acaricia mi pierna como un amante caprichoso. Conduce distraído. Me ha despertado una profunda ternura… nada más. Pero alimento su ilusión y le estoy agradecida por la vida. Toda la empalagosa dulzura, el empalagoso idealismo; mientras a sus espaldas me hundo con Henry y June en una vida salvaje, áspera, odiosa y desapacible.”

Incesto 1932-1934 

(…) “Hay una divergencia en el tiempo, una dislocación rítmica entre la sabiduría de la mente y el ímpetu de los instintos y la inevitabilidad de su cumplimiento. Estoy en paz con el hombre, con todos los hombres que me han herido con su debilidad. Mi Padre*, Eduardo, Hugo, John e incluso, hasta cierto punto, Henry (si Henry fuera fuerte, June estaría ahora en Nueva York) están más que expiados, y me han dado más amor del que me han negado.” Incesto. 1932-1934

(…) “Mientras estudia astrología contemplo la bella severidad de la boca de Hugh y sé cuán profundamente lo amo. Es mi niño, mi hijo. Noble. Nunca quiero herirlo. Cuando estoy junto a él me gana su limpia nobleza. Se ha entregado por completo, en cuerpo y alma. Es más susceptible que todos nosotros al dolor mortal. Le he oído decir a Allendy que se mataría si me perdiera. Debo arroparlo con confianza y amor. Debe estar protegido y defendido. Todos los demás, Henry, June y yo, tenemos un corazón egoísta. Nos damos a los demás, pero el gran ego central sabe también como restiuirse. Hung no sabe. No es ego, es amor, la esencia y el símbolo de un amor grande.” Incesto, 1932-1934  

(…) “Comprendí o acepté desde el principio la sacralidad individual de las necesidades individuales. Cuando por primera vez di una gran suma de dinero a Henry y a June y se la gastaron en una noche, bebiendo, me sentí herida humanamente, pero mi comprensión estaba disciplinada. Lo di porque quise y, al mismo tiempo, les di libertad. De otra forma, no hubiera dado, habría recibido (te doy quinientos francos, pero compra comida y alquila una máquina de escribir). Había sido la objetividad divina, perfecta, inhumana. Más adelante, le di amor: haz lo que quieras, úsame. Te amo. Quiero servirte, alimentarte. Henry hizo un uso maravilloso de mi amor. Lo empleó para hacer libros. Algo bello, creativo. Me proporcionó alegría y, con el éxtasis, fuerzas para darle más amor, más alimento. Pero cuando el amor y el dinero se emplean miserablemente, mezquinamente, la ilusión, la fuerza y el éxtasis te abandonan. Sí, he perdido mi éxtasis.”  Incesto. 1932-1934

(…) “Me resisto a que me invada el mundo, la política, el comunismo, las revoluciones, que matan la vida individual, cuando es todo lo que tenemos, todo lo que nos queda. Tras las charlas con Emil y otros hombres, Henry vuelve destrozado, pesimista, y yo he de ser indiferente a los problemas del mundo si quiero conservar la felicidad de cada día. Los demás necesitan esta desintegración externa porque es un buen pretexto bajo el cual aceptan su destrucción interna. Se acabó el arte, se acabaron los libros porque la guerra está próxima. No queda nada por qué vivir, salvo el mundo de la mujer, el amor entre hombre y mujer.  La mujer está profundamente en lo cierto. Estoy cada vez más por la vida. Odio la política. La historia. Son trampas para la felicidad individual. La guerra que destruye la vida del individuo.” 2 de mayo 1935. Fuego

(…)Puedo estar sentada tomando café mientras Hugh sufre, tomando café y tostadas, bebiendo y comiendo lentamente, infinitamente contenta, sentada allí sola, libre de cuidados, libre de compasión. Acabé con mi compasión cuando descubrí que era yo quien creaba mi propio sufrimiento, igual que los demás crean el suyo. Me acuso de mi actitud, de mi deseo de sufrir.  Y ahora se que hay que dejar solo a Hugh hasta que agote su sufrimiento, su actitud trágica. Pobre Hugh. Me hizo fuerte y ahora envidia lo que me ha dado. Yo aprendo rápidamente.  El es viejo, más inflexible.2 de mayo de 1935. Incesto

(…) “El anillo que di a Hugh  – el de mi Padre- lo di a aun padre y no a un esposo. Nunca se me ocurrió regalárselo a Henry. Pero ahora se lo daré, simplemente porque Henry es todo cuanto necesito. Lo que él no sea, puedo pasar sin ello. Le di a Hugh lo que pude dar –placer- eso es todo. Vida. Hugh me pide que lo perdone. “Puedes hacerlo porque sabes que ayer no era yo. Lo que dije fueron locuras y debiste impedírmelo. Haber sido tan injusto contigo me pone más enfermo, por supuesto, no estuvo bien.”

