Si visitamos en Londres Westminster Abbey, no podemos dejar de ir a The Poets´ Corner. Allí veremos que hay una lápida de mármol en recuerdo de 16 escritores que murieron durante la Primera Guerra Mundial, con una curiosa inscripción sobre ella: “Mi tema es la guerra y la compasión por la guerra. La poesía está en la compasión”. La frase pertenece a Wilfred Owen, una de las plumas más brillantes del siglo XX y el mejor representante de la denominada “poesía desde la trinchera”. La Gran Guerra dejó tras de sí una herencia poética deslumbrante- Wilfred Owen, Rupert Brooke, Edmund Blunden, Isaac Rosenberg- además de muchísimos cadáveres jóvenes.
Con este clima de guerra y literatura se abre la última película de Terence Davies, Benediction ( 2021), basada en la figura de otro gran poeta, Siegfried Sassoon (magnífico Jack Lowden). Su encuentro con Wilfred Owen (1893-1918) en el hospital de guerra de Craiglockhart, cerca de Edimburgo, supuso un fogonazo de pasión y talento que recorrerá la pantalla de principio a fin, si bien Owen pronto desaparecerá de escena. Por el contrario, la larga vida de Sassoon (1886-1967), albergará un laberinto de historias marcadas por las terribles heridas de la guerra y el amor, todas ellas sin cicatrizar.
Como es habitual en su filmografía, Davies construye un personaje con inusitada elegancia y contención, sin evitar sus aristas más descarnadas. Lejos de seguir una cronología ordenada, la película es un crisol del pasado y el presente y de la paz y la guerra, toda vez que las imágenes bélicas jalonan la película de manera recurrente. Y alrededor de las múltiples facetas de Sassoon- el soldado, el hermano, el hijo, el amante, el esposo y el padre- sobresalen dos ejes que articulan el relato: su antibelicismo y su homosexualidad, dividiendo la película en dos partes casi simétricas. Resulta curioso que sean mínimas las referencias a su oficio de poeta, reducidas a algunos halagos y breves menciones del éxito de su obra, o a sus quejas, ya al final de su vida, por no haber recibido mucho reconocimiento, sobre todo en comparación con T.S. Eliot. Pero apenas se nos muestra nada de su proceso creativo, de la evolución de su escritura o de su relación con otros autores. La única excepción, como ya hemos dicho, es su encuentro con Wilfred Owen, aunque la llama de la pasión amorosa es en ellos más fuerte que la complicidad literaria. Su única conversación sobre literatura es la conmovida reacción de Sassoon tras leer el poema Discapacitado de Owen, con el que se cierra la película. Pero, pese a rebosar emoción, la escena no puede competir con la de los dos bailando un tango contra toda norma o con el dolor cruzado de silencios y miradas con que se separan para siempre. Owen moriría poco después en el frente.
Benediction es una película carnal, tejida con fibras viscerales y ardorosas, que pone la cámara en las múltiples llagas de la guerra y el amor. La representación de la guerra se logra por una impactante selección de imágenes bélicas en blanco y negro, entrelazadas con la lectura de algunos poemas y la propia vida de Sassoon, quien destacó por su heroísmo en el frente y fue condecorado, algo que la película silencia para centrarse exclusivamente en su militancia pacifista posterior. Es de destacar la maestría con la que Davies inserta cada poema, haciendo que se sincronice con un momento clave de la historia y que actúe como perfecto catalizador de recuerdos, vivencias y sentimientos . Así, la película se abre con los ecos risueños y mundanos del tiempo anterior a la guerra en Interpretación de un concierto; transmite el horror físico del frente y la inutilidad de la guerra en Muerto por heridas o Ataque; dibuja el dolor por la muerte del hermano fallecido en combate en A mi hermano o el amor filial en A mi madre. Pero para recrear el espanto de la carnicería bélica, Davies elige dos grandes poemas de Wilfred Owen: Himno a una juventud condenada, cuyos primeros versos borran ya cualquier halo heroico en la contienda: ¿Qué toque de difuntos para los que van a morir como ganado? /Solo la ira monstruosa de las armas/. Y sobre todo el broche final con los versos de Discapacitado, un desgarrador retrato de un mutilado de guerra : “Qué tarde es y qué frío. ¿Por qué no vienen / y le acuestan?.¿ Por qué no vienen?”/.
