Luxorexia

Fotografía Cecil Beaton

Estamos en verano, tiempo propicio para jugar a sentirnos ricos: Viajes, compras, dietas, cuerpos morenos y atléticos. El imperio de la imagen, la tiranía de la publicidad, el atractivo del escaparate imponen sus efectos anestésicos sobre las conciencias humanas. La sociedad de consumo se basa en la generación continua de sentimientos de insatisfacción. De ahí vienen enfermedades como la compra compulsiva, o esa patología del hiperconsumo postmodeno llamada “luxorexia” (o lujorexia). El término apareció en “The Sunday Times”, en enero de 2007, en un artículo titulado ‘Meet the Luxorexics’, en el que hablaba de los deseos desmedidos e insuperables de consumo de objetos “lujosos” que afectan a algunos millonarios, obsesionados por mostrar al mundo su “poderío” al tiempo que su neurótica necesidad de ostentación. Algunas de estas conductas alcanzan tal grado de excentricidad que casi dan risa, sino fuera por que son tan estúpidas como injustas.

Fotografía Cecil Beaton

Al parecer Sharon Stone invitó a Octavio Paz en avión privado sólo para charlar un rato de poesía. Victoria Beckham se desplazaba por Madrid con su séquito de todoterrenos y guardaespaldas para comprar patatas fritas de su marca preferida. Su esposo David gasta miles de € en calzoncillos que usa y tira, nunca repite. Paris Milton, no sólo será la primera celebridad que viaje al Espacio, sino que ha comprado un terreno al lado de la tumba de Marilyn para enterrar a su cabra. Mariah Carey que se baña con su perrita en agua mineral francesa. Luis Miguel exige cortinas negras en su habitación para que los rayos solares no alcancen su piel. Jennifer López exige todo lo contrario: todo blanco, paredes, mesas, sillas, sábanas. Brad Pitt pagó 20.000 dólares por plantas exóticas que nunca recogió del vivero. Britney Spears pide que siempre haya ensaladas de langostinos, bebidas energéticas y chicles. Paulina Rubio manda una lista con peticiones una semana antes del concierto: habitación negra, espejo de cuerpo entero… Shakira pide que la trasladen en limosina negra con ventanas polarizadas y mucha fruta en el camerino. Joaquín Cortés pidió un camerino decorado con tulipanes blancos, además de velas de incienso con aroma de vainilla. Paco el Pocero presume de tener un yate mayor que el de la Familia Real. Etc.

Fotografía Cecil Beaton

Ahora bien, lo que de verdad nos debe importar es cómo nos afectan a los seres humanos de manta y mochila esas anomalías. Posiblemente seamos muchos los que, en grado menor pero no menos anómalo, busquemos en la adquisición y ostentación de objetos lujosos ocultar una vida desgraciada o vacía, de modo semejante a la morbosidad que asolaba al famoso “Ciudadano Kane”, que nunca logró encontrar entre sus inconmensurables riquezas ese amor y esa amistad que no tienen tasa ni precio.

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1 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    Quizá no solo se trata de caprichos caros u objetos de lujo para denotar status y diferenciarse o sobre todo ser inmediatamente diferenciad0s. Es interesante (aunque también puede manipularse) el concepto de ‘luxury beliefs’ o Creencias de lujo donde los objetos se comvierten en convicciones morales, a veces muy radicales, que se aducen como rasgos de distinción sabiendo, en el fondo que nunca se va a pagar ningún precio personal por hacerlo. Es un concepto que ha puesto en circulación Rob Henderson y que puede leerse aquí https://ethic.es/2021/09/las-elites-y-las-nuevas-creencias-de-lujo/ y escuchar aquí https://quillette.com/2020/07/31/podcast-102-rob-henderson-on-why-upper-middle-class-whites-have-gone-woke/

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