5 de febrero.
Víctor Pérez Escolano, llega en el tren de las 10,40 y tenemos por delante varias horas libres hasta la presentación del libro. Un café en el Colegio, una visita rápida y nos vamos a ver la obra de los Juzgados de Guillermo Vázquez Consuegra en Ciudad Real. Víctor está preparando un texto para Electa, que próximamente publicará el libro ‘Obra completa’ de Guillermo. Curiosea en la obra de los Juzgados, mientras que yo en la Plaza del Trillo, atiendo una llamada telefónica de la SER. Vamos a Almagro al recién inaugurado Museo del Teatro, levantado sobre los Palacios Maestrales, husmeamos en las obras del Corral y pasamos luego al Teatro de San Juan, que Víctor no conocía. Le muestro a Víctor el proyecto de Museo de Teatro de Fisac de 1982; tan curioso como raro. Hace un sol espléndido, impropio de febrero y nos tomamos una cerveza en la Plaza, mientras llamo a Paco Racionero y le pido el folleto de la DGT sobre los Paradores de turismo de los años veinte que le interesa Víctor. Hablamos del Tercer Seminario del DOCOMOMO celebrado en Valencia en noviembre pasado, bajo la rúbrica ‘Arquitectura para el turismo’, de la adaptación insólita del Parador de Manzanares y del derribo del Parador de Antequera, hermano gemelo del manzanareño. Comemos en ‘Las Norias’ con un fondo de carteles taurinos excesivos, nos atiende un camarero de Jaén y comemos un cochinillo tostado. Víctor habla con distancia de Política o de la Política necesaria en estos tiempos preelectorales. ‘Más profesionales a la política y menos políticos profesionales’, sería su máxima posible. Y eso dicho por alguien que ha sido Director General de Arquitectura y Vivienda en Andalucía es muy valioso. Más café en el colegio, con Ramón Ruíz Valdepeñas y otra tertulia agradable, donde salen viejos y nuevos temas. Fisac, Le Corbusier o las oposiciones de las cátedras de Elementos de Composición de 1972. Es casi la hora y nos toca comenzar la presentación de ‘Arquitectura del siglo XX en Castilla-La Mancha’. Palabras de Ramón, palabras mías leídas de un texto que debo recortar y palabras generosas de Víctor. Una cerveza presurosa con Carmen y Paco Ruano y una despedida, que era un hasta pronto.
19 febrero
Otra vez la estación y el AVE que llega de Sevilla. Hoy toca Toledo, en viaje organizado por Diego Peris. Víctor quería conocer la actuación de Fábrica de Armas y el Archivo de Castilla-La Mancha, obra que finaliza Guillermo Vázquez Consuegra y que favorece la información de su trabajo. Acaba de visitar también el Ayuntamiento de Tomares y ha escrito un texto que ha enviado al ‘Giornale di architettura’. En Tomares las Navidades pasadas, estuvimos recorriendo por fuera la obra, sin poder acceder a ella. Sólo la inmensidad de la tapia blanca en la calle estrecha, la luna fría en lo alto y las enormes palmeras que se cimbreaban con el aire de enero tras el muro blanco. Diego le lleva a Víctor sus dos últimos trabajos escritos: ‘Arquitectura y Universidad para la ciudad’ y ‘Doscientos años en construcción’, magníficamente editados. Mañana de frío y viento y llamadas desde Sevilla: problemas en el Departamento y líos con el jurado del concurso de ideas de la Plaza de la Encarnación. Hablamos en el viaje – por que llama Susana Landrove – del DOCOMOMO y de la posible participación de Castilla-La Mancha a través de la Universidad, ya