“El ser humano es la criatura que no sabe qué desear y se vuelve hacia los demás para decidirlo“.
René Girard
“Si los individuos están naturalmente inclinados a desear lo que sus vecinos poseen, o a desear lo que sus vecinos simplemente desean, esto significa que la rivalidad existe en el corazón mismo de las relaciones sociales humanas. Esta rivalidad, si no se frustra, pondría permanentemente en peligro la armonía e incluso la supervivencia de las comunidades humanas”.
René Girard
El Deseo Mimético
René Girard fue famoso, entre otras cosas, por su concepto del deseo mimético. Girard descubrió que la mayor parte de lo que deseamos es mimético, o imitativo, no intrínseco. Los humanos aprenden -por medio de la imitación- a querer las mismas cosas que otras personas quieren, igual que aprenden a hablar de la misma manera. Entender el deseo mimético es clave para entender a un nivel más profundo el mundo de los negocios, de la política, de la economía, del deporte, del arte o incluso del amor. El deseo mimético es una realidad, como la gravedad, está ahí y no lo podemos cambiar, somos criaturas que imitan. Pero darnos cuenta de su existencia nos puede ayudar a entender mejor el mundo. La verdad, según Girard, es que mis deseos son derivados, mediados por otros y que yo formo parte de una ecología del deseo que es más grande de lo que puedo entender. El deseo, como la gravedad, no reside autónomamente dentro de la persona, el deseo vive en el espacio entre las personas.
Es importante, antes de nada, diferenciar entre deseos y necesidades. La comida, el sexo, un refugio o seguridad son necesidades, no deseos. Cuando las necesidades ya están cubiertas es cuando pasaríamos al mundo del deseo y saber lo que queremos es más complicado que saber lo que necesitamos. Girard estaba interesado en comprender cómo llegamos a querer cosas cuando no existe un claro instinto en la base de ese deseo. Según Girard, son los modelos los que nos muestran lo que hemos de querer. Estos modelos pueden ser cosas o personas a los que imitamos y que por tanto moldean nuestros deseos.
La gente se cree que son ellos los que eligen directamente sus deseos, creen que hay una linea directa entre ellos y las cosas que quieren. Algo así como lo que muestra el dibujo superior. Pero la verdad sería lo que se muestra en el dibujo inferior, que la línea es curva y hace un desvío hacia un modelo al que imita nuestro deseo.
Por tanto, los deseos requieren modelos, personas que hacen que las cosas tengan valor para nosotros por el mero hecho de que ellos las desean. Siempre hay modelos para nuestros deseos aunque no nos demos cuenta de ellos. Nuestro universo de deseos es tan grande o pequeño como el de nuestros modelos. La pregunta es, entonces, si el deseo es generado y modelado por los modelos, ¿de dónde sacan los modelos sus deseos? Respuesta: de otros modelos. Nos fascina la gente que tiene una relación diferente con el deseo, real o percibida. Las personas a las que no les importa lo que otros quieren, o que no quieren las mismas cosas, nos parecen de otro mundo.
Todo esto que Girard trató antes de la existencia de Internet tiene una importancia enorme en el mundo de las redes sociales. Se habla mucho de la adicción a los móviles, a las pantalla y a la tecnología pero no se habla de la que es la amenaza metafísica más grave: nuestra adicción a los deseos de los demás. El deseo mimético es el motor real de las redes sociales.
El Fenómeno del Chivo Expiatorio
Por otro lado, cada uno de nosotros tiene deseos que si se siguen hasta sus últimas consecuencias serían peligrosos para nosotros y para los demás. Lo mismo ocurre en el nivel correspondiente a toda la sociedad: la mimesis descontrolada hace que los deseos se extiendan y colisionen porque la mayoría deseamos las mismas cosas. Caeríamos en lo que Girard llama una crisis mimética.
Girard observó que durante miles de años los seres humanos han dispuesto de una forma específica del protegerse de las crisis miméticas: converger en una persona o grupo a la que expulsan o eliminan. Este mecanismo tiene el efecto de unir al grupo y de proveer una salida para la violencia. Los individuos se protegen a sí mismos de lo que quieren -de sus deseos miméticos que les han llevado al conflicto de unos con otros- dirigiendo su deseo de vencer a los demás a un punto fijo. Alguien que se ha convertido en un sustituto de todos sus enemigos, alguien que no se puede defender…un chivo expiatorio.
