Las primeras noticias de la huida de Carles Puigdemont –antes de que compareciera de nuevo en Waterloo, vía X, o de que su vocero secretario general del ¿Movimiento? Junts, Jordi Turull, explicara el plan de huida y despegue. Plan desplegado– y eludiendo, la más que discutible programación de la Operación Jaula, las tuvimos del heteróclito Lluís Llach (Girona, 1948) actual presidente de la ANC (Asamblea Nacional de Cataluña) y máximo propagandista de las virtudes del independentismo catalán, desde una posición de visibilidad social adquirida en sus años de combate musical y canoro, que no ideológico entonces. Combate cantable del que fuimos testigos y copartícipes interesados, desde el acompañamiento de su mundo musical que, por instantes, también fue el nuestro en esos filos de los primeros años setenta: años de munición y algarada, días de asambleas permanentes y de protestas no autorizadas, al amparo de los amenes del postrer franquismo. Esperando, como quería Jaume Sisa, que Qualsevol nit pot sortir el sol.
Pero todo eso es otra cosa, un pasado que visto desde hoy resulta incomprensible en algunos de sus actores y en algunos de sus programas, como la llamada Reconciliación Nacional, puesta en movimiento por el PCE desde 1956; para dar paso luego a la llamativa y elaborada Alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, del mismo PCE de entonces, de 1973 y con Carlos Alonso Zaldívar y Pilar Bravo al frente y frente a la vieja guardia con aroma a pasado y guerra. Cambio de nombres, cambio de papeles, cambio de puntos de vista, cambio de revistas que pasaron del pensamiento demócrata cristiano al filo comunismo, como Cuadernos para el Dialogo, y ya, abiertamente el rojerío de la plural Triunfo. Que desembocó en una escisión promovida por el sector de la redacción afín al PCE –como Carlos Elordi, Jaime Sartorius– a La calle. Donde se podían encontrar a gentes que de comunistas no tenía nada: de Alonso de los Ríos a Juan Manuel Bonet. Tiempo de cambio como la revista próxima al entramado Tiempo de historia, dirigida por Eduardo Haro Tecglen. Tanto que el sentimental Sisa mutó su nombre al de Ricardo Solfa y pasó de la batalla floreada de las noches de tebeo y verbena, al bolero irredento.
Tiempo de cambios. Pero quien cambia ¿Ellos o nosotros? Quien ha cambiado desde entonces, desde el pozo de la nueva sentimentalidad abierta por lo que se ha llamado antifranquismo social y socialismo de rostro humano. Tiempo de L´estaca y de Viatge à Itaca. Por más que la proclamación en el concierto del 15 de enero de 1976, en el Palacio de deportes de Montjuic del repetido Llach, fuera tan simple y elemental como “Llibertat, amnistia, estatut d’autonomia”. Hoy esa proclama, resulta incomprensible o superada, por más que sigamos hablando de otra amnistía que no es la coreada entonces en Montjuic, sino un cierre de los acontecimientos catalanes de 2017 y de 2019. Esos recitales heroicos y magníficos –que te podían costar una sanción gubernativa y un viaje a los restos del TOP–, en su significado ya vacío de contenido están recogidos en forma de disco bajo el título de Barcelona, gener del 76. Ahora ya sería Barcelona, agost del 24 el disco necesario. En un tiempo en que ya no se utilizan discos.
Y todo este viaje al pasado de la mano del somnoliento Llach. Para algunos alguien que ha descubierto su camino nacional y nacionalista, de forma tardía, para otros un embaucador que acabó envasando vinos del terruño, como un payés enriquecido. El viaje cantante de la sentimentalidad heorica manifestó, a escasas horas de la súbita desaparición del expresidente, huido por segunda vez, en su perfil de X: “El President Puigdemont me ha pedido que os notifique que está sano, a salvo y, sobre todo, LIBRE. Buenas noches”. Libre con mayúsculas, para oponer a la libertad con minúsculas. Un terceto claro de evidencias del pasado –el vicio de componer sobre sentimientos básicos y afectos revueltos– que nos traslada al terceto imperial del mejor franquismo: Una, Grande y Libre. Cosa natural en alguien que participaba, al menos familiarmente, de ese universo de afectos y consignas. “De familia extremeña, que había recibido una educación burguesa en Barcelona. Su familia paterna estaba vinculada al carlismo, habiendo sido su bisabuelo Joaquín Llach jefe de la Comunión Tradicionalista en la provincia de Gerona. Vivió su infancia en este pequeño pueblo situado en el Bajo Ampurdán, comarca de la que siempre se ha declarado un enamorado. No ha perdido nunca estas raíces y todavía hoy participa cada Semana Santa en la famosa procesión de la Danza de la Muerte y tiene una residencia en el pueblo vecino de Parlabá”.
El salto espectacular de Llach, le llevó a ingresar primero en Setze jutges y luego volar en solitario, como emblema de la canción protesta y del compromiso social de los cantautores. Pero eso puede consultarse en su biografía de 1980 Catalunya viure. Aunque en 1983, se anticipaban ya deserciones. El 6 de julio Llach hace el recital más multitudinario en el Camp Nou, con más de 100.000 personas. Registrado en un doble álbum de quince temas llamado Camp del Barça. 6 de julio de 1985. Sociológicamente, el recital tuvo una gran incidencia en Cataluña. Sin embargo, a diferencia del de 1976, la primera fila ya no estaba llena de políticos. Lluís Llach afirmaba, pesaroso: “… en estos momentos, estamos pasando por unos años en los que parece que el hecho de haber mantenido actitudes resistenciales culturales, es casi una especie de patrimonio vergonzoso”.
Para devenir, tras su abandono de 2007, en activo independentista. Fue elegido diputado del Parlamento de Cataluña en 2015, cargo que ejerció hasta el 28 de octubre de 2017. El 23 de octubre de 2018 fue nombrado por el gobierno de la Generalidad presidente del Consejo Asesor para el Impulso del Foro Cívico y Social para el Debate Constituyente. En febrero de 2024, abandonó el ‘gobierno paralelo’ de Puigdemont, el Consell de la Républica y pasó a presidir la Asamblea Nacional de Cataluña. Al frente de la cual, en Córcega, a primeros de agosto, expresa su apoyo y solidaridad con el grupo terrorista corso FLN. Mostrando como se puede pasar de La estaca a la Jaula, para volver a La estaca. Otro patrimonio vergonzoso como el de 1983.