Mejor pensar (que no hacerlo)

«Deberíamos buscar apelar a las emociones de la gente para convencerla mediante argumentos lógicos, en vez de sólo usar los argumentos lógicos (…) No deberíamos enfrentar las emociones a la lógica. No son opuestas, sino que pueden sumar fuerzas para crear realizadas que sean defendibles y creíbles»

Hace casi dos mil quinientos años, el arconte (gobernante) ateniense Temístocles se dirigió a los notables de la ciudad en un elocuente discurso: desenvolviendo una meticulosa oratoria, solicitó que los recursos mineros de plata de la vecina Lavrio se destinaran a la construcción de, al menos, doscientos trirremes. Él consideró, previsor, que los persas volverían a atacar más temprano que tarde, pero no podía exponer argumentos y demostraciones de su sospecha. Su rival político, Arístides, proponía un negocio mucho más seductor para sus compatriotas: repartir los beneficios que produjesen las vetas mineras entre los ciudadanos. Así que Temístocles aprovechó la guerra que mantenía Atenas con los habitantes de la isla de Egina para justificar la necesidad de reforzar la armada, apelando al sentimentalismo, a la patria y al noble deber de protección. Finalmente, Temístocles ganó la votación y al menos cien de esos barcos serían construidos. Conforme la amenaza persa se fue tejiendo más provocadora y evidente a los ojos de la ciudadanía, que tanto ayer como hoy desea vivir de espaldas a la realidad en su mundo de fantasía edulcorada, Arístides fue condenado al exilio y se construyeron bastantes más barcos de los que solicitó en un principio el famoso líder ateniense. Poco después comenzaría la Segunda Guerra Médica, la que perdería el rey Jerjes I y que acarrearía para su imperio, el Aqueménida, décadas de declive económico, territorial y cultural.

Cuento este pasaje histórico porque el nuevo ensayo de la polifacética matemática y pianista británica Eugenia Cheng, Mejor pensar, editado con gran calidad y mimo por el sello Blackie Books, se ha revelado como una necesaria defensa de una herramienta mental que damos por hecho que sabemos utilizar, por consecuente a nuestra naturaleza humana, pero que, en verdad, no es así: me refiero a la lógica. La autora, conocida por su defensa a ultranza de las matemáticas frente al gran público avalan su compromiso con el pensamiento crítico y con el deseo de estimular la reflexión entre sus compatriotas.

En esta ocasión, Cheng propone al lector un versátil y hasta divertido ensayo en el que, partiendo de supuestos de actualidad se suma a la tradición de demostraciones del papel de la lógica como potente herramienta para eludir la manipulación y la mentira. A lo largo de las páginas de Mejor pensar, la autora británica desenreda la maraña de la apariencia poniéndose frecuentemente ella misma de ejemplo de lo mejor y de lo peor de su persona. En este sentido, se trata también de un libro intimista, donde totalmente alejada del tono académico presenta los desafíos de la lógica como lo que son, constantes y cotidianos. Desde los problemas del sistema educativo hasta las generalizaciones (como la de los «cerdos sexistas»), los memes o los movimientos negacionistas, Eugenia Cheng trata de alumbrar al lector y sin obsesionarse con convencerle sobre la necesidad del esfuerzo lógico y cómo entrenar a nuestras mentes en esta forma de mirar el mundo. Porque para la autora, siempre es mejor pensar que no pesar. De hecho, hacia el final de este elocuente ensayo, Cheng aconseja desconfiar de la lealtad ciega. Escribe: «La lealtad ciega puede ser peligrosa de otra manera. Cuando la gente apoya a una persona sin importarle nada, puede que esa persona acabe siendo objetivo de culto, como una superestrella o un “genio”. El apoyo incondicional suena noble, pero en realidad debería situarse en algún tipo de zona gris, como muchas otras cosas. ¿Cuánto de mal debe comportarse alguien para que dejes de apoyarlo? A menudo se dice que los padres muestran amor incondicional por sus hijos, pero ese amor puede salirse de sus límites si el niño crece y se convierte en un asesino en serie». Casi todos hemos experimentado -y algunos llegados a la misma conclusión que Cheng- el grave peligro que contiene el apoyo incondicional. ¿Recuerdan aquello del esclavo que susurra al general romano victorioso, durante su via triumphalis, que tan sólo es un hombre? Antes de admirar y endiosar a escritores, pensadores, hijos, padres, amigos, parejas o actores, por nombrar ejemplos cotidianos, deberíamos mirarnos un poco más el ombligo, luego el ajeno y corroborar de esta manera que, efectivamente, nadie se libra ni totalmente de la mediocridad ni tampoco puede alcanzar con plenitud la excelencia. Para no caer en la oscuridad propia o en la ajena, mejor renegar de la idolatría, de los altares laicos y de los laudatorios irracionales.

Blackie Books ha editado en castellano este ensayo fresco y novedoso en su estructura y en su manera de exponer un tema tan complejo como lo es el de la lógica. Al frente de la traducción se encuentra Jara Diotima Sánchez, reescribiendo el libro con maestría. No se pierdan esta nueva obra de Eugenia Cheng. Dará que hablar, porque ya lo saben, es mejor pensar. Siempre.

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1 Comentarios

  1. says: Luis Manteiga Pousa

    Pienso que el problema no es pensar mucho, el problema es pensar mal. Si se piensa mucho y bien es lo mejor, siempre que te deje dormir y descansar lo que necesites. Clasificación por orden de mejor a peor: Pensar mucho y bien. Pensar poco y bien. Pensar poco y mal. Pensar mucho y mal.

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