A veces se espera que las ideas, que las palabras, broten como el agua de una fuente y si eso no ocurre con los primeros intentos sería la evidencia más clara de la falta esencial de talento. De inmediato, se ponen frente a frente la necesidad y la imposibilidad de escribir, algo que es fácil vivir como una tragedia irresoluble, como si dos dimensiones de uno mismo no estuvieran a la misma altura y pudieran frustrar una vida entera.
Sin embargo hay que tener paciencia. Saber que la vida es otra cosa y que el reto fundamental es aprender a vivirla con cierta inteligencia para luego poder contar algunas cosas, si apetece, con la mirada que hayamos conquistado. Lo que siempre es un reto posible si apetece hacerlo y no hemos dejado de leer y de escribir de cualquier manera posible. Cada uno dentro de sus posibilidades.
A veces, lo más importante es saber liberarse de esas manos que agarran de las solapas y que exigen no se sabe qué cosas, generalmente irracionales, estereotipadas o simplemente estúpidas. Nadie puede escribir nada bueno con una pistola en el pecho.
No se trata de la literatura o la vida. Se trata de la vida y la literatura. En esto también elegir es renunciar.
“Mi interés en la forma podría ser… un indicio de segunda categoría. Así que hay que enfrentarse a estas cosas. En realidad no importa que uno sea de primera, de segunda o de tercera categoría, pero sí es de vital importancia que las aguas encuentren su propio nivel y que uno haga lo que pueda con las facultades que le han sido dadas. Es ocioso empeñarse en lograr cosas que están más allá de nuestro alcance, del mismo modo que es completamente inmoral ser negligente con las cualidades que uno posee. Yo no estoy interesado fundamentalmente en el artista. Lo uso para tratar de ser un hombre feliz, lo cual es mucho más difícil para mí. El arte me resulta más fácil. La vida es lo que resulta más difícil. “
Lawrence Durrell