Lo jodido de conocer a alguien

Libertad, ansiedad, angustia, desasosiego. Deseo, pasión, locura. Los clichés, la sociedad y los prejuicios inmersos en el “debería ser así” galopan en las relaciones como caballos en plena batalla. Lo difícil de encontrar a ese ente que te entienda, que te haga el amor y que se folle a tu mente. Y lo jodido de las despedidas. Eso de “vendrán otros mejores, podré amarles sin problemas”, nos penetran los intestinos y nos hacen agujeros como balas. Nos apuntan los sesos con tormentos y debates del querer. La angustia que se queda en el cuerpo cuando alguien se va, la nostalgia que aparece cuando amaste. El tic-tac del reloj que no pasa, el tembleque en las piernas, la tensión del momento. Las velas apagadas, el calor de la piel y el frío en el cuerpo por culpa de los pensamientos que no salen. El corazón que no se calla. Los dedos que se fuman a caladas las sonrisas entre miradas.

– Paul, no tienes razón. No el principio de todos los tiempos ha sido siempre mejor.
– Vuelves a las andadas y a tergiversar lo que digo. Joder, Nora, te estoy diciendo que tu mierda de que la decadencia viene y va es mentira porque la decadencia es eterna. -Apretó los dientes hasta casi el chirrío y dio un golpe pequeño en la mesa de la sala de estar-.
– Pero, -dio una bocanada de aire profunda, el debate estaba siendo intenso- ¿me estás diciendo, acaso, que la década de los sesenta, los setenta e incluso gran parte de los ochenta, no es jodidamente buena y que ahora estamos perdidos? ¿De veras piensas que esas décadas son peores que los años treinta?
– Nora, todo tiempo pasado siempre fue mejor. No me compares a Leonardo Da Vinci con Vicent Van Gogh.
– Creo que amas demasiado tener la razón y te estás yendo por la tangente. Además, no es justo porque sabes que odio a Van Gogh. Lo que quiero decir es que estamos en decadencia, que todo momento de apogeo tiene su período de estanque para dar tiempo a que nuevas revoluciones den comienzo.
– Entiendo en completa perfección lo que quieres contarme, joder. Pero lo que no entiendes es que yo pienso que todo decae en picado sin capacidad de subida.
– Tu pesimismo podría volver alcohólico a cualquiera. Es hora de abrir otras dos cervezas.

Se levantó con una media sonrisa, le miró y resopló. Todos los días así, pensaba ella. Todos los días intentando resolver el mundo, discutiendo y follando. Volvió con las dos cervezas.

– ¿Qué sucede? ¿Me vas a dar la razón o vas a estallar de nuevo en otra batalla naval?
– Estoy pensando en hacer la cena. Tengo hambre, estos debates me matan. -Las sonrisas penetraron entre las paredes color malva-.

Nora se sentó en el sofá y probó los espaguetis.

– Joder, Nora, creo que son los mejores espaguetis que he comido a las tres de la mañana.

Apuraban las prisas, si eso se puede. Mientras, Nora pensaba que era la relación más intensa, incómoda y desquiciante que había vivido. Entre Paul y ella no había etiquetas, no podían calificar lo que había. Los dos se acostaban con quien les daba la gana. Nora desde un principio dejó muy claro qué era lo que buscaba en él. No quería complicaciones, no quería sufrimientos y mucho menos cualquier tipo de señal que representase atadura. Él no discrepaba pero los dos sabían, aunque no pronunciasen palabra, que quedaban muchas cosas por decir.

-Fóllame, Paul. Fóllame hoy por si mañana no nos vemos y el mañana se convierte en eternidad.
-Te follo, ¿y luego qué?
– Si no me has follado, ¿cómo quieres que te responda?
-¿No te cansas?
-¿De follar? ¿Te cansas tú de que follemos?
-No me canso y lo sabes. Me refiero a si no te agota estar de brazos cruzados sin amar.
-Oh, ¿desde cuándo eres adivino?
-¿Quiere eso decir que me amas?
– Eres un puto egocéntrico. -Se enciende un cigarro- Yo amo constantemente.
-Tus putas metáforas me importan una mierda, Nora.
-Mira, todo esto empezó porque te pregunté si me ibas a follar. Ahora, ¿vas a follarme y a arrancarme la puta ropa o tengo que llamar a otro?
-Te follaré como nunca lo he hecho. Te abriré las piernas lentamente hasta volverte loca.
-Me da igual lo que hagas o cómo lo hagas. Sólo quiero que me folles. Que me la metas hasta el fondo hasta dejar de respirar. Esto es lo gratificante de sólo follar.

