Un western: Río Bravo (1959)

 

 

Creo que nos gusta el western porque es elemental. En realidad, igual nos da que represente el pasado idealizado de los norteamericanos o de cualquier otro lugar o tiempo imaginarios. Funcionan tan bien porque todo es sota, caballo y rey, sólo se trata jugar bien y astutamente con muy pocas cartas, cartas marcadas de género, por así decirlo. Un pistolero, un forajido, una dama contestona, una puta rehabilitada, la Ley, los cuatreros, el rebaño, los indios, el pueblo en construcción, la barbería, los largos viajes, un cactus, el horizonte… Ángel Fernández Santos escribió un libro magnífico y casi lírico acerca del western, Más allá del Oeste, donde se atrevía a transcribir diálogos de westerns apenas conocidos, diálogos cortos, secos, elementales también. Yo no sé si el western es un género “sólo de tíos”, por aquello de que se caracteriza y decapa un concepto muy acusado de la hombría, mientras que los personajes femeninos raras veces trascienden un papel francamente subordinado. Pero lo que sí sé es que hasta el feminismo parece haber aceptado las convenciones del género, y no acostumbran a pedirle lo que no puede dar so pena de distorsionarlo gravemente (como ocurrió con aquella Rápida y mortal de Sharon Stone, que para hacerse algo creíble precisó de la presencia de un tipo duro acompañante en el físico juvenil de Russell Crowe).

 

 

A mí me gustan muchos, muchísimos westerns, antiguos y modernos. Me gustó Apaloosa, me gustó mucho más El tren de las 3 y 10 (hacia Yuma, de nuevo con Crowe), frecuento incluso las tres largas películas del Oeste de Kevin Costner (Bailando con Lobos, Wyatt Earp, Open Range), disfruté también, como medio mundo, con Sin perdón, esa película protagonizada por Gene Hackman. Pero mi predilecta entre los clásicos es Río Bravo, de Howard Hawks, decididamente, y pese a que respeto enormemente toda la filmografía cowboy de John Ford, entre otros. No desconozco, desde luego, que John Wayne, además de usar peluquín en sus últimos años, fue un patriotero hasta el asco cuando en el vergonzoso macartismo de los cincuenta no sólo apoyó públicamente la cruzada sino que también delató a algunos compañeros de Hollywood. Estoy enterado y me decepciona, pero por otro lado no me extraña tanto: parece que Marion -el verdadero nombre de Wayne era nombre de mujer- entendió un poco simplonamente que para estar a la altura de su célebre personaje debía convertirse en sheriff de la Ley y el Orden también en esto, como si fuese el virtuoso delegado de pasillos de una high school americana y eso le diese derecho a chivarse de las travesuras de sus inmorales condiscípulos. De modo que no diré que no me importa en absoluto, pero sí que agua pasada no mueve molinos, al igual que dentro de unos años el hecho de que Clint Eastwood, otro republicano ferviente oriundo del Far West, hable a favor del papanatas de Donald Trump nos parecerá anecdótico dentro de su variada carrera (tan anecdótico como espero que termine por ser política e históricamente el propio Donald Trump, pero nunca se sabe…)

 

 

No obstante, Río Bravo no es únicamente otro western de John Wayne. También lo es de Dean Martín, Walter Brennan, Angie Dickinson e incluso ese imberbe ruiseñor de Ricky Nelson. Juntos fabricaron un relato “de interiores”, como lo califica Roman Gubern, excelente y sugestivo, un “western de cámara”, como también se le ha llamado, al que el tiempo no robado un ápice de fuerza. Gilles Deleuze, en sus tratados de iluminado filosófico sobre cine, alaba también el estilo de Hawks en este y otros filmes, y nos dice de ellos algo que, por una vez, resulta casi inteligible: “Aquí, por el contrario, lo inesperado, lo violento, el acontecimiento llegan del interior, mientras que el exterior es más bien el lugar de la acción acostumbrada o premeditada, en una curiosa inversión del afuera y el adentro” (pág. 234, La imagen-movimiento, Estudios sobre cine, 1, Paidós Comunicación).

 

 

 

Me cuentan, asimismo, que directores contemporáneos como Peter Bogdanovich o Wim Wenders se rinden también ante el encanto épico, o micro-épico, de Río Bravo. E incluso parece que Quentin Tarantino la utiliza como test de prueba con sus nuevas novias: si les gusta, se queda con ellas, si no, supongo que también… -Tarantino es carismático, pero está lejos de asemejarse a Apolo. Pero lo bueno, en cualquier caso, es que las referencias cultas no van a mejorarnos, ni tampoco a estropearnos, el buen rato de ver la película, una película que cuenta ya 57 años. Yo la vi por primera vez cuando era casi un niño una tarde de domingo y me lo pase estupendamente, sin análisis ulteriores. Y esa fue la manera, con toda seguridad, en que la vieron los espectadores de 1959: creyéndoselo todo, sintiendo la amenaza de los malos, sufriendo a la vez que riéndose por la fragilidad gruñona de Stumpy, deseando que el atolondrado de Dude no vuelva a la bebida, aguardando a que el niño chulito del sombrero se decida a ponerse del bando correcto, queriendo que la chica forastera consiga vencer la dureza rocosa del hombre siempre fiable, siempre honrado, el héroe a quien han ido realmente a ver, John Wayne (y no a Marion Robert Morrison, estrella de cine, también conocido como el  , amigo del gobierno, que ese no les toca en nada ni les importa un bledo).

 

 

El western, ya digo, es un género muy elemental, a diferencia, por ejemplo, de una película sobre la Mafia. Hay Mal, en la figura de abusones o delincuentes que quieren capitalizar el futuro para ellos solos, y hay Bien, bajo la forma de tipos solitarios que arriesgan la vida para que la civilización siga su curso. Entre medias, un revolver o un rifle, y el azar de manejarlo más rápido y con mayor puntería que el adversario. Así de sencillo. El mundo real siempre es ambiguo, es la ambigüedad radical y absoluta, como demuestra la biografía de Wayne y la de cualquiera de nosotros, si somos honestos con nosotros mismos. Pero podemos darnos un festín de maniqueísmo, e imaginar que la vida sólo reclamase de nosotros resolución y valor. La película, para verla como si nos la encontrásemos de repente una tarde cambiando de canal, está entera en Youtube:

 

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