“La vida de Pi”, una tesis peligrosa

¿Conocen la historia de la isla Clipperton? Por resumir, diré que este atolón con forma de anillo, de 6 Km2 de superficie, azotado continuamente por tifones y perdido en mitad del Océano Pacífico a 1100 Km de la tierra firme más cercana, fue escenario de un cruento episodio que no sé cómo aún no ha conocido una visión descarnada a cargo de Haneke o Lars von Trier. En 1914, por avatares de la Revolución Mexicana, el barco que surtía de provisiones a los trabajadores del guano que lo habitaban fue hundido. Nadie se acordó de su existencia, así que el abandono y la falta de provisiones provocaron una escalada de locura, enfermedad y violencia que culminó en 1917 cuando el único hombre que quedaba, Victoriano Álvarez, murió asesinado por las mujeres supervivientes a las que previamente había esclavizado en todas las formas imaginables. 4 mujeres y 7 niños vivieron para contarlo. No daré más datos aquí sobre estos escalofriantes sucesos, pero uno se queda de piedra cuando los lee, más aún cuando sabe que son tan reales como el increíble escenario donde se desarrollaron. Existe una novela de la escritora colombiana Laura Restrepo, La Isla de la Pasión, que se adentra en esta fascinante historia.

Así pues, la tesis que propusieron desde el William Golding en El señor de las moscas hasta el Buñuel de El ángel exterminador, la idea hobbesiana de que el hombre sólo conoce el salvajismo y la crueldad para sí cuando se coloca en un contexto donde no sirven de nada las leyes que dicta la compostura, no anda tan lejos de la realida


En la penúltima escena de La vida de Pi, dos funcionarios de la marina japonesa piden al protagonista, que ha aguantado 227 días en el Oceáno Pacífico siendo el único superviviente de un naufragio, que les ofrezca una versión realista de su historia. No creen en la veracidad del relato donde Pi afirma haber sobrevivido en un bote junto a un tigre de Bengala y después de alcanzar y haber huido de una isla de algas flotantes poblada por suricatos. Pi entonces relata que el cocinero del barco, un marinero y su propia madre estaban en realidad en el bote. Sucumbiendo al hambre, el cocinero recurre al brutal asesinato de los otros y al canibalismo. Sólo Pi consigue terminar con vida tras deshacerse de él. Es entonces cuando pregunta a los funcionarios qué versión de la historia prefieren.

Vaya por delante que no he leído la novela de Yann Martel en que se basa la película dirigida por Ang Lee, pero hasta donde sé, la adaptación es fiel y la tesis que presentan, la misma. Pi Patel, de procedencia hindú, abrazó en su infancia tres religiones (hinduismo, cristianismo, islam) y tras superar el bautismo definitivo del naufragio, vive en Canadá dedicado al estudio de otras creencias y en paz con las suyas propias. Cuando cuenta su aventura antepone una afirmación: ‘ésta es una historia que te hará creer en Dios’. El argumento que presenta para defenderla es de las dos versiones. Si no te crees la simbólica fábula del tigre, aún menos podrás creerte la inverosímil historia de los humanos. Y lo mismo pasa con Dios. Gracias a algo presuntamente irreal como su existencia, Pi está sano, está vivo y lleno de fuerza. Pero ése es el gran error de su tesis. Si Pi conociera lo que sucedió en la isla de Clipperton quizás cayera en la cuenta de que su versión brutal de los hechos no sólo es creíble, es incluso veraz y probable. Lo que resulta de ello es que uno puede acabar interpretando su idea de un modo sumamente peligroso, haciendo ver que el creyente prefiere cubrir la realidad de un velo fantástico que le proporciona la supervivencia pero que no deja de ser eso, una forma de evadir esa realidad, la misma en la cual, a pesar de su crudeza, también se puede sobrevivir sin necesidad de adorno alguno. Desde luego, no creo que eso sea lo que quisiera decir Martel.

