Pasolini, su muerte, y la de Dios

50 años de la muerte de Pier Paolo Pasolini

A medio siglo vista del asesinato (a todas luces político) de Pier Paolo Pasolini lo único que se me ocurre apostillar es lo más gordo: que ya no se puede vivir así, que meterse entre pecho y espalda las injusticias del mundo termina por minar tu salud hasta que llega un sicario a hacerte el favor de abreviar el plazo. Porque, o mucho me equivoco, o Pasolini, como Simone Weil, sentía con fuerza imperiosa la pregunta acerca de cómo justificar el vasto dolor humano, ya que no se puede evitar. De nada sirven todas las tensiones de la Historia sistemática de Hegel si ello todavía origina una lágrima en un niño, decían los teólogos de la liberación, pero eso no hay cuerpo que lo aguante. A Pasolini le acontecía eso mismo, que todas sus artes (cine, literatura, ensayo, poesía…) estaban lastradas de la mala conciencia de un señor que se sentía involucrado en todos los males del mundo. No en vano, rodó la mejor película del Redentor jamás concebida, a partir del evangelio de Mateo, si no recuerdo mal. Pier Paolo, puesto que era comunista sin partido, entendía que Dios ha muerto, pero tal vez se le escapaba que la tremenda carga de la divinidad (Dios es un Señor que está tan por encima del hombre precisamente porque asume voluntariamente y tal vez con júbilo una tarea mayúscula e incesante) no puede recaer en un hombre, ni siquiera en una miriada de hombres. Ese es, me parece a mí, el límite: es nuestro impulso moral hacer lo mejor que podamos en aras del mejoramiento de la totalidad, pero los tropiezos, los retrocesos, los desastres y las muertes en una playa arrabalera nos superan… 

Dios ha muerto, pero que espabile ya. Nadie podemos hacer su trabajo. Y el que dice hacerlo es un monstruo. Pasolini, tratando de mil maneras de reemplazar a Dios no conseguía más que sufrir, irse de chapas y terminar mal. Tal vez sean malos tiempos para la lírica, pero para la teología política no te cuento…

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1 Comentarios

  1. says: Óscar Sanchez

    Hasta de las vacas se compadecía…

    “Y vacas por las calles: vacas que caminaban mezcladas con la multitud, que acurrucaban entre los acurrucados, que deambulaban con los deambulantes, que detenían su marcha entre los que se detenían: pobres vacas cuya piel se había vuelto de barro, obscenamente flacas, algunas pequeñas como perros, devoradas por los ayunos, con la mirada eternamente atraída por objetos destinados a una eterna desilusión. Era casi de noche y ellas se acurrucaban en los cruces, junto a algún semáforo, ante los portales de algún desordenado edificio público, montones negros y grises de hambre y desconcierto.”

    P. P. Pasolini, El olor de la India, 1961

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