Hablar despacio

Fotografía Elizaveta Porodina

Amistad

Abandonaría mi casa, el paisaje,
mi propia extrañeza ante lo desconocido.

Los caminos serían hermanos de leche

y los pueblos y las ciudades renovados hogares
si así me lo pidieses y tu voz susurrante
escuchase en la atroz distancia.

Acudiría con mi ejército enseguida

si la guerra convocases;

arrasaría, como una estrella moribunda
justo antes de desaparecer,

al enemigo que sufrimiento te infligiera,
y tu alegría yo preservaría

como si fuera la reliquia primigenia:
llevada sería a mis templos

como fe verdadera.

Me entregaría cautivo si necesitases
como precio de rescate mi agonía,
si con ello libre puedes acogerte

a la inmensidad de la vida.

Compartiríamos la felicidad del mundo,
sorbiéndola toda, con el egoísmo avaro
del ladrón hambriento,
y nuestras risas se convertirían en eco
que recorrería cada rincón del mundo.

A mi hogar regresaría, la paz
guardaría con celoso sigilo
mientras supiera que mi amigo
entre lujuriantes bienes anida.

Fotografía Elizaveta Porodina

Casandra

Las fuerzas ya te han abandonado.
Sientes el pálpito lenticular de tu sangre,
chorreante,

susurrar a tus manos, a tu rostro,
a tus ojos pálidos de colérico cielo:
surcas las olas con la indiferencia
del cautivo.

Tú, que nunca besaste tierra extraña

y con tu integridad engañaste la piel,

a ti el dios luminoso te cubrió de sombra:
«dude el hombre, y la mujer, de tu palabra;
sea el malvado el primogénito del mundo».

Pero tú renegaste del oráculo.
Cruel destino forjaste

para aquellos que tu corazón amó.
Tu padre muerto yace todavía
en el carnoso hueco de tus palabras.

Ahora obedeces la lengua del devenir.

Un leve temblor recorre tu cuerpo,
pero silencias el miedo y urdes lentamente
tu razón:
por fin la tierra, la cálida muerte,
[ambas
llegan prestas a tu llamada:
sentirás el roce del vestido,
su inmaculado tacto,
la leve brisa enroscándose en los cabellos,
el alfiler que se desprende de la sonrisa
justo antes de arrebatarte tu adormilado transitar.

Fotografía Elizaveta Porodina

Paraíso

Sentada en el borde de mi cama
te imagino todas las mañanas
al levantarnos,
con el café broncíneo
y tus vertebrales manos apoyadas
en el borde de la cama,
hundidas en el colchón
esperando una nueva herencia de amor.

Y me muerdes los labios mientras te acaricio
la respiración entrecortada,
nutriente vertiginoso
la cartografía de tu cuerpo
pasando las horas y el día.

El café se quema y se deshace
pero nosotros somos reloj
y no habrá perdón para los elementos.

Dejemos que tuiteen nuestra desidia.

Hablar Despacio salió a la venta en noviembre de 2019. Pueden adquirirse ejemplares aquí

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