La incomunicación en el mundo actual no es tanto el silencio como el ruido de la información, el bullicio, la algarabía, que dificultan escuchar, pensar, entender, responder, e impide comunicarse.
Vivimos en la era de la comunicación, y, sin embargo, una inmensa mayoría padecen (padecemos) incomunicación
En la actualidad, más que hacer cosas, más que ser felices, más que ser importantes, lo que importa es parecerlo, que los demás lo sepan o lo al menos lo crean. En la era de la comunicación, lo que no se comunica, simplemente no existe, o si existió fue fugaz y se extinguió. Curiosa paradoja, en la era de la comunicación lo que más cuesta es comunicarse. La incomunicación es la gran amenaza, una dolencia convivencial de la humanidad, que sobrevive como puede a los avatares de convivir incomunicados.
La incomunicación es sentir el dolor de la soledad en silencio
La soledad puede ser objetiva o subjetiva, pero sólo es soledad si se suma al sentimiento de incomunicación. El silencio puede ser magnífico o aterrador, pero sólo es insoportable si se asocia al reconcomio de la incomunicación. Se puede estar de soledad y silencio encaracolado sin sufrir, pero padecer soledad en medio de una gran muchedumbre ruidosa es peor, o en tu propia casa rodeado de tu ¿familia? o de tus cacharros ruidosos. Estas soledades son peores, pero no la hay peor mayor que la de la “abuela” cuyos nietos no parecen percatarse de su existencia, o que le prestan la misma atención que a cualquier otro enser de la casa, un semoviente camuflado entre los muebles.
En el principio no fue el verbo, fue el grito
Más tarde vinieron los fonemas sonoros para llamar a las cosas y apelar a las causas. Luego se compusieron frases, para acomodarse a los cuatro ejes de la existencia: a las tres dimensiones de las cosas y al tiempo preternatural de las causas. Allí tal, acá cual, arriba esto, abajo lo otro, antes estaba yo, luego tú… esto es mío, esta fuente, esa manzana, ¿de dónde viene todo esto? Esto, una pregunta, fue el origen de la práctica, la técnica y la cultura. Más tarde se supo distinguir el uno del dos y el tres del muchos, y ya está… el idioma y sus normas, sus giros, bromas, juegos, canciones, tipismos, reglas y tabúes, aritméticas y geométricas, y todo fluyó veloz hacia el Diccionario de la Real Academia de la Humanidad, que ya no hay quien lo entienda. Hemos vuelto al grito.
Las cosas sólo existen cuando se las nombra
Paisajes, patrias, sentimientos, bellezas, artes, cosas… sólo cuando alguien las llama y las muestra cobran existencia tangible en los órdenes de lo humano, sólo desde el momento en que son comunicables “son”, antes eran sólo vagas presencias, pre-esencias. Miedo, querencia, instinto, dolor, amor, odio, ansiedad, alegría, pavor, sentimiento, afecto, seducción, comunicación, incomunicación, incomprensión, soledad, miedo, muerte. Inseparables eslabones que nos llevan desde el horno de los sentimientos a los ingenios informáticos. Ese es el proceso crudo, por mucho que tratemos de adobarlo con cultas especias.
El mundo está hecho un lío con tantas lenguas
Tenemos mucha suerte los seres humanos, somos los animales más inteligentes del Planeta, somos capaces de ir a la Luna en varios idiomas, pero eso no es nada comparado con lo de inventar lenguajes para in/comunicarnos, pero no parece que aprovechemos bien esas facultades. La lengua es la verdadera patria humana; ¡no reconozco otra!, aseguran muchos poetas. Pero no mi idioma o el tuyo, no mi dialecto o el tuyo, no mi jerga o la tuya, no. La verdadera patria de los seres humanos es el habla que los permite entenderse, comunicarse, o incomunicarse, cuando les conviene.
