¡Que al menos sirva para algo a alguien! Ese es el espíritu de cualquier autor, que, de serlo realmente, debería ser capaz de alimentar la mente de sus lectores, acrecentarla y fortalecerla, pues siempre que creamos algo aumentamos la vida, nunca la disminuimos. Los grandes avances de la humanidad han sido “autorías” (del lat. augere) de personas imaginativas y valientes. Primero buscando soluciones para sus propios problemas y luego aplicándolas a los de otros. Por eso opino que crear, compartir y “compartirnos” es el único método para salir de ésta que, erróneamente, llamamos crisis.
En efecto, esta situación lleva gestándose décadas, y para resolverla hay que ir más allá y más alto. Sus principales “autores”, los políticos y sus engendros financieros, no saben hacerlo. Sólo saben aplicar soluciones ramplonas e inútiles. Pensemos en el paro, un subproducto de la revolución industrial. No desaparecerá mientras no logremos modificar el sistema social. No necesitamos más coches, ni más teles, sino más inteligencia y solidaridad, para compartir los coches y teles que las máquinas hacen de forma eficiente y barata. ¡Que trabajen ellas!, mientras nosotros nos dedicaremos a inventar, mejorar y compartir. No es momento para la vulgaridad, sino para la creatividad. No es tiempo de resignación, sino de rebeldía. Y éstas no son tareas para partidos y gobiernos que pertenecen a una época que acabó hace tiempo.
Estamos a las puertas de una nueva era que podríamos llamar “Trans-humano-técnica”. Una era sagaz y valiente, en la que los productos de la mente no serán cosas, sino ideas, creaciones y relaciones entre seres humanos. Necesitamos mentes despiertas y atrevidas que ingenien nuevas formas de producción y relación, una gran revolución mental solidaria, humana y técnica. Inteligencia hay, medios sobran, pero nos faltan líderes que nos guíen hacia ese nuevo mundo valiente, solidario y pacífico. Esa es gran la tarea pendiente, y, o la logramos, o nos ahogaremos en sangre, sudor y lágrimas.