que el colegio regional de arquitectos se resiste a estar presente. Ya se intentó con Antonio Cuevas, como decano, y no fue posible. Comentamos la actuación visible, ¡y cómo!, en los Cigarrales, de Miguel de Oriol e Ibarra, que ha destruido la armonía del lugar y que luego relata en ABC sus lamentos y cuitas por otras causas menores. Desde la Central de Turbinas, maravillado de los motores AEG mudos y parados, Víctor no puede resistir la tentación de llamar a Julián Sobrino, para contarle todo lo que está viendo. Sobrino es de Ciudad Real, está integrado en el departamento de Víctor y es autor de un meritorio trabajo sobre ‘Arquitectura industrial en España’. Vemos las últimas piezas construidas de Diego y nos solazamos entre un sol que quiere estirarse. Comemos en ‘Sal gorda’ un arroz caldoso excelente. Diego se va a una reunión de trabajo y Víctor y yo nos sumergimos en el cubo misterioso del Archivo de Castilla La Mancha. Arcilla y cristal. Dentro algunos operarios limpian el patio ante la próxima llegada de unos fotógrafos que deben trabajar –presumimos– para el libro de Electa. Desde lo alto se divisa el Toledo histórico, casi parecido al boceto que Guillermo trazó en una de sus primeras visitas al enclave. Ese Toledo lo hemos visto reflejado en el pozo de cristal, cuando hacíamos una foto del interior. A la espera de Diego, curioseamos en la biblioteca del Campus: rarezas y manías.
26 febrero
Encuentro a Helio Piñón con Javier Navarro y Paco Racionero tomando café. Llevo su libro, ‘Arquitectura de la modernidad’ antiquísimo bajo el brazo, que me firma y nos cuenta la historia de su desaparición editorial. Promete el envío de algunos ejemplares de ‘Arquitectura de la modernidad’. La conferencia de Piñón es un flagelo para tantas vanidades activas. Muestra sus ideas y sus proyectos producidos desde el Laboratorio de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Barcelona, la UPB. A caballo del dogmatismo y del visionarismo sarcástico, Piñón resulta excesivo, pero no le faltan razones para su crítica. Crítica que prolongamos luego tomando unos vinos en la Tasca de Ariant. Allí quedaron pocos santos de pie; tiraba Piñón contra todo lo que se moviese. Pero:
–“¡A quien salvas!” le preguntó alguien.
Después de un titubeo, apuntó un nombre:
– “Mies, …Mies Van der Rohe”.
–“¿No hay más en la lista de Ariant?”.
Y haciendo un esfuerzo superior, aplicó su boca a los nombres de Kahn y Jacobsen. Lo demás es silencio… o ruido. Tras ello volvió aplicar su boca al terciopelo morado del vino y sonrió. Esa noche comenzaba la campaña electoral; el que sonreía ahora era el candidato popular de Arístegui, que nos confundía, al grupo de arquitectos, con seguidores de su partido. Así eran las cosas y así era Mies Van der Rohe para Piñón, de quien había dicho antes que se había pasado cuarenta y cinco años haciendo el mismo proyecto o peleando por la definición exacta de la esquina. Paco Racionero, Javier Navarro, Javier Bernalte, José Luis León, y Miguel Ángel Blanco, dábamos pie a las diatribas de Piñón, un poco cómicas, un poco irónicas y otro poco mediterráneas. Un Piñón que disfrutó del vino ‘Corpus’ pedido por Teodoro Sánchez Mingallón. Y que días más tarde mandaría una nota de agradecimiento, recordando esa tertulia nocturna en un bar de Ciudad Real con un grupo de adeptos de la arquitectura.