De hecho, hay un punto anterior de la historia de Pi en que su idea tiene mucha más fuerza. Acostumbrado a la difícil convivencia con Richard Parker, el feroz animal, Pi lo siente como un ser al que teme, que parece no poder entenderlo, pero sin el cual salvarse no sería posible. Pi sólo halla tranquilidad en su travesía porque sabe que Richard Parker sigue ahí. En ese momento, la figura de Dios, simbolizada en el tigre, es mucho más nítida. Dios como ser que está ahí, que en cualquier momento puede arrebatarte la vida y con quien parece no poder alcanzarse un entendimiento mutuo, pero sin el cual no hay modo de seguir a flote. Incluso cuadra en esta metáfora el gesto final de Richard Parker. Una vez llegados a la costa mexicana, al final del periplo, Pi relata con cierta tristeza que el tigre se adentró en la selva sin dedicarle un mínimo gesto de despedida. Podemos pensar que el Dios que tradicionalmente conocemos, una vez salvados jamás nos haría eso. Pero también podemos pensar que lo importante no es lo que Dios haga en ese momento sino el hecho de habernos salvado. Aunque todo esto se deshace en migajas cuando se presenta el desafortunado argumento final.

Además, no queda muy claro qué papel juega en todo esto la isla de los suricatos, ese aparente paraíso al que Pi arriba, donde encuentra tierra y alimento durante el día pero que alberga muerte y miedos durante la noche. Curiosamente, la isla tiene una charca central que es de agua dulce con el sol y de ácido con la luna, como la laguna siempre ácida de la isla Clipperton. Pi descubre gracias a Dios que debe desconfiar de ese lugar y huir de allí. Pero no juega un papel determinante en el desenlace de su aventura.

Hubiera resultado mucho más interesante poder tomarse el relato de Pi como el de aquél que adquirió una creencia desde el respeto que le mostró su entorno (su padre, agnóstico, le invita a confiar en las demostraciones de la ciencia pero nunca se la impone como dogma, dejándole elegir) y que tras una dura prueba la afianzó, antes que como la prueba que debería volvernos hacia Dios, porque ése es el punto donde la tesis, nunca mejor dicho, naufraga.

Lo peor, sin embargo, es pensar que esta idea se nos haya presentado también así en la adaptación cinematográfica, cuando es Ang Lee quien está detrás. Este taiwanés a caballo entre la cultura oriental y la occidental-americana, tradujo a Jane Austen con precisa caligrafía sentimental en Sentido y sensibilidad, destapó las miserias cotidianas de la sociedad estadounidense en La tormenta de hielo (dos años antes de que lo hiciera Sam Mendes en American Beauty), vistió al wuxia de gala en Tigre y Dragón, y sobre todo, legó al cine en general y al del S.XXI en particular dos obras maestras absolutas, Brokeback Mountain y Deseo, peligro. Es por ello que da rabia comprobar que en esta ocasión haya preferido poner antes su pericia al servicio del esteticismo new age kitsch post Avatar, con el 3D como reclamo y principal meta; que al de dar una mejor dimensión al pobre mensaje de base. Porque al final, por loable que sea que en los tiempos que corren se quiera hablar de religión con el corazón abierto y sin caer en demagogias, lo peor que le ocurre a La Vida de Pi es que no hace dudar al creyente de la existencia y necesidad de Dios ni tampoco hace dudar al escéptico de lo contrario.

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15 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Bueno, ya Rousseau, al corregir a Hobbes, hacía la salvedad de que el hombre es de natural bueno “siempre que esté bien alimentado”. Es decir, no se puede pedir a los desgraciados de Clipperton milagros tras la inhumanización que supone no comer, o llegaríamos también a creer en las grandes virtudes de la inanición, lo cual sí que es peligroso…

  2. says: Irene

    Y qué casualidad que aquellos que más firmemente han creído en las virtudes de la inanición han sido los menos dados a discutir el tema de Dios…

  3. says: Óscar S.

