La muerte de Toscani (Milán 1942-2025) ha tenido un significativo silencio en los medios generales y, en particular, en el anquilosado mundo del Fashion. Por más que Toscani, se hubiera desconectado anticipadamente de la reflexión fotográfica de ese universo encabalgado en el lujo y glamour y hubiera optado por lo que se denominó como shockvertising (combinación de advertising y shock), para producir un shock visual mediante el anuncio, esto es una publicidad transgresiva y cuestionadora. Por lo que esa captura fotográfica de Toscani estaba más allá del mundo de la moda, para entrar en otros campos culturales bien visibles. Por ello Stefano Bucci en el Corriere della Sera, ha llegado a afirmar de Toscani, que: “Fotografiar, para Toscani, era como pintar”; toda vez que afirmaba el mismo Toscani: “Tienes que comprometerte a ver la forma, los equilibrios y todo lo que amplifica lo que quieres decir”, sin sufrir nunca de lo que él llamaba el complejo del pintor fracasado. O del fotógrafo de moda fracasado. Como puede observarse si se recorren los estándares de ese universo de terciopelo y glam. Así para Magnolia Agency el podio de la fotografía de moda está conformado por Richard Avedon, Helmut Newton, Mario Testino, Annie Leibovitz, Peter Lindbergh, Steven Klein y Patrick Demarchelier. Algo parecido obtendríamos si recorremos el canon de Fashion United, con nombres repetidos ya, con nuevas incorporaciones como las de David Lachapelle o Mario Sorrentino. Experiencia que se repite con otros registros similares, como ocurre con Blue Cactus o con Cultura fotográfica.
Nada para Toscani, y ello, pese a sus claros orígenes en ese universo de las grandes casas y de las pasarelas. Y eso que Toscani reconocía la influencia y su interés por el trabajo de algunos de los citados en el olimpo fotográfico del Fashion. Aquellos con los que había dialogado ideal y metafóricamente en su obra 25 cartas a los grandes maestros, reunidas en Caro Avedon (Solferino editore, 2020): Richard Avedon, precisamente un paladín de la audacia; Helmut Newton, cuya capacidad para hacer honor a su mala reputación envidiaba; su padre Fedele Toscani, periodista, que había puesto en sus manos la primera Leica; Diane Airbus, capaz de captar la delicadeza de las cosas malas; Robert Capa, un genio en la guerra. Por más que su fotografía de Don Lorenzo Milani en Barbiana, publicada por Oliviero Toscani en L’Espresso, en 1959, resiste perfectamente la comparación con estos monstruos sagrados de la fotografía. Su primer maestro, pese a todo, fue su padre, Fedele Toscani –cuenta en El País, Iñigo Domínguez– fotógrafo del Corriere della Sera, que le regaló una cámara Leica y le dio un primer consejo que, visto ahora, siguió a la perfección: “Si ves algo interesante, dispara”. Con 14 años publicó su primera foto en portada del Corriere, porque en 1957 acompañó a su padre al entierro de los restos de Mussolini en su pueblo natal, Predappio. Todos fotografiaron el ataúd, pero él se fijó en el rostro dolorido de la viuda, la señora Rachele. “Hoy la mejor foto la has hecho tú”, le dijo su padre. Se trata de un guiño curioso del destino, porque su padre se hizo célebre porque fue quien fotografió en 1945 la terrible escena de la exhibición del cadáver de Mussolini, colgado boca abajo en el Piazzale Loreto de Milán. También había vendido a la prensa inglesa una foto robada al dictador mientras orinaba en la orilla del mar en Rimini, así que a Oliviero algo le venía de familia.
Bien cierto es que prestó sus imágenes a ese universo floral y oblicuo del universo de la moda brillante y tersa, como puede rastrearse en sus colaboraciones primeras con revistas emblemáticas como Elle, Vogue, GQ, Harper’s Bazaar, Esquire, Stern, l’Uomo Vogue, Donna. También en las campañas publicitarias iniciales de los años setenta: la primera para Cornetto Algida, luego para Benetton, Valentino, Chanel, Fiorucci, Esprit, Jesus, Robe di Kappa, Prénatal. Pero no es menos cierto que Toscani maneja otros registros diversos de los del puro estilismo formal, como puede observase retrospectivamente. Pero el salto proporcionado, junto a Luciano Benetton con las campañas publicitarias de United colors para la casa Benetton, y desde 1991 con el proyecto de la revista visual COLORS que dirigiría desde 1991, hasta el número 38-39, en 2000, en que abandona la colaboración con la casa de Treviso, nos proponen otro concepto de la fotografía del mundo de la moda, más cercano al universo de cultura visual que del Fashion world. Curiosamente ese numetrio extraordinario sobre el Fashion, compone un mosaico de 233 miradas y 5.508 modelos anónimos. Dándole la vuelta, ese compendio de imágenes en cascada, a todo el podio de estrellato y de los fotógrafos estrella.
En el salto cualitativo del trabajo de Toscani concurren diversos elementos que conviene señalar. Desde su formación inicial en el Liceo Vittorio Veneto de Milán y luego en la Kunstgewerbeschule de Zúrich para estudiar fotografía con Johannes Itten, viejo maestro de la Bauhaus, quien marcaría aspectos relacionados con la composición, el encuadre y el collage como técnica; de igual forma que el contacto con Andy Warhol y el mundo del Pop Art americano, abrió otra forma de asumir los contenidos visuales de los años 80. Heredero, de hecho, de Andy Warhol –cuya Factory neoyorquina replica, por otra parte, en Treviso– a quien retrató en Nueva York, y de quien acuñó el concepto ya aludido de shockvertising. Todo esto que ya es algo rutinario en el lenguaje publicitario actual, pero cuando él empezó a hacerlo fue una bomba con efectos varios. Las fotos de Toscani nunca fueron simples planos –un término que despreciaba y detestaba profundamente– sino historias contadas a través de imágenes capaces de romper los patrones más consolidados –de la fotografía, de la moda, del compromiso social). Por ello, la tríada de Realismo, Sencillez y Provocación, como agentes activos y dinámicos. Pero además de ello, sacaba a la luz imágenes profundas y ocultas que nadie quería ver desde el prisma de la cotidianeidad: un enfermo de sida moribundo rodeado de su familia y también preservativos de colores; una mujer anoréxica; el pasillo de la muerte en penales USA con los condenados de los corredores de la muerte de Estados Unidos, que acabó produciendo una gran controversia en este país, que finalmente le llevó a dejar Benetton en 2000. También Toscani anticipó en los ochenta y los noventa con imágenes activas y fulgurantes, la idea de un mundo globalizado y de razas que se mezclan en un puzzle. Retrató a John Lennon, a Muhammad Ali, a Lou Reed, a Mick Jagger, y en Italia a Federico Fellini o al propio Silvio Berlusconi en sus inicios. Lanzó a las grandes modelos de los noventa, Cindy Crawford, Naomi Campbell, Claudia Schiffer, y a Monica Bellucci. Pero todo ello, más allá de la moda simple y olvidadiza.