4 de marzo
Hoy con Juan Antonio Ramírez hay pleno de asistentes. Tira la Facultad de Letras y tira la mitología babélica. Paco Racionero me lleva la reedición de ‘La torre de Babel’ de Juan Benet en nuevo formato, pequeño y sobrio. Se lo agradezco de corazón. Una agradable coincidencia, ya que Ramírez pretende reflexionar esta tarde sobre ‘Paradigmas de la destrucción arquitectónica. La caída de Babel’. Imágenes del World Trade Center antes de la hecatombe del 11-S. Imágenes históricas de la Babel, incluidas las de Brueghel del Kunsthistoriche Museum de Viena que componían la portada de la primitiva edición del texto de Benet en Siruela. Babel como Nueva York y ésta como aquella. El mismo Benet había publicado un artículo en ‘Triunfo’ en 1972, sobre Nueva York y USA que llamaba ‘USA: Babel revistada’. La revisión iconográfica de Babel y sus destrucciones a lo largo de la historia de la Pintura compone un retablo impresionante y misterioso, del que emerge la cualidad de la ruina. O incluso la arquitectura fingida como ruina. Como si todo diera vueltas en torno a lo mismo. A la salida hablamos con Ramírez de ese texto benetiano y del otro, no menos desolador, de Sebald ‘Sobre la historia natural de la destrucción’ que relata y rememora el paisaje alemán de las ciudades bombardeadas por la RAF británica. Sobre todo Dresden.
9 a 11 de marzo
Le toca el turno a Luis Marín, al que veo más envejecido y más grueso, desde su última estancia en Almagro. Viene a dirigir un Taller de Urbanismo ‘Reflexiones de una fractura entre dos tejidos urbanos’. Luis pese a la edad, se muestra mentalmente ágil y prolífico en sus imágenes de infraestructuras incardinadas en la ciudad: desde Metrópolis a Blade Runner, desde Rossi a Le Corbusier o a su amado, Ricardo Morandi. Las pausas finales de los dos primeros días se saldaron con unas cervezas en compañía de Alejandro Moyano, Vicente Romero, José María Coronado y un curioso Javier Rodríguez. Interesado desde su tesis, en el episodio del PNT de los años veinte. Me indica que, en un texto sobre los Paradores de Turismo, el de Puerto Lumbreras lo hizo el inefable Benet. Cambiamos notas e impresiones. Un Taller que hubo que suspender la tarde del 11, asolados como quedamos con los acontecimientos de Madrid. Luis tuvo que tomar un taxi a Córdoba, y desde allí coger un tren a Sevilla, de donde no pudo venir Cirugeda que tenía comprometida su presencia. Yo en la tarde del 11 tuve que rehacer mi colaboración para La Tribuna y escribí un nuevo texto ‘Capital del dolor’.
25 de marzo
Guillermo Vázquez Consuegra llega en el mismo tren que Víctor. Cuando le saludo habla con alguien.
— “¿No conoces a Rafael Manzano?”, me pregunta.
— “Claro que le conozco, pero ¿ese era Manzano?”.
Ana no sabe de quién hablamos. Manzano, director de la Escuela de Sevilla, Catedrático de Historia del Arte, discípulo dilecto de Chueca, compañero de promoción de Moneo y ex-Conservador del Alcázar, había viajado en el mismo AVE que Guillermo. Venía a supervisar una casa que le había hecho a una de las hermanas Koplowitz. En ese mismo tren, había viajado hasta Córdoba Antonio González Cordón. Un café y Guillermo se va a visitar el edificio de los juzgados. Comemos en el NH con Ramón Ruiz Valdepeñas. Hablamos de vino y acabamos con el cine: Almodóvar, Icíar Bollaín, Ford, Clint Eastwood, Truffaut y Louis Malle. Guillermo nos cuenta su experiencia en el concurso del pabellón de Extremadura de la EXPO, donde fue jurado junto a Oiza y Navarro Baldeweg. Aquel – cuenta Guillermo – tan impredecible como siempre. No se porqué Ramón habla de Schubert, cuando Guillermo sale a atender una llamada telefónica. “Gentes, que no han oído su propia música, pese a haberla compuesto”. La exposición de Guillermo – Valencia, Cartagena, Ayamonte, Ciudad Real, Jerez– termina con el concurso no ganado de la Ciudad del Flamenco, también en Jerez. Expone con pasión y sutileza su proyecto que a juicio del jurado no mereció el premio; cuando bien a las claras era mejor que la reivindicación hispanoárabe de Herzog&de Meuron. Tras la charla y con una cerveza, sale a relucir Álvaro Siza Vieira y la extraña enfermedad ocular que le afecta y limita. Siza está comprometido en la presentación del libro de Guillermo de Electa; lo quiere llevar a Vigo, porque Siza quiere escribir después de empaparse en una obra. Acompaño a Guillermo a la estación y volvemos a hablar de Tomares, de los edificios de Alba que vamos sorteando y de la Casa natal de Fernando Villalón, que Guillermo ha proyectado en Osuna. “Diez años, me ha llevado ese proyecto”. La noche se enfría imparablemente.