Girard encuentra que, a lo largo de la historia, los humanos han recurrido al sacrificio para detener el conflicto o la crisis mimética. Cuando las sociedades se ven amenazadas por el desorden, utilizan la violencia para ahuyentar la violencia. Expulsarán o destruirán a una persona o grupo y esta acción tendría el efecto de prevenir una extensión mayor de la violencia. Es decir, se contiene la violencia por medio de la violencia. Girard llama al proceso por el que esto ocurre el Mecanismo del Chivo Expiatorio. El mecanismo del Chivo Expiatorio convierte una guerra de todos contra todos en una guerra de todos contra uno. Esto trae temporalmente la paz porque la gente olvida sus conflictos miméticos por un tiempo al descargar toda su ira sobre el chivo expiatorio.
Girard encuentra ejemplos de este mecanismo en todas las culturas antiguas. El chivo expiatorio es elegido al azar, a veces, pero siempre es percibido como diferente, marcado con alguna característica distintiva de un forastero o extranjero, algo que les hace distintos. Los chivos expiatorios son a menudos miembros del grupo que se considera que han violado la ortodoxia o los tabúes del grupo. Su conducta les convierte en una amenaza para la unidad del grupo (lo ocurrido durante esta pandemia con los no vacunados es una buena ilustración del fenómeno). Se les llega a ver como un cáncer o unos monstruosos extraños que ha violado y destruido los vínculos sociales que mantienen al grupo unido. Eliminar al chivo expiatorio es la forma en la que el grupo recupera la unidad. Nadie está libre de ser convertido en un chivo expiatorio porque durante las crisis miméticas hay una distorsión de la percepción. La gente proyecta sus miedos sobre los chivos expiatorios en lugar de hacer frente a la crisis. En la imagen se pueden ver los pasos que llevan al Mecanismo del Chivo Expiatorio:
El Fenómeno del Chivo Expiatorio tiene características muy interesantes que vemos todos los días en las redes sociales. Vemos que las acusaciones, como las lapidaciones, son peligrosamente miméticas y contagiosas. Lo más difícil es hacer la primera acusación o tirar la primera piedra. ¿Por qué? Porque no hay un modelo para ella. Pero una vez que se hace la primera acusación las siguientes son mucho más fáciles porque se cambia la percepción de la realidad. Y con cada nueva acusación hay más modelos. La ira se extiende más rápido que otras emociones -como la alegría- porque se disemina fácilmente cuando los lazos entre la gente son débiles, como ocurre en las redes sociales. Una turba es un organismo hipermimético en el que los miembros individuales pierden su agencia individual. El contagio mimético destruye las diferencias individuales y la psicología de la masa es diferente a la psicología individual. La violencia de la masa se ve como justa. Ellos no la empezaron, sólo están administrando justicia. El Mecanismo del Chivo Expiatorio no se basa en la culpabilidad o inocencia del chivo expiatorio. Se basa en la capacidad de la comunidad para usar un chivo expiatorio para conseguir su resultado deseado: la unificación, la curación, la purga, la expiación. El chivo expiatorio cumple una función religiosa.
A lo largo de la historia los chivos expiatorios han compartido una serie de características comunes. Son personas que por una razón u otra se diferencian de la masa y pueden ser fácilmente identificados. Bien tienen personalidades extremas o neurodiversas (autismo), o están en los márgenes de la sociedad (pobres o vagabundos), o tiene conductas desviadas por su estilo de vida o sexualidad, etc. Pero todos los chivos expiatorios tiene el poder de desactivar el conflicto mimético y de unir al grupo. Los sacrificios sustitutorios impregnan toda nuestra cultura. Girard consideraba el Mecanismo del Chivo Expiatorio como el prototipo de un acto religioso o sagrado. El sacrificio siempre parece justo y apropiado. Nuestra violencia es buena violencia; la violencia del otro bando es siempre mala.
El problema del Mecanismo del Chivo Expiatorio es que controla el desorden social y el conflicto mimético y une al grupo por un tiempo. Pero tarde o temprano tiene que volver a repetirse siguiendo el ciclo que puede verse en la imagen. En la civilización occidental moderna el Mecanismo del Chivo Expiatorio ha perdido efectividad, como una droga que induce tolerancia. Esta debilidad la podemos observar en los ciclos de 24 horas de las noticias, de la TV y de las redes sociales. Solo hace falta que pasen unos días, o incluso a veces sólo unas horas, después del sacrificio de un chivo expiatorio para que se vuelva a pedir más sangre y destrucción.