(…)En el tren hacia Montreal:  “Hugh mío, el otro día no fuiste injusto ni dijiste locuras. Dijiste verdades terribles e incontestables. Es cierto que nuestra relación ha sido unilateral y solo has dado tú; es cierto desgraciadamente, que conmigo no has sido capaz de ser tú mismo, de ser tú, el ser humano. Es cierto que el papel que te asigné en mi vida no fue lo suficientemente importante para tu grandeza y absolutismo. En cuanto a que yo te utilizara, que fue lo que más me dolió, yo lo sabía y me esforcé por evitarlo. Me esforcé por no utilizarte, por no necesitarte, y tú lo sabes. Luché contra tu generosidad. No me justifico. Te necesitaba. Nunca volveré a utilizarte. Es imposible ayudarte, o darte pero pude haberlo hecho, sí…” 2 de mayo de 1935. Fuego.

(…) “Cangrejos,  fresas. Indigestión. Bicarbonato. Nerviosismo por este torbellino de invitaciones. Henry vuelve a parecerme mentalmente muerto, inerte, pasivo, vegetal. Debe de ser que echo terriblemente de menos las charlas con Hugh. Este letargo de Henry seguramente me empuja hacia Hugh. Henry está completamente quemado. Solo sabe escribir y rumiar. Recordar. Solo vuelve a estar vivo cuando lo torturo al dejarlo.¿Seré capaz de aceptar mi soledad mental?.¿Seré capaz de vivir tan solo de la pasión humana, de la protección humana?.”

14 de Mayo 1935. Fuego

(…)“Sobre política: Todas estas palabras que oigo, discursos líricos, flores románticas, elegías, plegarias y lamentaciones poéticas (mal arte, por supuesto ), me irritan. En la revolución veo un asunto vital, a vida o muerte, una lucha en la que hay que entrar directa y violentamente. En eso no puedo soportar el intelecto y la irrealidad. Una revolución es algo vital, a vida o muerte. ¿Por qué hablan tanto y recitan poesías estos españoles?. Gonzalo me dice que una gran parte de la poesía española era heroica, incitada por la guerra, revolucionaria. Por desgracia Gonzalo tiene los atractivos atributos físicos, la pasión y el valor del héroe. Lo que me conmueve es que él mismo esté desilusionado con los hombres con los que ha de trabajar. Está amargado por la vanidad y la vaguedad de ellos. Se entristece y habla de ir a luchar a España mientras los demás se leen mutuamente poesías mediocres.

2 de Febrero de 1937. Fuego

(…) “Dormir como una anguila entre barrotes.

Pero doy vida. Raramente tengo que ver con la muerte. A pesar de eso tengo el poder de destruir.

Vida. Fuego. Ser yo misma en el fuego al que arrojo a los demás. Nunca muerta. Fuego y vida.

Le jeu.

3 de Marzo de 1937. Fuego

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
“Living”: el eterno dilema de la luz que agoniza
Esas cosas que a veces vemos los médicos y que no ve...
Leer más
Participa en la conversación

1 Comentarios

  1. says: Nickolas Cummings

    En algún lugar, dice Anaïs Nin: “Odio este flotar prudente e intelectual sobre la vida, este equilibrio, este cuidado por mantener tantas vidas y amores, este vivir en tres o cuatro planos (…) Lo que me asusta es que Henry necesita un hogar, una esposa, una mujer siempre presente. Henry, en el fondo, también necesita un secreto privado e íntimo, un mundo compartido de dos seres del cual saque fuerzas para crear y vivir. Esta noche soy una gran madre -útero, casa y cama; resplandor, calor, luz y fuego; coraje y pasión- Y alimento. Soy todo eso”.Ojalá lo leas, verás que es un libro muy disfrutable.

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *