Moral del endogrupo vs. moral del exogrupo

"La rendición de Bailen" de José Casado dl alisal

“Formar grupos obteniendo un confort visceral y orgullo de los compañeros familiares, y defender al grupo entusiásticamente contra los rivales, están entre los universales absolutos de la naturaleza humana y por tanto de la cultura.”

-Edward o. Wilson

“El problema más difícil al que nos enfrentamos para evitar la destrucción de la civilización y la humanidad es la costumbre diabólica que tiene la gente de dividirse en pequeños grupos, cada uno ensalzándose a sí mismo y acusando a sus vecinos.”

-Isaac Asimov

“El terrorista de unos es el luchador por la libertad de otros.”

– origen incierto

La mente moral humana es tribal y ésta es una de las razones de que las normas morales no sean universales. Los seres humanos tenemos una propensión a dividir el mundo en Ellos y Nosotros y la idea que voy a desarrollar en esta entrada es que los límites de nuestra normas morales coinciden con los límites de nuestro grupo: no aplicamos las mismas normas morales al endogrupo (nuestro grupo) y al exogrupo (el grupo rival/enemigo).

Los seres humanos tenemos una tendencia o predisposición —que se ha observado en todas las culturas y por ello suele considerarse un universal antropológico— a diferenciar entre un «Nosotros» y un «Ellos», lo que supone una facilidad para generar divisiones y enfrentamientos entre grupos. La idea de la división Ellos/Nosotros es del sociólogo William Graham Sumner y aparece en su libro de 1906 Folkways. El concepto de Sumner es el de un Nosotros contra Ellos: los miembros de un grupo «Nosotros» están en una relación de paz, orden, ley, gobierno y demás. Sin embargo, la relación con los grupos externos es de guerra y expolio, salvo acuerdos. Sumner introdujo también el término etnocentrismo para hacer referencia al hecho de que el propio grupo se considera el centro de todo, y todos los demás se miden por referencia con él.

Existen muchos experimentos donde se consigue enfrentar a unos grupos contra otros a partir de diferencias absolutamente ridículas. Desde luego, el más famoso es el de Sherif de 1954 en el campamento scout Robber’s Cave State Park, donde dos grupos absolutamente artificiales, los Rattlers y los Eagles acabaron enfrentados. Se consiguió resolver la situación haciendo trabajar a los dos grupos en una tarea común. Destacan también los trabajos en los primeros años setenta del siglo pasado del psicólogo social británico Henri Tajfel con su teoría de la identidad social y su paradigma del grupo mínimo.

Pero no quiero abundar en esta tendencia nuestra a dividir el mundo en Ellos y Nosotros. Desde un punto evolucionista, esta psicología tribal humana podría ser una adaptación al problema adaptativo de haber vivido durante miles de años en grupos que competían con otros grupos por los recursos (comida, territorio…) de manera que resultó fundamental colaborar con los miembros del endogrupo para vencer a los grupos rivales.

“La batalla de Tetuan” de Mariano Fortuny y Marsal

Lo que me interesa ahora es analizar algunas de las consecuencias que esta división tiene a nivel moral, la más fundamental que hay una moral del endogrupo y una moral del exogrupo. Analicemos alguno de los 10 mandamientos, por ejemplo el “No matarás”. Ese mandamiento no dice que no matarás nunca, a nadie y bajo ninguna circunstancia. No es un mandato universal y absoluto. En Exodo 23:7 se dice: “De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío.” Aquí entramos en un aspecto interesante, el de que nuestra mente moral es también punitiva: castigar o incluso matar al culpable, al malo, al que ha traicionado al grupo y pone en peligro la convivencia del grupo sí está permitido. De alguna manera, el malo moralmente se ha excluido de nuestro grupo, ya no pertenece al “Nosotros” y ya le podemos aplicar la moral del “Ellos”. Pero de la mente moral punitiva humana hablaremos en otra ocasión.

Una cosa clarísima es que sí está permitido matar al enemigo, al miembro del exogrupo. No sólo está permitido sino que en la guerra se recompensa y se considera un héroe al que mata. Lo mismo ocurre con otros mandamientos como el no mentirás o el no robarás. No se especifica así pero se refieren a no robar o mentir a los miembros del grupo. Si un miembro de un grupo rival nos pregunta dónde podemos cazar los mejores ciervos o dónde hemos encontrado oro no hay obligación de decir la verdad. Decir la verdad en esos casos iría contra los intereses del grupo y el mayor pecado es precisamente ir contra los intereses y la supervivencia del grupo. Podríamos decir que el primer mandamiento es hacer todo lo necesario para promover los intereses y la supervivencia del grupo.

También en la división Ellos/Nosotros el fenómeno del valor moral de la lealtad está por encima del valor moral de la honestidad. En un estudio, las personas que mintieron para beneficiar a sus grupos juzgaron que su engaño fue ético, a pesar de que sus acciones perjudicaron a otros. Los participantes consideraron sus propias acciones menos éticas cuando fueron sinceros, pero perjudicaron al grupo (cuando fueron desleales). Esto es algo que vemos con frecuencia en el mundo de la política, donde mentir para beneficiar al partido de uno es relativamente frecuente y sólo tenemos que leer los periódicos ahora mismo para ver ejemplos de que mentir para beneficiar a tu partido o tu grupo se considera correcto.

“La batalla de Almansa”de Ricardo Balaca y Orejas Canseco

Otro detalle a tener en cuenta es el de la empatía. Muchas veces, para explicar la fuente de la moralidad humana se recurre a la empatía, el discurso sería más menos así: los seres humanos tenemos Empatía y Teoría de la Mente, nos podemos poner en los zapatos de un semejante y podemos entender el dolor y el sufrimiento que matar, violar, robar o mentir causa. Por eso utilizamos la razón y nos damos cuenta de que no debemos realizar esas acciones porque no nos gustaría que las realizaran contra nosotros. Pero Robert Kurzban hace una observación muy interesante:

Un aspecto profundo de la naturaleza humana es, por lo general, sentir empatía automática por quienes sufren daños, especialmente las personas vulnerables, como los niños y los animales. Sin embargo, otro aspecto de la naturaleza humana es que la empatía puede interrumpirse en determinadas circunstancias. A menudo, esta interrupción es binaria: no se reduce, sino que desaparece por completo. La empatía se interrumpe cuando la otra persona es miembro de una coalición rival -como demuestran los aliados de Hamás expresando alegría en lugar de tristeza por las violaciones y asesinatos-, cuando se considera que la otra persona ha cometido un daño moral -aunque sea pequeño- y, por supuesto, si el daño ha sido producto de una venganza. Una vez que se suspende la empatía como resultado de estos procesos, las personas son, en una palabra, viciosas. Sin el efecto amortiguador de la empatía, la gente es capaz de los actos más horrendos, como acabamos de ver. Los moralistas y los vengadores se convierten, al menos temporalmente, en psicópatas y sádicos. Y, en lo que respecta a terceros, su empatía por las víctimas también puede inhibirse por lealtad a los perpetradores u otras razones. Una vez que las personas creen que alguien a quien han hecho daño “se lo merecía”, la crueldad que están dispuestas a tolerar no suele tener fin.”

Es decir, sabemos por muchos estudios y fuentes que la moral es “parroquiana”, que no sentimos la misma empatía por “Ellos” que por “Nosotros”. Por ejemplo, varios estudios sobre la oxitocina, la llamada «molécula moral» o «péptido del amor», indican que ésta promueve el etnocentrismo, el favoritismo hacia el endogrupo, el grupo propio, ya que ayuda a ver a los miembros del propio grupo como más humanos. La hormona favorece la confianza, la generosidad y la cooperación hacia los miembros de nuestro grupo y un comportamiento antagonista hacia los de otros grupos. La oxitocina contribuye a la construcción de la dicotomía Ellos/Nosotros.

“La batalla de San Romano” de Paolo Ucello

Así que tenemos una moral para los “amigos” y una moral para los “enemigos”. Y daños sufrimientos y conductas que no se aceptan dentro del grupo sí se aceptan si se realizan contra nuestros enemigos naturales, porque ese daño está al servicio de un bien mayor y, por tanto, justificado. La gente que nos impide conseguir nuestros objetivos -nuestro bienestar y felicidad- son malvados por definición y se merecen lo que les pase.

¿Y qué pronóstico podemos hacer para del futuro? Ojalá me equivoque pero mi pronóstico actual es muy pesimista. Salvo que nos invadan los marcianos no veo a corto plazo que la moral que mira al endogrupo y la moral que mira al exogrupo puedan reconciliarse. En esta entrada de la Enciclopedia Stanford de Filosofía concluyen así la entrada sobre el Naturalismo Moral:

“También nos puede preocupar que nunca surja una moral popular madura. Si el desacuerdo moral persiste en un futuro indefinido, como ha persistido a lo largo de la historia humana, no existe una moral popular madura y, por tanto, no hay un conjunto de tópicos que determine los hechos morales. Jackson admite que se trata de un problema real: si no hay convergencia en las actitudes morales, su metodología implicaría relativismo moral. Sólo puede ofrecer la esperanza de que algún día se produzca la convergencia (137-8). Y así, el ambicioso proyecto metaético de Jackson resulta descansar sobre una apelación al optimismo.

Mi predicción es que mientras los intereses de todos los seres humanos no confluyan y no sean los mismos no habrá una moral universal, no perteneceremos todos a la misma comunidad moral sino que habrá diferentes comunidades morales. Mientras diferentes grupos humanos tengan diferentes intereses y objetivos no aplicarán los mismos códigos morales a su grupo y al grupo rival.

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