Conviene no olvidar que hay que tener cuidado con meter en casa animales pequeños, alimentarlos con leche y pan, y dejarlos crecer con despreocupación. Sobre todo si saben ronronear, son silenciosos y adivinan los deseos, nunca del todo saciados, o la soledad y la pérdida que siempre acechan al fondo de cualquiera de las caras del éxito. Sobre todo si, como le ocurre a Margot Channing (Bette Davis) el tiempo es ya un dragón que avanza muy deprisa y que amenaza con llevarse todo por delante, justo lo que más se ama, lo que más ha costado conseguir después de tanto tiempo o de algunos fracasos muy dolorosos.
Porque las estrellas simulan ser personajes muy sólidos, casi predestinados para estar allí arriba, donde parecen haber habitado siempre. Pero llegaron de algún sitio, subieron de alguna manera y con muchas dificultades o con mucha suerte y quizá nunca dejan de sentirse vulnerables, con los pies de barro, o con miedo a despertarse cualquier mañana y que todo haya desaparecido. Si se piensa bien, las divas suelen tener un núcleo de fragilidad muy persistente aunque, con frecuencia, se comporten con petulancia o con desdén y puedan convertirse en brujas muy insoportables incluso con algunas de las personas que más las aman o que más les protegen. Como le ocurre a Margot con Birdie (Thelma Ritter) una vieja actriz que conoce los trucos y los peligros de la adulación y siempre dice la verdad sobre lo que ve o sobre los gatitos que aparecen como por casualidad y se hacen imprescindibles sin que nadie se lo haya pedido.
All about Eve es una película sobre muchas cosas. Por supuesto es una película sobre el teatro, sobre la fantasía del Broadway dorado de los años cincuenta, el de Kazan y Lee Strasberg, el de Tennesse Williams, Cliford Oddets y Arthur Milller, el de Katharine Hepburn, Claude Rains y Marlon Brando. Sobre el glamour de los estrenos y los premios Tony; sobre las copas después de la función en bares maravillosos llenos de gente que se imagina tan atractiva e inteligente, con las palabras tan afiladas y ocurrentes, siempre dispuestas a reconocer el talento en cualquier sitio o a perder la vida por buscar una oportunidad mientras suben y bajan, y se critican o se enamoran o fingen que se enamoran o se pierden para siempre después de una mala crítica o un mal día.
Pero sobre todo es una película sobre el éxito o más bien sobre los caminos para conseguirlo en el gran teatro del mundo. Se puede creer (y quizá conviene hacerlo) en un bello cuento de la lechera: si se ama lo que quiere hacer, se tiene talento, se trabaja duramente sin dejarse desalentar por los obstáculos y se está en el lugar adecuado, se conseguirá triunfar. Aunque se parta de muy abajo y no se conozca a nadie, aunque se pase hambre y sed durante un tiempo: al final siempre hay un sitio reservado para cada uno que hace el trayecto.
Sin embargo hay gente que ha visto muchas cosas y que sospecha que a veces se mezclan muchas más circunstancias, algunas bastante oscuras, que suelen estar incluidas en todas las biografías de los que han llegado muy alto. Quizá no les falta el talento, ni la vocación, ni el esfuerzo pero también tienen colmillos muy afilados y son capaces de fingir o de traicionar o de hacer cualquier cosa que les lleve derecho a sus sueños (“El éxito es sólo de las personas despiadadas que saben escalar las montañas de muertos que van dejando atrás” dice un personaje). Aunque ni siquiera los colmillos son seguros. Porque el azar es un dios a veces muy determinante. Y es fácil dejarse muchas cosas esenciales en el camino: “Curiosa ésta vida nuestra… Las cosas que dejas caer en la escalera para subir más deprisa, olvidando que se necesitan cuando estas arriba” dice Margot en un momento.
Navegar en este mundo de reglas tan variables y opacas es la especialidad de Addsison DeWitt (George Sanders). Conoce el juego. Reconoce a los protagonistas, es capaz discernir las flores en el fango, de apreciar los matices de las conductas y de no dejarse impresionar por aparentes moralismos. Da por descontado que todo el mundo hace cosas distintas de las que dice que va a hacer; que las palabras más bellas pueden ser cortinas de humo; que la bondad no garantiza la belleza; que bajo el talento más alto puede ocultarse el corazón más ruin; que nada es lo que parece pero que quizá las cosas no pueden ser de otra manera. Y que en medio de todo eso es donde también se producen las actitudes más valerosas, los espectáculos más valiosos, la estética más alta. Alguien lo acusaría de ser un cínico y no se equivocaría. Pero también se juega el tipo en ese mar lleno de tiburones a los que tiene que alimentar con mucho cuidado. Por eso se fascina por Eva y le pone un espejo para que se mire y se reconozca: “Eres una persona inverosímil Eva, y yo también. Eso tenemos en común. Junto con el desprecio por la humanidad, incapacidad para amar y ser amados, e insaciable ambición y talento.”
El guión y la dirección de Joseph L. Mankiewicz son magistrales, lleno de diálogos que apetece aprender de memoria y que superan los que se producen en la realidad o más bien la recrean de una forma que ayuda a crear un sentido que hace más habitable e ilumina la vida real. Los personajes revelan nuestra propia humanidad, nos hacen pensar qué haríamos en circunstancias parecidas, nos cuestionan las primeras identificaciones, nos ayuda a mirar el escenario del mundo sin demasiada amargura y a navegar en ese mar turbulento donde es tan difícil mantenerse en pie. Donde muchas veces hasta las divas pueden decirse cosas como ésta (las que podemos decirnos nosotros mismos), antes de volver a renacer de sus cenizas:
“Todos me conocen a mí, todo el mundo, yo en cambio no he conseguido conocerme todavía. Soy “Margo”… eso “Margo”… ¿Y eso qué es? Aparte de una palabra en un letrero luminoso, aparte de algo llamado temperamento; que consiste en desmelenarse como una furia y gritar hasta el límite de su voz. Los niños también se comportan igual que yo, se tiran por el suelo y patalean, se emborracharían si pudieran cuando no consiguen lo que quieren, cuando se sienten faltos de apoyo, o de cariño…”
All about Eve (Eva al desnudo, 1950) es una de esas películas que conviene ver periódicamente porque en ella se atesoran ciertas verdades sobre la condición humana que van mutando en cada ocasión, enriqueciendo la mirada o turbándola un poco más. Un refugio para coger fuerza. O para aceptar las derrotas. Antes de continuar caminando sobre el campo de minas.
Tus textos suenan a jazz, ¿me equivoco? Tienen esa cadencia. ¿Has probado a escribir con los Beatles?
Saludos
Gran película que tuve la oportunidad de ver (en una sala de cine) y analizar en una clase de cine durante mi estancia académica en EEUU. Hace poco he visto Todo Sobre mi Madre, de Almodóvar, y las referencias a la película son geniales. Un saludo