Casa Kappa, Kanagawa, Archipelago architects, 2020

Mantiene Beatriz Colomina, en su muy recomendable libro Arquitectura de rayos X (2019), retomando a Byung-chul Han que, si “Cada época tiene sus aflicciones”, podrá decirse que “Cada aflicción tiene su arquitectura”. Por lo que llegaríamos por analogía a que cada época tiene su arquitectura, cosa que, por otra parte, parece obvia. ¿Y cuál es la arquitectura de estos tiempos? Dicho todo ello a la vista de la pieza de Archipelago Architects, conocida como Casa Kappa. Pieza que no deja de ser una vivienda unifamiliar en Tokio, que ha generado varias entradas en el diario digital Dezeen Daily. La propia entrada, referida a la descripción de la vivienda levantada en Kanagawa; otra más, la segunda, referida a ‘Casas con escalera’ –donde llama la atención la repetición de casos japoneses ubicables en ese universo, donde destaca la muy publicitada e igualmente sorprendente Starway house, cuyo nombre lo dice todo, de Nendo –; y, finalmente el consecuente debate sostenido entre los lectores, partidarios y detractores. Opiniones de los lectores que destacan entre otras menciones y matizaciones, que “este es un uso terrible del espacio, una configuración de escaleras horriblemente peligrosas, y realmente no adecuado para habitar”. Baste analizar la composición de la Casa Kappa, erigida como un mausoleo, levantado a un dios desconocido, al emitir su imagen la idea de obelisco monumental y mudo, sólo orlado por una fila de huecos en los laterales mayores de la última planta, quedando el resto de las fachadas a merced de cierta meditación monocorde. Dicho esto último desde el mutismo quietista de su paramentos y fachadas, que representan un tótem de la nueva habitabilidad tokiota.

Un segundo lector ratificaba lo criticado antes: “Mortalmente peligroso, incómodo de usar, el espacio limitado se desperdicia y se vuelve prácticamente inutilizable. Las líneas horizontales que cruzan su línea de visión son muy desagradables. No hay ventanas. ¿Podrían hacer que esta casa sea más defectuosa?”. Finalmente, un tercero en discordia dejaba ver que: “La decisión de colocar las escaleras en el medio de la casa negó la posibilidad de tener habitaciones de tamaño decente en la casa. Los espacios sobrantes a ambos lados de la escalera están al borde de la inutilidad. El residente apenas puede levantarse de la cama sin correr el riesgo de caer al espacio de abajo”. Probablemente las opiniones de lectores occidentales escapen a los problemas espaciales de Japón, y por ello se insista en la voluntad de experimentación, como hace alguien que fija el carácter de experimentación de la cultura nipona. Lo que sí parece cierto es que el hilo del debate –como si de un video de la influencer Ter se tratara– se llena de todo tipo de opiniones, como si la Casa Kappa fuera una provocación de andar por casa, y nunca mejor dicho. Ya hemos visto en estas páginas, casos como el de la Casa Dayta de Suzuko Yamada, que dejaba ver los problemas centrales en las recientes promociones de arquitectos nipones, desorientados entre la tradición ritual y el vértigo de las nuevas tecnologías. “Un trayecto, por ello, el de los jóvenes arquitectos japoneses, que tiene algo de expiación de culpas pasadas y un mucho de arrepentimiento de lo ocurrido con anterioridad. Como si ciertos jóvenes arquitectos estuvieran poseídos por ese carácter patente de ‘Hijos de la ira’. No es casual, por ello, que planteamientos similares a los de Suzuko Yamada puedan observarse con la Weather house (2021) del grupo Not Architecture –con el retintín de denominarse, justamente como Antiarquitectura, que eso es la negativa expresada con su apelación como Not Architecture, y llamar a la casa como del Tiempo climático–; con la casa Na Sou de Fujimoto de 2018 y con la Stairway house de Nendo de 2019. Incluso con piezas anteriores como la Casa Hakuba de Toshihara Naka (2012) y la Casa Pequeña en Tokio de Takuro Yamamoto (2015)”.

Archipelago Architects Studio, cuyo anterior proyecto de vivienda tokiota, retoma la idea de una jaula habitada; ya no lo de ‘Maquina de habitar’ de Le Corbusier, sino ahora lo de ‘Jaula vividera’ si se acepta el oxímoron, dispuso la Casa Kappa en Kanagawa, como un ritual zen: orientado y minúsculo. Disponer la vida y sus circunstancias peculiares alrededor de una serie de escaleras centrales que, no sólo dividen y parten los espacios y brindan lugares para sentarse o relajarse, sino que apuntan a una elevación imposible. Como muestra el último tramo, en que la escalera va a terminar empotrada en el forjado de cubierta como un vaije a ninguna parte. Retomando más una idea de performance o de juego Dadá que la estricta función ascendente. La casa, por otra parte, fue diseñada para ocupar una parcela compacta dentro del continuo edificado de Kanagawa que, originalmente, formaba parte del jardín de la casa vecina. Y de aquí la reminiscencia de alguna trasmutación. Además de los espacios habitables impropios y encanijados, la casa incluye una pequeña sala de ensayo donde el dueño puede practicar y ensayar. El cliente del proyecto es un artista callejero –Perfomer dicen las referencias– cuyas actuaciones urbanas en las calles de centro comercial de Tokio, imitan a un espíritu de agua folclórico y tradicional, llamado kappa, del cual toma su nombre la casa y el proyecto. Los espacios habitables de la casa incluyen una pequeña sala de ensayo donde el propietario puede practicar sus próximas escenificaciones. Y los visitantes sorprenderse. Todo el debate sostenido en el hilo de Dezeen daily, retoma los comentado en estas páginas cuando, en agosto de 2021, repliqué a la retórica arquitectónica de la influencer Ter. “El contenido del artículo de ICON de Díez Martínez –que es muy oportuno y pertinente– sobre los edificios feos, las piezas monstruosas y las obras abortos, pone en evidencia muchas cosas. No solo la impopularidad de la Arquitectura Moderna–cosa que no es nueva ni reciente–, en paralelo a la impopularidad de la Música atonal y posdodecafónica. Impopularidad que va de la mano de la escasa defensa patrimonial de las piezas construidas del siglo XX, y por ello ha habido que inventarse el DOCOMOMO. Algunos derribos comentados en el video de la arquitectura de Madrid dejan escapar los derribos de la Pagoda de Fisac, la casa Guzmán de Alejandro de la Sota, igual que podían haber añadido el mercado de Olavide entre otras piezas desaparecidas. Y ello es reflejo del escaso valor patrimonial otorgado a la Arquitectura Moderna, ahora que crece y prolifera la defensa de Bienes Inmateriales, como El Fresco, La Sardana o Las Fallas. Dentro de nada tendremos la propuesta de La Siesta, como Bien patrimonial inmaterial. Al gran público le van más las connotaciones formales y tonales de los Parques temáticos y el pasodoble, que el vacío de Mies van der Rohe y la linealidad rota de Stockhausen”.

Si la tesis central de Colomina es el rastreo de cómo las preocupaciones médicas y las innovaciones técnicas han determinado buena parte de la Arquitectura Moderna, podremos hablar ya, aquí y ahora de Arquitectura autista en este tramo del siglo XXI. Como esta pieza de Archipelago Architects.

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