Me entero de la muerte de Antonio Escohotado en el metro, de vuelta del trabajo. Las estaciones discurren rápidas, envueltas en el ruido de la vida que se abre paso. Decido ponerme los cascos y encender el YouTube para buscar un video suyo. Me parece el mejor homenaje posible a su muerte.
Fue de una manera parecida, como le conocí hace ya hace unos años. Creo que fue mi hermano, quien me mandó una entrevista suya. En ella aparecía un hombre mayor, con bigote prominente. Hablaba con un voz pausada, hipnótica. Como si le saliera de un lugar profundo, lleno de conocimiento y mesura. Alejada de la oratoria tan pasional que tenemos la gente latina. Me dejó fascinado esa entrevista. Recuerdo el mensaje que le envié a mi hermano. ¿Quién es este hombre?.
A partir de ese momento surgió el descubrimiento del personaje. Esa biografía sacada de la imaginación del mejor escritor. Con idas y venidas entre la fama y el olvido durante muchas décadas. Esa mente elegida capaz de aprender latín y matemáticas en Ibiza para traducir a Newton, mientras disfrutaba del amor libre y fundaba la discoteca Amnesia. Esa obra inconmensurable, transversal, renacentista de la que emana un amor al conocimiento solo comparable a los antiguos sabios.
Sin duda una de las características que más valoro en él, es la valentía. La valentía por seguir su propio camino. Por estudiar y arrojar luz a temas que otros considerarían prohibidos. Por mantenerse fiel al método científico y poner en duda todas las hipótesis y dogmas, hasta los suyos propios. Por no tener miedo a cambiar de opinión si las pruebas y los hechos han demostrado una equivocación, aunque eso supusiese perder amistades o el silencio editorial.
Me hace gracia observar como partidos de una y otra ideología intentan apropiarse de su imagen, sin haber leído su obra. Como tertulianos radicales, parecían niños desnortados cuando intentaban debatir con él.
Porque Escohotado era ante todo un espíritu libre. De pensamiento poliédrico, difícilmente clasificable. A veces contradictorio, como la vida misma. Odiaba el dogmatismo y las ideologías cerradas, que siempre intentan simplificar la complejidad de la condición humana y la vida en sociedad.
Hace un par de meses, terminé el libro de conversaciones que Ricardo Colmenero le dedica. Me imagino cómo habrán sido sus últimos días, sus ultimas horas. Espero que la química, la cultura y su carácter, le hayan permitido afrontar la muerte como él siempre había querido. Con esa tranquilidad del alma de una vida bien vivida. Y con la tranquilidad metafísica, sabiendo como sabía, que los átomos que forman su cuerpo y que procedentes del corazón de una estrella, seguirán poblando el vasto universo.
Así que querido maestro, espero que tu ultimo viaje a través del rio aqueronte con el viejo Caronte, este lleno de buenas conversaciones.
Tu obra seguirá siendo un faro al que acercarse durante muchas generaciones.