Chantaje en Broadway

Cine clásico

A veces vivimos lo que ocurre ahora mismo como si fuera nuevo cuando probablemente todo comenzó hace ya mucho tiempo y se mostró en otras formas que eran lo mismo que ocurre ahora, pequeñas variaciones de los querencias de la naturaleza humana: la ambición, la envidia, la mentira sistemática, la crueldad, el abuso de poder, la corrupción, en definitiva, en todos sus tonos de grises.

Es difícil imaginar una época más justificadamente mitificada y luminosa para el teatro que el Brodway de los 50, donde coincidían autores del talento de Tennessee Williams, de Elia Kazan, o de Arthur Miller con actores legendarios que en muchos caso pasaron al cine como Marlon Brando o Montgomery Clift. Y sin embargo, como ocurre casi siempre, parece que también había otras cosas que influían de forma determinante en el éxito o en el fracaso de aquellos cómicos que no siempre dependía exactamente del talento sino de relaciones y gestiones que a menudo eran sumamente procelosas. 

Clifford Odets un escritor magnífico que conoció bien el ambiente y se vio muy perjudicado por “la caza de brujas”trata de describir algunas en el guión de esta película, el lado oscuro de las luces de candilejas: los columnistas de éxito que utilizaban sus artículos y el inmenso poder que eso les daba para hundir o ensalzar a artistas según sus intereses o gustos y también según las presiones de los asesores de prensa que entraban en un juego peligroso donde a veces los escrúpulos eran lo único que no tenía importancia. El periodismo siempre en el quicio de lo peor y lo mejor en las sociedades abiertas.

Y en medio de eso la integridad de algunos que se jugaban todo sin tener nada, el amor verdadero, las mujeres abnegadas y las fatales con el corazón roto. Y todas las obras maestras que surgieron en ese fango donde los gánsters convivían con los que estaban el la “lista negra” pero conseguían colar guiones extraordinarios que terminaron venciendo el tiempo, creando anticuerpos para lo que siempre volverá a repetirse y donde el coraje siempre será esencial para que vuelva a amanecer (magnífica la secuencia final de la aurora de Nueva York) y sea posible la esperanza. 

Alexander Mackendrick, un director perfeccionista que no se adaptó del todo a las reglas de Hollywood, dirige la película con maestría, en un blanco y negro que contrasta la acción, cuidando cada plano para dar complejidad a las magníficas interpretaciones de Burt Lancaster, Toni Curtís, Susan Harris y la de todos esos actores secundarios que tanto gusta volver a ver, que llenan la pantalla de personajes verosímiles que terminan resultando entrañables aunque hagan papeles de bribones.

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