La moral como cooperación

Fotografía de Robert Doisneau
«No hay que derribar una valla hasta que sepas la razón por la que fue puesta».
-atribuida a G.K. Chesterton
«Tradición significa dar un voto a la más oscura de todas las clases, nuestros antepasados. Es la democracia de los muertos».
-G.K. Chesterton

Una forma de entender la moralidad que ha ido consiguiendo un consenso entre psicólogos, filósofos y otros estudiosos es considerarla un instrumento biológico-cultural para la cooperación humana. Un autor, entre otros, que ha articulado este punto de vista es Oliver Scot Curry en su Teoría de la Moral como Cooperación. Los filósofos llevan milenios preguntándose qué es la moral, de dónde viene y cómo funciona y ahora tendríamos una respuesta científica. La teoría de la «moralidad como cooperación» utiliza las matemáticas de la cooperación -la teoría de los juegos de suma no nula- para identificar los distintos problemas de la cooperación y sus soluciones, y predice que son las soluciones empleadas por los seres humanos las que constituyen la «moralidad».

Si esta teoría de que la moral resulta ser un conjunto de soluciones biológicas y culturales a los problemas de cooperación y conflicto recurrentes en la vida social humana es cierta, podemos deducir de ella una serie de importantes implicaciones. Yo voy a tratar aquí alguna de ellas. La primera es que las normas morales son un medio para un fin; como acabamos de decir, serían respuestas o soluciones a problemas recurrentes de cooperación. Y el fin al que las normas morales están supeditadas es el bien del grupo: la supervivencia y florecimiento del grupo. Los individuos cooperan para conseguir y aumentar el bienestar del grupo; si cada individuo tira por su lado, el grupo desaparecería y también cada uno de su miembros. Si no fuéramos criaturas sociales que necesitan cooperar para sobrevivir seríamos inmorales. Voy a poner un ejemplo que nos puede ayudar a entenderlo mejor.

Este artículo aborda el problema del origen de las restricciones a la sexualidad de las mujeres en sociedades pastoralistas. Os copio el abstract porque hace un resumen bastante bueno para lo que nos interesa tratar en esta entrada:

Este artículo estudia los orígenes y la función de las costumbres destinadas a restringir la sexualidad de las mujeres, como una forma especialmente invasiva de mutilación genital femenina, las restricciones a la libertad de movilidad de las mujeres y las normas sobre su conducta sexual. El análisis pone a prueba la teoría antropológica de que una forma particular de subsistencia preindustrial -el pastoreo- favoreció la adopción de tales costumbres. El pastoreo se caracterizaba por una mayor incertidumbre sobre la paternidad debido a los frecuentes y a menudo prolongados periodos de ausencia de los hombres de los asentamientos, lo que implicaba mayores beneficios a la hora de imponer restricciones a la sexualidad de las mujeres. Utilizando la variación dentro de un mismo país entre 500.000 mujeres de 34 países, el artículo muestra que las mujeres de sociedades históricamente más pastorales (i) tienen muchas más probabilidades de haberse sometido a la infibulación, la forma más invasiva de mutilación genital femenina; (ii) se adhieren a normas más restrictivas sobre la promiscuidad femenina; (iii) tienen más restringida su libertad de movilidad. Las estimaciones de variables instrumentales que hacen uso de los determinantes ecológicos del pastoreo apoyan una interpretación causal de los resultados. El documento muestra además que el mecanismo que subyace a estos patrones es, de hecho, la ausencia masculina, más que la dominación masculina, per se, o el desarrollo económico histórico.

Fotografía de Robert Doisneau

Muy resumido, el contrato básico entre el hombre y la mujer ha sido, y sigue siendo, la aportación de recursos por parte del hombre a la mujer, tanto para ella como para sus hijos, a cambio de la certeza de paternidad: el hombre aportaría dinero y ayuda en general para la crianza de los hijos si se le garantiza que esos hijos son suyos. A lo largo de la evolución humana la mujer, para pasar sus genes a la siguiente generación, ha necesitado apoyo y ayuda (por parte de su familia, otras mujeres…) pero también de una pareja que invierta en ella. Y el hombre, para pasar sus genes a la siguiente generación y por tanto para que le compense el esfuerzo de invertir, necesita certeza de paternidad. Suena frío y reduccionista pero la evolución va, muy resumido, de pasar los genes a la siguiente generación.

En las sociedades pastoralistas el problema de la certeza de paternidad se agudiza porque los hombres pasan largas temporadas (meses incluso) llevando el ganado a pastos lejanos lo cual aumenta la probabilidad de infidelidad por parte de la mujer. Distintos pueblos han buscado diferentes soluciones y, como vemos en el artículo, una de ellas ha sido restringir la movilidad y la sexualidad de las mujeres y aumentar el control por parte del grupo sobre ellas.