    Cierto, Dios también estaba en sus cuerpos humillándolos… (casi no hay mejor manera de creer en Ël que sentirlo como ese vacío, esa debilidad que exige al espíritu reafirmarse en la necesidad de buscar saciedad):

  4. says: Rafael Rincón

    Joven, aférrese a la palabra que sin duda alguna la usa bastante bien. No inflará un globo pero con suerte para otros, completará muy buenos lienzos.

  5. says: Havezethario

    Esta reflexión es muy interesante, aunque no sé si esoy deacuerdo. Me parece que ese mensaje o tesis final puee dar lugar a muchos debates, pero hasta donde he leído entrevistas y escritos de Yann Martel, la cosa no va exactamente por ese camino.

    Efectivamente, en la historia se compara la fe en Dios con “creer en la mejor historia”, pero Yann Martel no propone en ningún momento evadir la realidad. A pesar de que en esta obra se defiende la fe, el mensaje insiste en que la realidad es la realidad y los hechos son los hechos, y la fe debería estar relegada a lo que no vemos, sin cambiar ni evadir la realidad observable.

    Alrededor de todo lo que sabemos, podemos elegir en qué creer… simpre que distingamos ambas cosas y de dónde proceden. Ése es el mensaje de la novela y de la película.

    En cierta entrevista, a Yann Martel le preguntaron sobre qué papel ocupa la fe en su vida, y lo resumió de forma muy sencilla: “Yo elijo creer que la vida tiene sentido. Que no es simplemente química o simplemente casualidad. Así que la fe no es necesariamente una creencia en cosas, es sólo una apertura a creer en algo.”

    La razón consiste en observar la realidad y pensar. ¿Es la fe que reivindica este autor incompatibe con la razón?

  6. says: FEde

    el tigre es como wilson en el naufrago en cuanto a la isla de los suricatos que dice que no sabe que papel juega en la historia esta claro porque es atractivo al espectador no todo es reflexión es necesario para los cineastas hacer dinero y ese es el objetivo principal de la película sino seria gratis saludos

  7. says: jose

    Yo creo que la isla hace referencia como a una especie de paraiso que una persona sin fe aceptaria y se quedaria a vivir alli, porque vivir asi es mas facil, mas comodo, etc.. perouna persona que tiene fe se aparta de ese paraiso y decide seguir su camino hacia la verdad..
    no se si me he explicado bien

  8. says: jordi

    Es evidente que no se ha leído el libro.
    Los comentarios que hace sobre la película son una interpretación donde queda claro que está proyectando su propias ideas o creencias.
    La película no es tan fiel al libro como puede parecer lo que hace que sus interpretaciones se distancien mucho del contenido del texto original.
    Buen intento, léase el libro la próxima vez

  9. says: mary

    hola, me intrigó mcho la historia, sobre todo la parte de la isla que en mi opinión esta relacionada con las mujeres pues tiene forma de una mujer y encuentra la flor de loto de la le hablo su novia antes del zarpar

  10. says: Iris

    El tigre no es Dios propiamente… es más bien su lado salvaje. Dispuesto a matar a la hiena (o al cocinero en realidad) y a comer carne para sobrevivir… un lado de él al que él mismo le tiene miedo al principio pero que luego aprende a vivir con él y sobrellevarlo. Por eso toma su camino cuando llegan a Mexico, ya está en la civilización.

  11. says: Pedro Pedro Déniz

    Aunque no he leído el libro, la película se presta a múltiples interpretaciones, todas ellas influenciadas por la particular creencia de cada espectador. Yo, siendo ateo convencido, no cambiaría absolutamente nada de la película y concretamente su final, la conversación con el periodista, me pareció espectacular, al comparar su historia del tigre con la explicación de la existencia de Dios. Recuerden que en ningún momento Pi dijo cuál de las dos historias era la real.

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