30 marzo
Pep Llinás llega con la lluvia y con la suavidad de su maestro Coderch, con el que colaboró dos años. Y eso marca y determina. Expone sus últimas obras –sobre todo bibliotecas en Gracia o en Lesseps – con la naturalidad propia del tiempo que nos atraviesa los poros. Arquitectura como cuerpos y no como objetos, enuncia con suavidad terca. Hablando del proyecto de su bodega en Navarra, formula una visión del vino como fruto del tiempo y de la oscuridad. Entierra las naves de crianza bajo tierra, en un gesto casi funerario que establece el misterio de ese tiempo que pasa y rodea el espacio. Luego tomando un vino con su primo Félix Pillet en ‘La Pradito’, volvió a salir el vino y el tabaco; la velocidad y las obras de Vigo de Vázquez Consuegra. Contó una anécdota de Coderch, relatada por Cesar Sánchez Fontela. Yo derivé la conversación hacia el número de Circo – la revista de Moreno Mansilla y Tuñón – donde Peter Smithson habla del maestro catalán y lo ve como un “caballo, noble y bello”, también como un solitario, exótico e irrepetible. Y eso que Smithson acaba hablando de la idea de repetición en su propio trabajo. Fuera llueve una lluvia que no se repite y Pep se dirige al hotel, dejándonos su dirección de Barcelona entre las manos.
P.S.
Cuando preparo estas notas, me acaba de llegar de la editorial Abada ‘El viaje de invierno’, un libro de Perec, para mí desconocido pese a mi interés por el escritor francés. Se publicó inicialmente en Hachette Informations en marzo/abril de 1980; más tarde el Magazine littèraire lo publica en el homenaje a Perec de marzo de 1983.Y luego, lo editó en 1993 Seuil, once años después de la muerte de Perec y el mismo año que murió Benet. Aquel un 3 de marzo, éste un 3 de enero. El texto de Perec comienza en agosto de 1939 y termina como una nebulosa en los años sesenta, buscando un libro inexistente. No es ya mi pasión reconocible por Perec la que me impulsa a comprarlo, es la coincidencia del nombre con el otro libro de otro autor no menos importante para mí. Winterreise es la obra musical de Schubert basada en el poemario de Wilhelm Müller y compuesta en 1823 en forma de 24 lieder que aluden al invierno, a la pérdida del amor y a cierto paisaje desolado de esa estación. Ese compositor extraño que murió tan joven, dio pie a un ensayo de Benet ‘Op.posth’ de 1968 y más tarde se publicó en ‘Puerta de tierra’ en 1969. El schubertiano ‘Viaje de invierno’ da pie a un texto de Benet que llama ‘Un viaje de invierno’ y publica en 1972; y ahora esta pieza perecquiana cierra el viaje de este invierno manchado.
Tengo el Viaje de invierno benetiano en Alianza desde hace lustros, ahí, intacto y cogiendo solera, cargado de negrura y misterio, y yo mirándolo a veces de reojo, como un cobarde…
El libro de Benet , oculto y frío en el estante también te mira a ti, aunque no lo parezca. Te invita a un viaje que tal vez suceda pronto. No se si ya si en el invierno que boquea.
Accedo… el evento será en marzo, o sea, fuera de fecha fabulística…