Plácido 24 de Nivôse

Hubo un tiempo en que a la idea de caridad se le oponía la noción de justicia e incluso se soñaba con un mundo que proveyera de una protección social mínima a los más desfavorecidos, a los que habían perdido pie en ésta, muchas veces, cruel sociedad donde todos estamos sometidos a tantos imponderables.

Se comprende que todo es muy difícil, que han fracasado algunos intentos o no han salido bien del todo, que a menudo se han conseguido resultados paradójicos a pesar de las buenas intenciones. Pero se sabe que se pueden hacer cosas, que no todos los países son iguales, que hay sitios donde es más fácil nacer y envejecer, donde la vida es más amable para la mayoría e incluso la muerte más dulce. Donde se considera que los seres humanos merecen una oportunidad de formarse, trabajar dignamente y controlar sus vidas. Eso es lo que siempre se ha conocido por humanismo o progresismo. Antes de que algunos decidieran escupir sobre esas palabras y convertirlas en un insulto.

 

 

Con la crisis económica brotan de nuevo los mendigos en los portales de los bancos y cajas de ahorros, en los rincones de las plazas. en las puertas de las iglesias y también aumenta la propaganda de los “bancos de alimentos” y otras organizaciones caritativas.  A la vez, cuando más se necesitan,  se desmontan los servicios sociales dependientes del estado que, en este país,  apenas habían nacido en comparación con otros desarrollados. Se disminuye la ayuda a domicilio, a la dependencia, los comedores escolares…y a cambio aumentan los conciertos benéficos, los mercadillos llenos de millonarios famosos, las limosnas de domingo que tanto tranquilizan la conciencia después de la misa de doce, justo antes de ir a la pastelería o al vermut.

 

 

Es todo muy difícil. Seguro que, en todos estos años, el dinero se tenía que haber gestionado mejor, con más rigor, con más controles, con más sabiduría, con menos picaresca y mentalidad de estúpidos nuevos ricos. Pero hay algo que huele mal. Se percibe mucho alivio, en cierta gente que sale mucho por “las teles” o en las revistas del corazón, porque las aguas hayan retornado a su cauce, porque cada uno haya vuelto a su sitio natural y ya se quede ahí para siempre,  donde creen que les corresponde. A ser posible con una sonrisa agradecida por las migajas que le tocan.

Ser progresista era, sigue siendo, aspirar a construir países prósperos y más justos donde el dinero de cuna no sea el único argumento.  No  utilizar el estado para ayudar a enriquecerse o mantener los privilegios de unos pocos, sino para redistribuir recursos y garantizar una igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Se podría comenzar por que cada uno pagara los impuestos que le corresponden, en vez de jugar de nuevo a la caridad o utilizar la sensiblería de la Navidad para dar limosnas  o regalar juguetes inútiles o volver a “sentar a un pobre en la mesa” como en otros tiempos oscuros.  Ha llegado la hora, de volver a ver “Plácido” de Luis Garcia Berlanga. Feliz 24 de Nivôse  de 2013.

 

Fotos: Guillermo González Granda

 

 

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
El trompetista
Dirán lo que quieran pero vivimos una época extraordinaria. Uno puede volver...
Leer más
Participa en la conversación

2 Comentarios

  1. says: anonimo

    Si mis impuestos llegaran a buen puerto no me importaria pagarlos. Visto lo que hay prefiero estafar a hacienda y hacer un donativo a medicos sf.

Leave a comment
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *