La tarde de un sábado puede ser muy larga y llena de sensaciones si se tiene entre las manos una buena novela. De pronto se descubren párrafos que reflejan emociones que se saben reales o que, al menos, son significativas para uno mismo porque tienen que ver con la visión que se ha tenido siempre de algunas cosas; que explican algunas decisiones que se tomaron o que no se tuvo el impulso de tomar; que describen, de una forma muy precisa, lo que no nos gusta o lo que seguimos anhelando como un sueño.
A veces una descripción es una perla para guardar en el cofre de los tesoros que ya están a salvo de la desmemoria, una llave para encontrar algunos motivos para seguir viviendo, señas de identidad que precisamos mirar de vez en cuando para reconocernos o buscar, sin equivocarse, a los cómplices que andan por el mundo.
Y a veces la luz de descubrir otro matiz de la experiencia que amplía el horizonte o puede mitigar un dolor. Eso que tan bien expresa Pavese. …
“Todo poeta se ha angustiado, se ha maravillado, ha gozado. La admiración por un gran pasaje de poesía no lo es nunca por su sorprendente maestría, sino por la novedad del descubrimiento que contiene. Aunque sintamos un pálpito de alegría al encontrar un adjetivo acoplado con acierto a un sustantivo, que jamás se habían visto juntos, no es asombro ante la elegancia de la cosa, ante la prontitud del ingenio, ante la habilidad técnica del poeta lo que nos conmueve, sino maravilla ante la nueva realidad puesta de manifiesto.”
CESARE PAVESE “El oficio de vivir”
Bellas palabras.