Alberti en el recuerdo

Rafael Alberti vivió una vida muy larga y probablemente fue muchos hombres a la vez pero desde luego nunca dejó de ser un poeta con encanto, leve, vital, jubiloso. Nunca lo abandonó del todo una suerte de ingenuidad, como de mirada de un niño, a pesar de los turbulentos tiempos que le tocó vivir y todos los dilemas vitales con los que tuvo que lidiar o los mundos que se le cayeron encima. Tuve la suerte de cenar con él una noche, en el parador de Almagro, hace ya muchos años.  Lo acompañaba Benjamín Prado y nos contó  muchas cosas, como si nos conociera de toda la vida. Los tiempos de la Residencia de estudiantes, la guerra, su exilio en Argentina o en Italia.  Los amigos perdidos y la necesidad del olvido para seguir viviendo. Su amistad a través del tiempo con Dámaso Alonso. Sus certezas inviolables como un mantra: “soy comunista desde los 24 años”, como una viga maestra no revisable de la que depende la coherencia de un edificio. Pero también: “las contradicciones forman parte de la esencia de la vida” como una escala para escaparse por sorpresa de los lugares demasiado cerrados. O para justificarse algunas cosas y sobrevivir. Lo recuerdo quedándose dormido recitando de memoria a Garcilaso, uno de sus poetas preferidos que decía utilizar para relajarse en momentos de peligro, como la radio que decía que le había salvado la vida…

Todo lo que por ti vi
-la estrella sobre el aprisco,
el carro estival del heno
y el alba del alhelí-,
si me miras, para tí.

Lo que gustaste por mí
-la azúcar del malvavisco,
la menta del mar sereno
y el humo azul del benjuí,
si me miras, para ti.

“El alba del Alhelí”. Prólogo

 

¡Vendo nubes de colores:
las redondas, coloradas,
para endulzar los calores!

¡Vendo los cirros morados
y rosas, las alboradas,
los crepúsculos dorados!

¡El amarillo lucero,
cogido a la verde rama
del celeste duraznero!

¡Vendo la nieve, la llama
y el canto del pregonero!

“El Alba del Alhelí” Pregón

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