Una cosa que me interesa señalar es que estas normas sociales de control de la libertad y sexualidad de la mujer no son fruto de que los filósofos del grupo se han puesto a pensar por curiosidad sobre la naturaleza humana y han llegado a la conclusión de que esas normas son buenas en base a principios abstractos y a la razón. Como hemos señalada previamente, dichas normas cumplen una función, son la respuesta a un problema de cooperación y supervivencia.

Ahora supongamos que nosotros, desde fuera de esa sociedad, consideramos que esas normas son injustas o inmorales y queremos que esa sociedad deje de tratar así a las mujeres. Para hacer eso, tendríamos que a) aportar una solución alternativa al problema por el que se originaron esas normas porque, en caso contrario, la sociedad probablemente colapsaría, o bien b) cambiar su estilo de vida para que ya no fueran una sociedad pastoralista. Como dice Chesterton, esa valla se puso ahí por alguna razón y si no buscamos una alternativa, corremos el peligro de que todo el entramado de esa sociedad se venga abajo al romperse el contrato o la cooperación acordada entre hombres y mujeres.

Me interesa señalar una cosa. Una forma de ver el acuerdo pastoralista entre los sexos es que los hombres dominan a las mujeres. Esto no es del todo cierto: las mujeres tienen también interés en señalar su compromiso. Si yo como mujer no garantizo certeza de paternidad a mi pareja, ese hombre se va a ir con otra mujer que se la garantice y yo me quedo sin pasar mis genes a la siguiente generación. Para ilustrar este punto, tenemos el caso de los Mosuo, una etnia china que vive cerca de las fronteras con el Tibet. En esta sociedad las mujeres tienen una libertad sexual total para tener amantes y no garantizan la certeza de paternidad. Lo que ocurre entonces es que los hombres no invierten en ellas y sus hijos sino en sus hermanas y los hijos de sus hermanas, los cuales portan parte de sus genes (inclusive fitness). En cierto sentido estos compromisos son una señal costosa o señal honesta que se manda a la otra parte con la que se ha firmado un contrato. En resumen, a la mujer le interesa señalar: “estáte tranquilo, puedes invertir en mis hijos porque son tuyos y no me importa no salir del pueblo o que tu madre y tu familia me controle”, o lo que sea…

Fotografía de Robert Doisneau

Hasta aquí nos hemos movido en el terreno que delimita la primera cita que he puesto de cabecera de Chesterton. Vamos a pasar ahora al terreno que nos abre la segunda cita. Hemos estado hablando de normas morales y sociales en una sociedad que es pastoralista pero una cosa que ocurre con las normas morales es que muchas veces tienen una inercia y se siguen aplicando cuando ya no son la solución a un problema. Es decir, muchas veces el estilo de vida de la sociedad evoluciona o progresa o cambia -debido por ejemplo al desarrollo tecnológico- y el modelo económico de la sociedad cambia totalmente. Puede ocurrir que una sociedad deje de ser pastoralista pero que, sin embargo, persistan las normas que limitan la libertad y la sexualidad de las mujeres. En este caso estaríamos en una situación diferente a la del caso de una sociedad aún pastoralista. Aquí la valla ya no cumpliría una función social y podría ser retirada. Otro problemas es que esto no sea precisamente fácil y muchas veces se perpetúan tradiciones que ya no cumplen ninguna función ni tienen sentido. Hay una historia sobre este problema, la de los monos, los plátanos y la escalera, que ilustra bien la cuestión. No es ninguna investigación seria realmente realizada pero sí que concuerda en líneas generales con otras investigaciones sobre las tradiciones. Un ejemplo de este problema que se suele mencionar es la persistencia de conductas típicas de la cultura del honor de otros tiempos (de cuando se dedicaban a la ganadería) en el sur de EEUU.

Como conclusión, lo que me interesa señalar es que las normas morales no son un “saber” que podemos trasladar o transmitir de una sociedad a otra como podemos transmitir el saber de cómo se hace una paella o se construye una canoa. Las normas morales tienen que funcionar en el contexto social y ecológico y el estilo de vida de los grupos humanos. Un ejemplo más. Se cuenta que entre los Inuit, o en general en grupos humanos nómadas, cuando una persona mayor ya no produce tantas calorías como consume -o si no tiene la suficiente movilidad para avanzar a la marcha del grupo- las mismas personas se alejan para morir o el grupo las deja morir y sigue su camino. En nuestras sociedades no dejamos morir a los mayores que ya no producen o que tienen enfermedades. Pero si trasladáramos nuestras normas a esos grupos humanos, probablemente el grupo desaparecería y todos perecerían porque llegaría el invierno y la escasez de alimentos y no podrían sobrevivir al detenerse a ayudar a los más débiles.

Atelier Robert Doisneau

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