Apagaron la luz; en la oscuridad los miedos no existen. Se escuchó crujir la madera. La cremallera del pantalón bajó rápidamente. La blusa cayó en el suelo. Los calcetines volaron y mientras, dos almas gimieron en la perdición. No era el primer polvo que echaban pero no sabían si sería el último. Aquel último año que pasaron juntos, algo dentro de ellos había cambiado. ¿Qué puede suceder cuando dos personas normales y corrientes se acarician?

-¿Pero qué cojones pasa ahora? ¿En serio vas a llorar? -La empatía nunca fue una característica de la personalidad de Paul y a menudo se sentía un extraño ante los cambios de actitud de Nora-.
Lo que me faltaba ahora era que tú me prohibieses llorar. Después de todo lo que has hecho -una mirada de furia contenida le atravesó el pecho a Paul-. Quiero que te vayas ya.
– Recapitulemos un minuto, bueno, ¡qué coño! Recapitulemos doces meses y por favor explícame qué te he hecho y a qué viene todo esto. Pero por favor, deja de llorar.

Le acarició la mejilla. Miró hacia sus ojos como si fuese a adivinar todo el terromoto de sentimientos que había dentro de Nora. Nora se quedó paralizada, titubeando, con mil palabras en los labios que no salían.

– De verdad que no entiendo nada, hace un rato estábamos aquí, versando sobre el mundo y sus mierdas. Tú me molestabas con esos debates que hacen que me estalle el cerebro y yo te incomodaba con todo lo demás.
– A veces te miro y veo a un desconocido, olvido todo lo que hemos pasado. Pero cuando de verdad me asusto es cuando me doy cuenta de que parece que hace años que te conozco. No me importa que te folles a otras pero tampoco quiero que lo hagas. Quiero ser especial, jodidamente especial.
– Nora, no hagas esto.

Sonaba “Soft Parade” en segundo plano, los pensamientos de Paul eran protagonistas del momento.
– A mí nunca me hizo puta gracia que te la metieran otros tíos para que después me llamases y me lo contases. Nunca te pregunté cómo te iba con esas pollas. ¿Piensas que me satisface y me agrada que yo para ti sea un polvo más? Bueno, ya sé que esto es diferente, que no sólo follamos y toda esa mariconada de siempre pero ni siquiera dejaste que me plantease qué podrías ser para mí. Dices que crees en el amor pero no veo que dejes que las personas entren en tu vida. Seguramente ahora me mandes a la puta mierda pero ya no me importa. No es mi jodida culpa que tú no sepas qué quieres en tu vida y qué no.

Parecía que Nora iba a estallar de un momento a otro. Iba a romper con los recuerdos, con las sábanas. Pensaba que una bofetada a tiempo hubiese bastado.

-Te quiero y no quiero quererte. No quiero quererte porque odio tus mentiras, odio lo incapaz que eres para tomar decisiones y odio tu falta de compromiso con la realidad. Odio que no me tomes en serio y odio que me parezcas insoportable. Odio quererte aún no aguantándote pero lo que más odio es que jamás seremos. Odio tener que decirte esto pero necesito que te marches, que me olvides.

La puerta se cerró de un portazo. Nora se quedó de pie durante unos minutos y Paul, al otro lado de la puerta esperando al ascensor, recordó cuando la había besado por primera vez. La impotencia de no poder hacer nada le inundó lentamente y se culpó por no poder entender a Nora. Caminó hasta llegar a su casa, abrió la puerta, colgó la chaqueta y encendió un cigarro. Puso una canción. La única que podía recordarle a Nora.

Ha pasado un año desde que Paul y Nora se vieron por última vez. Se podría decir que ambos rehicieron sus vidas y que esta ruptura no supuso un agujero negro en sus vidas. A menudo se les escucha hablar al uno sobre el otro y se les adivina una soñolienta y tímida sonrisa. Cuando llegan a sus casas ponen una canción, la nostalgia les invade de costado a costado y se extrañan sin hablarse.
A veces se necesita tiempo para lograr entender las razones por las que las personas mueven sus fichas.

Para seguir disfrutando de María Karla Barca Marrero
La vida tendría que ser sincera, hiriente y pasional como Larry
No sé bien qué deberíamos tomar. Quizá un whisky con mucho hielo....
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2 Comentarios

  1. says: radarr6

    Sí, debemos asumir que éste es un fenómeno universal e inevitable, y por tanto, eeeh mm… actuar en consecuencia, sea esto lo que sea

    ¿Serías más feliz si no sintieras tanto?

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