Zero Dark Thirty (“La noche mas oscura”)

Esta no es una pelicula sobre la muerte de Bin Laden: es una pelicula sobre la guerra, sobre la realidad de las guerras que se produjeron, que se producen y que se producirán. Sobre los medios que se utilizan en esas guerras y sobre los guerreros, sobre las motivaciones de los distintos tipos de guerreros y sobre lo que la guerra hace con ellos. También es una película sobre las víctimas de las guerras, quizá sobre todos nosotros.

1. Es una película sobre la tortura, sobre su utilización como arma de guerra que parece volverse siempre ineludible. Maya (Jessica Chastain) contempla al detenido. Se la ve afectada, porque la realidad siempre es otra cosa, y huele y mancha. Maya mira y aguanta. El espectador también. Contempla el rostro deformado de un enemigo sin rostro. El enemigo siempre es de otra especie y podemos contemplarlo boquear como a un pez fuera del agua. Sus gritos no son humanos y su sufrimiento se olvida con solo salir al aire libre. Maya aguanta y ante sus súplicas sólo dice: “Puedes ayudarte a ti mismo diciendo la verdad”. La presunción explícita de que la tortura saca la verdad o de que puede sacarla. Hay quien opina que termina siendo una tesis dentro de la película y la justifica. Que la película sugiere que de ese prisionero salió la pista que llevó hasta Bin Laden y no se hubiera conseguido sin la tortura. Hay quien dice que no fue así. Pero el espectador también corre el riesgo de creerlo y se sorprende pronto desensibilizado, incluso comprende lo que cansa torturar, lo duro que es,  el que tras “casi cien tíos” torturados conviene tomarse unas vacaciones, cambiar de aires.

Es inevitable acordarse de lo que el cine aporta a la visión de la tortura, desde las películas de la infancia de romanos, o del oeste o de guerra a series actuales como 24 horas o Homeland, con la que es inevitable no encontrar conexiones. Surgen preguntas. Si el enemigo la utiliza, si el enemigo esta dispuesto a morir ¿cómo no convertirse también en un monstruo para luchar contra el?, ¿acaso no la utilizaron los aliados contra los nazis?, ¿acaso no la han utilizado todos los bandos de todas las guerras en todos los tiempos?, ¿se puede vencer sin utilizarla contra un enemigo que la utiliza? El dilema: el precio de poder y querer ganar una guerra, lo que quizá sólo podrá discutirse en la paz con relatos ya inciertos.  Lo que nunca esta claro del todo. La tentación y el límite de algo digno que casi siempre se pierde en las guerras.

El debate sigue, seguirá abierto.  Algunos dicen que la tortura no sirvió para nada, ni siquiera para cazar a Bin Laden. Otros sonríen y creen que los que están en contra sólo alimentan su buena conciencia, incluso su hipocresía. Los halcones son así. Su tesis: no se gana una guerra con palomas. Y las palomas solo se preocupan de alimentar su buena conciencia. Y queremos ganar las guerras. Aunque creamos que no son del todo nuestras.
 
 
 

 

2. Los agentes de la CIA cuentan con recursos. Con muchos recursos. No sólo dinero y material, también información. Mucha información. Todas las comunicaciones intervenidas y a su servicio. Satélites, cámaras. Los agentes sólo piden y obtienen todo, de cualquier sospechoso. Rutina. También estamos desensibilizados y sabemos que puede ser verdad. Pero da escalofríos imaginar lo que podía haber hecho la Gestapo con esos medios. lo que puede hacer, lo que ya hace, cualquier gobierno autoritario con ellos. El hecho es que si toda la información es accesible por los que tienen el poder, y puede que ya lo sea, las tiranías son de nuevo posibles, con muchos rostros. Incluso con rostros amables como calaveras de diamantes.

La información como arma. Quizá la principal en todas las otras guerras sin sangre donde se persigue el poder o el dinero. Cuando se intenta alcanzar el poder político. No importa lo que se dice, ni siquiera lo que se hace. Ni lo que se sabe. Sólo lo que se es capaz de ocultar. Lo que significa poseer a los medios de comunicación  y jugar con ellos otro tipo de guerra. El caso Murdoch quizá sea algo más que un síntoma aislado.

 

3. Los guerreros. Incluso la gran potencia de Occidente es cada vez más postheróica y  sus guerras las luchan los mercenarios. Pero quedan guerreros de muchos tipos. Con muchas motivaciones. Maya tenía la suya. No es explícita pero se adivina en un horizonte de gritos de las torres gemelas. Quizá también el placer de disfrutar de la cualidad de saber procesar información y ser creativo. Cada vez más, las guerras tienen una mayor parte de videojuego. Y en ellos se encuentra un cierto tipo de disfrute.  Pero siempre hay gente sobre el terreno. Mientras algunos pasean en Central Park, hay otros en la frontera de Pakistán, un territorio cercano al corazón de la tinieblas, como todos los frentes y algunas retaguardias. Tienen motivaciones de todo tipo. Quizá las ideas, el dinero, la personalidad, la venganza, la búsqueda de sensaciones: pero están ahí y hacen lo que hay que hacer. Por ahora tienen medios y utilizan una”táctica” muy elaborada que también saben reconocer en el enemigo. Son profesionales de muy distinto tipo. Muy especializados. Y algunos  muy inteligentes (“Aquí todos somos inteligentes”  dice un personaje cuando otro alaba en Maya esa cualidad).

Surgen más preguntas. ¿Podría permitirse la potencia mundial no tener un ejército o reducirlo al máximo?, ¿gastar ese dinero en otras cosas?. ¿Puede permitírselo un país como el nuestro? Otro debate: el poder del complejo militar- industrial, la pesadilla de la que avisó Eisenhower. Imposible olvidar Irak y sus negocios. Imposible no inquietarse con su poder que no sólo tiene cañones sino también todo lo demás. Bertrand Russell en su Autobiografía medita mucho sobre la virtualidad del pacifismo. También sobre sus paradojas. Otro debate no cerrado, pero sí menos abierto cuando tenemos miedo de que un tren de metro o un autobús pueda estallar en cualquier ciudad, en cualquier momento. Y el miedo termina justificando muchas cosas.

 
El título de la película en castellano no es una traducción del original. Zero Dark Thirty, es el código militar para la hora de ataque a la residencia de Bin Laden: 00:30. También el código utilizado por algunas ramas del ejercito para indicar cualquier hora intempestiva de la madrugada. Kathryn Bigelow da la sensación de solo querer narrar hechos, desnudos, sin moralinas, sin siquiera tonos de color, en todo caso poniendo de manifiesto los riesgos. Lo consigue con una precisión quirúrgica y con una técnica cinematográfica deslumbrante en la mejor tradición del cine clásico americano.  Naomi Wolf  la acusa  en esta carta de justificar la barbarie basada en la raza y le dice: “Como Leni Riefenstahl, eres una gran artista, pero serás recordada como la lacaya de la tortura”.  Probablemente se equivoque. Y sólo será recordada como una gran artista, a secas. Alguien que dejó películas como documentos que permitirán comprender la complejidad, las contradicciones, la crueldad y las virtudes del imperio americano en unos tiempos como éstos.
 
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