En los dos artículos anteriores, he intentado hacer una reflexión sobre la industrialización y su relación con la arquitectura prefabricada, que bien puede servir de prólogo para el análisis de una de las más curiosas viviendas de este género.

Llegada de la ciencia ficción o del cine, la Futuro House fue uno de esos prototipos domésticos sin complejos que querían hacer la vida más fácil a los jóvenes de los 60. Nada en ella se parece a las viviendas que conocemos. Su arquitecto, el finlandés Matti Suuronen, realizó este diseño como una cabina portátil de vacaciones para esquiadores. La idea de holiday home –la casa de vacaciones- contiene el optimismo de toda una generación: deportes, tecnología, tiempo libre, reuniones de amigos. No se puede entender el sentido de este tipo de viviendas, sin relacionarlas con la filosofía de su tiempo, deseosa de liberarse de la seriedad de la década anterior y, sobre todos, abierta de miras.

La Futuro House parece que podría haberse diseñado ayer mismo, porque es la perfecta imagen renderizada de un delirio arquitectónico. Tiene algo de esas formas imposibles de habitar que los programas de 3D han hecho posible; y, claro está, no puede librarse de su condición marciana que le hace difícil pertenecer al mundo real. Su forma de elipsoide en revolución genera un espacio concebido para albergar cómodamente a ocho personas. Las fotografías de época revelan cómo se vivía ese salón transformable -que bien recuerda a los decorados interiores de Star Wars o Star Treck- en los que todo tenía su lugar prefijado.

El material que Suuronen empleó para el exterior es fibra de vidrio reforzada con plástico; algo nuevo, ligero y no muy caro, porque el objetivo era la producción en masa de estas viviendas. La ligereza era, sin duda, la característica fundamental de la Futuro House, ideada con la romántica idea de ser trasladada en helicóptero con sus 16 piezas montadas. He aquí, de nuevo, el deseo de hacer la casa transportable y llevarla de vacaciones, a cualquier parte, como nómadas de la modernidad.

Las fotografías son ciertamente impactantes. Causa una cierta extrañeza su posición elevada o las ventanas elípticas sobresaliendo de la superficie. La escalera de entrada forma parte del armazón principal, con un sistema de apertura igual al de los aviones. Todo gira en torno a un espacio circular principal que posee una distribución prefijada y en el que todo está mecanizado. Los materiales y los colores sicodélicos nos llevan al mundo de la ciencia ficción de los 70. La estética de películas como Fahrenheit 451 (F. Truffaut, 1966) o La naranja mecánica (S. Kubrick, 1971), podrían encajar perfectamente con el estilo de esta vivienda.

Aunque no se sabe exactamente, se cree que se fabricaron alrededor de cien Futuro House entre 1968 y 1978. Se producían en Finlandia y en Estados Unidos, pero acabaron repartidas por todo el mundo. Actualmente muchas están abandonadas, otras en venta. La crisis del petróleo de 1973, hizo demasiado costosa la producción del plástico, así que era difícil obtener beneficios de este tipo de viviendas y el proyecto se detuvo. Pero, ¿dónde están ahora? Hay constancias de varios traslados de Futuro House en Estados Unidos (San Diego) y en Nueva Zelanda, pero no por aire, sino mediante enormes camiones para los que tuvieron que buscar rutas no muy boscosas y fundamentalmente llanas. Hace poco también se encontró una urbanización con este tipo de viviendas en Taiwán. La Futuro House ha llegado a mitificarse tanto que existen en la red listas de lugares en los que hay certeza de encontrarnos alguna, como si fueran vestigios de un tesoro por partes. Y también han aparecido en catálogos de moda, en cómics e incluso en la revista Playboy, como reclamo iconográfico inquietante de un “futuro” que acabara de aterrizar en la Tierra. En esta línea casi de marketing, las Futuro House se transformaron para dar cabida a las más variadas instalaciones: estaciones de radar, escuelas de buceo, stands para los Juegos Olímpicos…etc.

A pesar de su apariencia extraterrestre, no podemos desvincular esta vivienda de la historia de la arquitectura y el diseño en Europa. Entonces, ¿qué tiene la Futuro House de su época? Exteriormente,  nos trae a la memoria los atrevidos dibujos de la Walking city (1964) de Archigram; y su acabado interior es parecido a la archifamosa Bubble Chair de Eero Arnio,  icono de la moda y del diseño, o como cualquiera de las piezas de mobiliario de Joe Colombo. Muchos de estos diseños, sobre todo los de pequeña escala, han acabado convertidos en objetos de culto, quizás porque surgieron en una época de contraste con todo lo anterior. En los años 90 tuvo lugar un repunte de las Futuro House, motivado por diversas exposiciones retrospectivas que dieron pie, incluso, a filmar una película, A new stance for tomorrow (1998), dirigida por Mika Taanila.

Siempre ha habido experimentos acerca de las formas de habitar, reinventando lo que los arquitectos llamamos “programa” de los edificios. La Futuro House quería ser una cabaña de vacaciones, pero nada de ella recuerda ese aire rural de espacio de retiro y descanso, aunque su programa posea todos los ingredientes: una pequeña cocina, un salón con hogar, un aseo mínimo… Un ejemplo totalmente opuesto sería, para hacernos una idea, la Summer House (1953) de Alvar Aalto, con un patio, sauna y una habitación central multiuso. Estas dos casas están separadas por veinte años de diferencia y, exceptuando la movilidad, su objetivo es parecido: ocio y descanso. Sin embargo, la trascendencia de estos dos edificios ha seguido derroteros bien distintos.

Entonces ¿cuál es el “futuro” que preconizaba esta casa con su nombre? Sin duda el propósito revolucionario de hacer una vivienda off-site, ligera y, de algún modo, “para todos los hombres”, se cumplió con creces. Obtuvo licencia de venta en más de cincuenta países y superó la condición de prototipo para su producción en masa. Pero hay algo en la habitabilidad de estos espacios que quizás necesite un proceso generacional de cambio, de ahí los frecuentes fracasos de diseño. Sin embargo, siempre merece la pena el hecho de reflexionar sobre ello y no dejar de hacer realidad utopías para este raro hecho que es vivir.

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