La verdadera naturaleza de la mariposa es la de gusano
La patria del arte es el mensaje, no la belleza; esta sólo es el medio de seducirnos para que nos acerquemos a contemplarlo. Dicen que el verdadero arte no tiene principios ni fines, pero no es cierto. El principio y el fin del arte son la comunicación. Por eso dicen que el arte es tan importante, y tan caro. El verdadero arte no tiene precio, pero si coste. La belleza por si sola es barata, te basta con mirar al cielo al amanecer. Pero cuando la belleza se convierte en arte la cosa cambia. El arte es estupendo, pero nunca es gratis.
La razón y el corazón no mantienen buenas relaciones
Como una pareja mal avenida, con frecuencia discuten, se enfrentan, se desentienden y se divorcian. Lo malo es que eso casi siempre ocurre dentro de un mismo cerebro. El cerebro humano es un ingenio informativo, comunicacional, extraordinariamente dotado para entender lenguas. Pero tiene un gran inconveniente, que tiene un manual de uso tan complejo que ni siquiera su propio dueño es capaz de entenderle. Y eso es grave, pues para la buena salud del cerebro la comunicación es esencial, es la grasa, las vitaminas y las pilas, todo a un tiempo. Sin ellas empobrece y se apaga, y luego ya no hay quien lo encienda de nuevo.
La felicidad no es un estado del ser, es sentir el ser cohesionado
No se es feliz, a lo sumo se está y ya es mucho. Los seres animados nacen se nutren, se relacionan, se reproducen y mueren. No hay más en la vida de los seres vivos. Ni menos. Si algo de eso te falta estás muerto. El truco para pasar bien por esos tragos es la comunicación, la relación que estableces con los alimentos, con los demás, con las cosas. Si esa relación es buena la llamamos “vida feliz”, si es mala ni siquiera es vida. Vivir es relacionarse y comunicarse, lo demás a lo sumo es sobrevivir. Así pues, aprendamos a relacionarnos, a comunicarnos, y viviremos
El lenguaje es un paisaje lleno de cuevas
Oscuras unas, insondables otras, unas veces conectadas, otras clausuradas, pero en todas cabe esperar que al final aparezca una luz, una grieta de claridad, si se saben sortear trampas y errores. Esas cuevas son las que exploran los aprendices de idiomas, los estudiantes de lenguajes. Ellos las tantean a ciegas, las sondean en sus viajes iniciáticos, y al final, como en un milagro, surge la luz de la comprensión y en sus mentes se instalan los planos de la cueva. Así, de repente, los idiomas se instalan en sus mentes, se convierten en única patria que al hombre acoge. Un idioma es una casa que habitamos muchos y que nunca se llena. Más a veces dos paisanos que habitan en una misma casa, en un mismo idioma, se comportan como insensatos, se pierden y no vuelven a encontrarse, se desentienden mutuamente y mueren de incomprensión. Esos son los peligros de no entenderse en un mismo idioma.
El alimento más vitaminado para un niño son las palabras tiernas de su madre
También las de su padre, aunque éstas suelen tener más proteínas. El principal alimento del cerebro de un niño no es el fósforo, es el aliento templado que exhalan las palabras amorosas de sus madres. Esos son los enlaces químicos que componen eso que se llama familia. Enlaces físicos y químicos, que se convierten en emociones e inteligencias, en normas de convivencia y en derechos de herencia. Todo eso sucede porque una familia es como un lenguaje. O, mejor dicho, una lengua es una gran familia. Los que la hablan y sus palabras son como los hijos. Lenguaje y familia son dos atributos esenciales de la vida humana, tal vez los más esenciales.
Las relaciones entre padres e hijos casi siempre acaban como empiezan: hechas polvo
Los padres sermonean y no escuchan, los hijos gritan y tampoco escuchan, ambos usan un mismo idioma, pero no parecen usar la misma lengua. El lenguaje familiar es un mal negocio, y sin embargo, una familia es tan rica como su jerga peculiar de frases hechas, ese idioma que sólo ellos hablan y entienden, lleno de gestos, guiños, entendidos y sobreentendidos, mensajes implícitos o inefables, silencios a voces, o gritos mudos.