Dos matemáticos en Manhattan

Ernest O. Lawrence, Arthur H. Compton, Vannevar Bush, James B. Conant, Karl T. Compton y Alfred L. Loomis. Berkeley, California. 1940-

An eminent mathematician once said that given enough time, two monkeys randomly pressing keys on typewriters would surely type out the entire works of Shakespeare…

John von Neumann (1)

Seminario de San Anselmo

8 de enero de 1956

Francis Spellmann acaba de ser ordenado sacerdote en contra de la voluntad de su padre y, como muestra de desaprobación, se niega a participar en esta ceremonia de consagración al sacerdocio. Siempre quiso que fuera abogado, pero la llamada de Jesucristo es algo que no se puede ignorar, ya que es una llamada interior que viene de Dios.

Hospital de la Universidad de Washington

8 de febrero de 1956

El padre Spellmann atraviesa la puerta del que será su primer destino, capellán del Hospital de la Universidad de Washington. Aquel vetusto y pequeño edificio de 1877, situado entre las calles NE Pacific y Montlake en Seattle, ha dejado paso a un centro amplio y con instalaciones de vanguardia.

Atrás quedan los dos años del programa de discernimiento en el que, a través de encuentros de oración, formación y convivencia descubrió su vocación o los seis cursos del seminario en los que se dedicó al estudio de filosofía y teología.

Ahora toca proporcionar asesoramiento espiritual ayudando a los pacientes y sus familias a encontrar respuestas a preguntas existenciales, a encontrar significado y propósito en la vida y a fortalecer su fe o creencias religiosas.

6 de febrero de 1957

A pesar de los fuertes dolores y de estar relegado a una silla de ruedas, su colega y amigo Ulam acude, como cada miércoles, a visitarlo. Después de un breve momento de saludos y preocupación, deciden dar un paseo por los jardines del hospital.

Mientras el sol de la tarde ilumina tímidamente el camino, Von Neumann y Ulam hablan de sus cosas habituales: matemáticas, ciencia, política y, por supuesto, anécdotas de sus días pasados. Aunque la enfermedad ha debilitado el cuerpo de Von Neumann, su mente sigue siendo tan aguda como siempre.

Hoy, 10 años después, sigue recordando las últimas palabras que cruzó con él: “mientras el cuerpo aguante siga usted en la Comisión de la Energía Atómica. Pero si tiene pendiente alguna investigación científica importante, una aportación realmente grande, póngase a trabajar en ella ahora mismo”.

Esas palabras resonaban en la mente de Ulam mientras daba vueltas por los jardines del hospital junto a Von Neumann. Aquel paseo tranquilo bajo el sol se convirtió en una especie de despedida sin palabras. Ambos sabían que aquellos momentos juntos podrían ser los últimos.

A pesar de la gravedad de la situación, las risas todavía brotaban entre ellos. A lo largo de los años, habían compartido muchos momentos de alegría y camaradería, pero estos momentos, estos últimos momentos juntos, serían los más preciados.

Ahora, mientras reflexiona sobre aquel día, comprende la profundidad de las palabras de Von Neumann. Aquel paseo, aquellas risas, fueron las últimas que compartirían juntos.

8 de febrero de 1957

A las 8.30 horas, el Dr. Edward Tatum abre la puerta de la habitación 202, después de su visita rutinaria y es en ese momento cuando Spellman, al entrar en la habitación de Von Neumann, intuye que algo no va bien. Le cuesta creer que aquel hombre de mirada penetrante y cerebro ágil apenas pueda moverse y menos hablar.

Recuerda lo mucho que se rió en su encuentro anterior cuando, tras su último accidente de tráfico, le narró la versión de los hechos al policía que lo detuvo: “yo iba avanzando por el camino. Los árboles de la derecha me estaban pasando de manera ordenada a 60 millas por hora. De repente uno de ellos se paró en mi camino”.

Ahora, viendo a Von Neumann postrado en la cama del hospital, Spellman no puede evitar sentir un nudo en el estómago, la realidad de su deterioro físico le golpea con fuerza.

“John”, dice con voz temblorosa, acercándose a la cama. “¿Cómo estás?”

Los ojos de Von Neumann, una vez centelleantes con ingenio y lucidez, ahora están nublados por la enfermedad. Con un esfuerzo evidente, responde con voz débil: “no muy bien”.
El principio del fin acaba de comenzar.

Spellman toma la mano del matemático y procede con el sacramento de la extremaunción mientras observa, lleno de tristeza, la inevitabilidad de lo que está por venir. En ese momento, Von Neumann rompe el silencio con un susurro apenas audible: “si hubiera sabido el destino de la bomba atómica, nunca habría participado en el proyecto”.

