Fotografías de Guillermo González Granda. La mirada Precisa
Todas las mujeres creemos que hablan de nosotras en “Just Like a Woman”. Todas nos comportamos como mujeres, nos dolemos como mujeres, hacemos el amor como mujeres, y nos rompemos, de repente, como niñas. ¿Y quién no? ¿Cómo no afrontar la vida con la arrogancia del adulto, cómo no quejarse con gravedad, cómo no asumir la responsabilidad del sexo y, al mismo tiempo, cómo no sentir dentro de nosotros la queda indefensión del niño antes de romper a llorar? A partir de un determinado momento, la vida empieza a pasar demasiado rápido como para permitirse la inocencia. Sabemos poco y nos han querido poco, apenas hemos podido amar, y ya ni siquiera sabemos si tendremos tiempo para aprender alguna de estas cosas; llamarse a uno mismo hombre o mujer es darse el derecho a actuar como si eso no importara. Hay que hacer sin entender. Hay que poner a nuestro ego a salvo de los avatares cotidianos, incluso los amantes parecen requerir seguridad y arrojo, en lugar de ofrecerlos, como dones, al amado. Y así no hay manera. Atrapados en la falacia que pone antes lo que debería venir después, escuchamos a Bob Dylan: “she fakes just like a woman”, lamentándonos por la autoimpuesta soledad al ser niños disfrazados de adultos.
Crecer tiene que ser algo distinto. Madurez debería ser reconocer la propia fragilidad antes que ignorarla; quien se toma las cosas en serio sabe que actuar como si eso no importara es una treta para ganar tiempo protegiéndose de una vida que siempre nos va a alcanzar. Pero que esto va en serio, lo dijo el poeta, lo saben aquellos que no son jóvenes sino personas ya hechas, que intuyen el orden de las cosas y que necesitan tiempo para aprender la caricia infinita, el llanto espontáneo, la decisión modesta. Gente tan cabal que se arriesga a conservar luminosamente la inocencia. Llamarse hombre o mujer es una careta que sólo sostienen cobardes y soberbios; cualquiera que se tome las cosas en serio se asombra como un niño, abraza como un niño, y rompe a llorar como un hombre.