Sassoon fue recluído en el hospital de Craiglockhart por su objeción de conciencia, aunque clínicamente se le tratara de neurastenia. Fue allí donde, en largas conversaciones con su psiquiatra, habla por primera vez de “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre”, en clara alusión a su oculta homosexualidad. Debe tenerse en cuenta que por entonces la relación entre personas del mismo sexo era ilegal, y que todavía ardía la llama del escándalo y el juicio de Oscar Wilde por sus amores con Alfred Douglas, que le acarreó la ruina en todos los sentidos. Pero pese a la dureza de la ley, Benediction nos muestra a Sassoon en una arriesgada espiral de romances, pasiones y traiciones, con una promiscuidad muy propia de los felices 20. Acabada la guerra, Sassoon volvió a su privilegiada vida y a los exclusivos círculos a los que pertenecía, una acaudalada familia de origen judío. Y Terence Davies capta con gran sutileza ese barniz que recubre las élites inglesas, una mezcla de extravagancia, vida disipada, provocación y refinamiento que va desde los grandes salones a los locales más turbios. Su cámara filma la frivolidad con humor y descaro, con la misma habilidad que profundiza en el sufrimiento bélico.
Uno de los grandes amantes de Sassoon en la vida y en la película, Stephen Tennant, pasó a la historia como el más “brillante” de los jóvenes brillantes (The Bright Young People), un grupo de nobles, artistas y socialités famosos por sus fiestas salvajes y sus escándalos. Cecil Beaton, muy cercano a ellos, los inmortalizó con su cámara, y también sirvieron de inspiración para escritores como Nancy Mitford, Anthony Powell o Evelyn Waugh. Incluso se dice que el propio Tennant inspiró el personaje de Lord Sebastian Flyte, protagonista de la gran novela Retorno a Brideshead, más tarde una serie de éxito.
Las heridas de Sassoon en el amor dejaron también profundas cicatrices. Benediction muestra sin pudor la crueldad y la crudeza de los tríos amorosos que comparte y el subterfugio que busca en el matrimonio, algo habitual en los círculos homosexuales de clases altas. Pero sobre todo observamos el hastío y la amargura en un Siegfried Sassoon ya viejo, magníficamente interpretado por Peter Capaldi.
¿Qué sentimiento prevalece en este viaje de Terence Davies a la vida y el alma de Sassoon? ¿La recuperación de su figura? ¿un alegato antibelicista? ¿un retrato de la Inglaterra de entreguerras? Davies ha confesado en diversas entrevistas que en esta película exorciza sus propios demonios de homosexual y de marginado; y ha señalado también que el Grial de Sassoon es la redención, la búsqueda desesperada de la salvación, de ahí su conversión al catolicismo cuando tenía 71 años. También señala como posible causa de su amargura final la posición secundaria que Sassoon ocupa en la poesía de la Gran Guerra, toda vez que Wilfred Owen ( 1893-1918) y Rupert Brooke (1887-1915) le eclipsaron con su muerte en plena juventud. Ya se sabe que la longevidad es enemiga de la gloria y que el lema “vive deprisa, muere joven y deja un hermoso cadáver” es el camino más corto a la inmortalidad.
El alarido que atraviesa la pantalla en la escena final, con la imagen de Sassoon vestido de soldado, descarga el tormento interior del poeta y abre las heridas de la guerra y del amor, que nunca se cerraron. Unas heridas que buscan la compasión, ese sentimiento excelso que invoca el verso de Owen: “la poesía está en la compasión”. Y hay mucho de poesía en esta semblanza de Siegfried Sassoon y de un tiempo que no por lejano nos es ajeno, ahora que la guerra vuelve a estar cerca. Han vuelto las heridas- de amor y de guerra- a los noticiarios de cada jornada y de nuevo todos ansiamos, al igual que Sassoon, una BENDICION que nos allane el camino hacia el final del horror.
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