Después de expresar su arrepentimiento, un silencio pesado llena la habitación Manteniendo la mano de Von Neumann entre las suyas con ternura, observa cómo el matemático cierra lentamente los ojos, dejando atrás este mundo de números y teoremas.

Nuevo México, 11 años antes

La primera bomba atómica es detonada el 16 de julio de 1945, durante el Proyecto Manhattan en los Estados Unidos. El Proyecto fue nombrado así por la ubicación de sus laboratorios principales en el distrito de Manhattan en la ciudad de Nueva York.

Este ensayo se llevó a cabo en un paraje destinado a pruebas llamado Trinity, cerca de Alamogordo, Nuevo México. La explosión marcó un hito en la historia de la tecnología militar y demostró el enorme poder destructivo de la energía nuclear. Aunque la bomba no fue utilizada en combate hasta un mes después, cuando los Estados Unidos la lanzaron, a las 8:15 horas, sobre la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

El proyecto, financiado con más de 2000 millones de dólares por el gobierno de los Estados Unidos en 1942, estuvo dirigido por un equipo de científicos liderados por el físico teórico estadounidense J. Robert Oppenheimer. El resultado final fue fruto de los esfuerzos de miles de científicos, ingenieros y trabajadores.

Entre esos científicos, hubo algunos matemáticos involucrados…

Los protagonistas

Oppenheimer y Von Neumann

John von Neumann nació en Budapest el 28 de diciembre de 1903, en el seno de una familia judía, aunque no muy practicante. En 1930 se convirtió al catolicismo por motivos personales, asistiendo a misa regularmente y participando en obras de caridad de la iglesia.

Estudió matemáticas en la Universidad de Budapest y obtuvo su doctorado en la de Zurich en 1926 a la edad de 23 años. En la década de 1930, emigró a los Estados Unidos, donde comenzó a trabajar en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Experto en Computación, fue uno de los principales científicos encargados de diseñar el mecanismo de implosión utilizado en la bomba.

La literatura lo describe como un hombre alto y delgado, de unos 1,83 metros de altura y con un peso de alrededor de 68 kilogramos. Cabeza grande, frente prominente y ojos de mirada penetrante. Se decía que su apariencia era un tanto inusual, con una mandíbula fuerte y una nariz grande, pero su aspecto general era bastante distintivo y memorable. También se decía que tenía un aire tranquilo y reservado, y que hablaba con una voz suave y pausada. Además, era conocido por su excelente memoria y capacidad de concentración, lo que le permitía trabajar durante largas horas sin fatiga. En resumen, su apariencia y presencia física eran tan distintivas como su brillantez intelectual.

Falleció el 8 de febrero de 1957 en el Hospital de la Universidad de Washington en Washington D.C. Fue diagnosticado con cáncer de huesos, también conocido como sarcoma de Ewing, en 1955 y recibió tratamiento en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center en Nueva York antes de trasladarse a Washington D.C. para una atención médica adicional. Sin embargo, su condición empeoró y finalmente murió en el Hospital de la Universidad de Washington a la edad de 53 años.

Stalislaw Ulam


Stanislaw Marcin Ulam nació en Lemberg, entonces parte del Imperio austrohúngaro (en la actualidad Leópolis, en Ucrania) un 13 de abril de 1909 y estudió en las universidades de Lviv y de Varsovia. Experto en teoría de grafos y física nuclear, trabajó en el diseño de la bomba y ayudó a desarrollar la idea de la fusión nuclear como una fuente potencial de energía.

Debido a su condición de judío, emigró Estados Unidos en 1939, justo antes de la invasión nazi en su país natal. A pesar de su huida, su familia no tuvo la misma suerte y todos, excepto su hermano, fueron víctimas del Holocausto. 

Intentó alistarse en la aviación americana, pero fue rechazado por sus problemas de visión y continuó trabajando en la universidad hasta 1943, cuando recibió la invitación del físico alemán Hans Bethe para ir a Los Álamos a trabajar en el diseño de la bomba atómica.

Después de la guerra, se convirtió en profesor en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), donde continuó trabajando en problemas de explosiones nucleares y en la teoría de grafos. En 1963, fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencia por sus contribuciones en matemática aplicada.
El motivo de su muerte fue un ataque al corazón, el cual sufrió en su casa en Santa Fe, Nuevo México, Estados Unidos, el 13 de mayo de 1984. A pesar de que fue trasladado al hospital, falleció poco después.


(1) “Un eminente matemático dijo una vez que, si se les da suficiente tiempo, dos monos presionando aleatoriamente teclas en una máquina de escribir seguramente podrían escribir la obra completa de Shakespeare…”

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