Tras enterarme en el autobús del fallecimiento de Richard Corben, al apearme descubro que este fin de semana hay una exposición de ilustradores en pleno centro de Madrid. O sea, que esas cosas todavía se hacen, pese a la infografía y el diseño gráfico. Cuando yo quería ser dibujante de cómics, allá por los ochenta, los ilustradores máximos eran este Richard Corben que la palmó ayer, Bill Sienkiewick y Boris Vallejo que, hasta donde yo sé, nunca hizo cómics. Me parece recordar que Corben era infinitamente más célebre, era el tipo gracias al cual un álbum mensual de la revista 1984 se vendía, aunque te diese las historias troceadas por capítulos cortados a machete, y aunque los guiones fueran más malos que la madre que los parió. No digamos ya si Corben se encargaba de la portada. Nadie había hecho nada así antes, o por lo menos en España no habíamos visto nada semejante nunca. Moebius estaba muy bien, Moebius era grande –hasta Enki Bibal no estaba mal-, pero no modelaba esas formas cárnicas que parecían salirse de la página, y desde luego Moebius no sacaba desnudos (en parte porque así podía fantasear estupendamente con las vestimentas). Corben, en cambio, era puro orgón de Wilhem Reich traducido a viñetas y con una puesta en color difícil de creer –lo mismo cabe decir de Vallejo. Un amigo y yo creíamos que ese color se hacía con aerógrafo, así que durante una larga temporada lo que más deseábamos en el mundo fue tener un maravillloso aerógrafo. El aerógrafo, y Corben, nos parecían el último grito de la estética, la cosa más moderna y puntera jamás concebida desde el hombre en la Luna. Sin embargo, hoy descubro que no, que esa paleta casi tridimensional se debía a algo llamado “fotolitos”, que ni sé lo que es. Es igual, ahora que me he hecho mayor jamás me he acordado de adquirir un aerógrafo, esa pistola/láser de la creatividad…
Leer “Den” era el acto más transgresor que podíamos hacer los adolescentes del posfranquismo (ni que decir que, 35 años después, continuamos en el posfranquismo, lo cual es estupefaciente, como diría Ortega y Gasset). Bueno, Den y “Anarcoma”, de Nazario, si eras gay o más underground aún que el mundillo Metal Hurlant de Corben. No sólo Corben era el más impactante de los ilustradores, el que forjaba imágenes weird más poderosas, es que además era el más sincero de los creadores de la época. ¿De qué trataban, en realidad, esos cómics de fantaciencia tan endebles narrativamente hablando? Pues de adolescentes con picorcillos muriéndose por ser un tipo cachas que mata hombres y se aprieta mujeres. Pues de eso, justamente, iba Den, sin tapujos, directamente, a lo basto, instinto básico, y encima el tal Den calzaba un aparato digno del actor porno mejor pagado del mundo –y eso sí que es innovador, puesto que los pitos siguen sin salir hoy en ninguna película o cómic que no sea explícitamente pornográfica. Den luchaba, amaba y viajaba completamente desnudo, y las reinas, brujas o doncellas con las que copulaba -¡más allá de la cópula del trueno!- tenían unos pechos tan grandes que casi parecían musculados. Creo recordar que estas chicas tan liberales denominaban al miembro de Den –se me acaba de ocurrir que las últimas letras del nombre y apellido de Corben dan precisamente Den- como su “bestia”. En fin, ese tipo de cositas no de capa y espada, sino de evasión y masturbación. Si hoy alguien quisiera realizar una película sobre Den primero tendría que ponerle taparrabos, y luego contrataría sin duda a Vin Diesel, tras una exposición del actor a los rayos UVA. A mí todo ello me atraía tanto como me daba miedo, esa es la verdad.
Lanzado Den al mundo, allá donde tocara Corben todo se hacía de oro. Era el Rey Midas del cómic prohibido. Anoche, por casualidad, vi Videodrome, de David Cronenberg, que es de esos mismos años. No me gustó demasiado, aunque tiene su cosa desagradable –no tantas cosas como cree esta afrancesada, que está como las maracas de Machín: . Algo había, en efecto, de “Cómicdrome” en el arte de Richard Corben, en el sentido de que el lector aspiraba a fusionarse con las imágenes y las imágenes con el lector. Y también en lo de que el universo imaginero de Corben tenía de plástico, de sensual, de bulboso y de cárnico, como lo he denominado antes. Así fue como, entre Corben, Cronenberg, Miller, Moore y muchos otros los americanos les arrebataron a los franceses el imperio del frikismo. No es extraño que últimamente Corben se dedicará a hacer visuales a Poe y Lovecraft, estaba más bien cantado. Richard Corben era como Robert Crumb, pero sin depresiones ni mal rollo, todo lo contrario: en plan Cónan el bárbaro. Molaría pensar que Corben no ha muerto, sino que se ha trasladado a su mundo de fotolitos, como Den, pero me temo que no se lo cree ni él. Eso sí, mañana voy con mis hijos al Dibumad 2020, por aquella época y aquellas fascinantes frikadas de la adolescencia febril…
Si es que los frikis abundamos… https://youtu.be/z3_swo25ctM
Pues fuimos, y es increíble las cosas que es capaz de hacer gente a la que no conoces ni de un hombre. Todos podrían ser ser profesionales conocidos de la ilustración, y a la vez su encanto estaba en su carácter de eternos aficionados. Originalisimos la mayoría. Excepto uno, que imitaba -o plagiaba, no sé- a un autor conocidísimo de los setenta en EEUU, el que hizo una portada para The Birthday Party del tipo del enlace de arriba. Se lo insinúe, y lo negó todo. Cosas veredes…
Ni de nombre, quizir.