Sólo tú vas a poder recrearte en sus bragas

Fotografía Carla Cerati

Las yemas de sus dedos aún guardan el olor de una noche interminable, las pupilas de sus ojos conservan todavía el sabor del tapizado de aquel sofá color granate y perduran en la comisura de sus labios los pensamientos que se callaron. Era una noche como otra cualquiera; una noche llena de incertidumbres, de dudas y de fisuras. Era una noche, para qué engañarnos, atrapada entre las miradas del pasado, consternada por las dudas del presente y temerosa de las respuestas del futuro. Pero la vida, con sus vueltas y manías, dio una tregua al pasado, alzó una bandera blanca y entre los susurros que el viento daba se pudo escuchar un “tranquilo que todo llegará”. Y cuando llegó tenía forma de pasión y desquicio, de locura y sosiego. Llegó para, en un principio, quedarse pues ni las olas más fuertes podrían arrastrarla hacia lo más profundo pues de ahí ya venía.

A veces, y sólo a veces, los días nos ofrecen su mejor cara, la de la satisfacción, la de la sorpresa, la cara que, años después, consigues recordar y te brinda, tímidamente, una sonrisa como pocas has visto. A veces las personas llegan a nosotros para quedarse, colocan su estandarte y dejan pasar los años. Son capaces de aterrizar para permanecer impasibles y ni la peor de las tormentas consigue arrancarlas de nosotros; han arraigado en nuestros pensamientos, caricias y palabras.

I
Tú confías en ella porque ella y sólo ella ha marcado la salida que llevabas tiempo buscando. Confías en ella porque ha articulado con maestría el arte de la paciencia; no creas que fue fácil,  pero ella agitaría hasta al roble más añejo. Ella ha sabido guardar tus secretos en el lugar más seguro; bajo sus bragas. Las negras, las que sólo se pone para ti, las que sacan tu apetito y guardan tus temores. Confías en ella porque la necesidad de enredarte en su pelo es más grande que todo proceso racional. Tú, que estás hecho de películas de John Ford, has marcado una senda entre sus palabras y tus pies porque con ella has aprendido a recrear mundos que bien podrían ser algo mágico. Tú confías y no te queda otra opción, no tienes otro deseo ni otra necesidad. Qué le vamos a hacer. Confías porque el sentido de las agujas del reloj ha perdido todo orden desde que ella ha colmado tus días de esperanzas y ganas. Ganas de todo.

Quieres llenar su cama de posibilidades, quieres llenarla de cuadros y de imágenes porque has comprendido que ella vive en un mundo que nadie puede comprender, ni siquiera tú. Confías porque ha reiventado tus sábanas, tus ganas, tus pasiones. Tú confías porque es ella quien, importándole bien poco la hora, araña, besa, saborea tu piel. La de fuera y la de dentro.

II

Y claro que quieres quererla, quieres que abra sus piernas para darte los buenos días y quieres poesía encima de tu torso. Tú lo quieres todo porque ella simboliza la bandera que siempre quisiste colocar en la cima de la montaña y que nunca pudiste poner. Quieres amarla porque es ella y sólo ella quien representa esa función de teatro que te juraste vivir y por cosas del destino, de la vida, o de vaya uno a saber qué, nunca conseguiste cumplir. Tú quieres amarla porque le echa la cantidad justa de sonrisas al café de tus mañanas, quieres, en definitiva, el cielo por debajo de los pies para poder sentir el imposible de rozar con la punta de la lengua la felicidad.

Cuando se despierta por las mañanas, entre las sábanas que compraste sin saber que ella las aliñaría de promesas, quieres, con las palmas de tus manos, acariciar sus mejillas y decirle que no hay nada más importante que la mirada que deja en tu colchón justo antes de meterse en la ducha. Cuando se tumba en el sofá deseas adjudicarle el papel protagonista, el más importante, el que siempre está y por el que la gente va a ver la película. Tú quieres desearla porque las noches saben mejor ahora que ella es quien coloca el edredón sobre ti para que las dudas y los miedos no te cojan por sorpresa y te inunden el alma de inquietudes. Tú, ya que estamos contando lo que te mueve y remueve por dentro, la amas a pesar del quizá, de ese que rompe a uno en dos y lo cubre de pesadumbre.

Tú sólo quieres un mundo y es el que ella puede ofrecerte y lo quieres porque estás convencido de que lo pintará de colores y te otorgará la alegría que sólo una dama puede ofrecerte. Tú te has convencido de que el horizonte que ella puede pintarte con barra de labios en el espejo de tu baño mientras te duchas es el que anhelas. Y lo sabes con certeza. No dudas, no das un paso atrás sino todo lo contrario; tus pasos se convierten en huellas firmes porque ella te ha enseñado a mirarla con decisión, agarrarle la cintura y decirle que la vida, ahora que ella está, parece más sencilla, más alegre, más, a fin de cuentas, vida. Tú ya no dudas, ya no titubeas ante el futuro -tampoco te interesa-, ya no te escondes de los demonios porque ella ha sabido explotar la burbuja de la pesadilla en la que te encontrabas inmerso.

Ella ha conseguido derrumbar tus muros, ha recogido tus piedras y cortado tu maleza sólo para llegar a tu destino, contemplar el vacío de tu alma y asegurarse de que podía llenar ésta de ilusiones. Y por eso, ahora que ella ha colmado tus días de algo que todavía no sabes qué es, no puedes dejarla escapar. No puedes dejarla escapar porque has conseguido saber que es ella quien tiene las preguntas, quien tiñe las tristezas y quien, resumiendo, adivina tu sonrisa antes de que la dibujes.

III

Tú quieres perdonarla. Quieres perdonarla porque supo traer la primavera a un invierno muy sombrío, cargado de dolores y de heridas. Quieres perdonarla porque reconoces que sin su olor te sientes perdido, sin rumbo ni camino al que atenerte, sin piedras que guardar, sin, a fin de cuentas, nada. Tú has pensado en hacerte trizas sin necesidad de recomponerte porque cuando se te mete el dolor por las entrañas sólo piensas en huir. Pero vuelves. Y vuelves porque ella te ha elevado a lo más alto y ha puesto un colchón debajo por si te caías. Te ha elevado tan alto que sólo piensas en seguir el rumbo marcado que, por otra parte, es el único establecido y el único al que piensas dejarle migas de pan.

Tú quieres sacar todas tus pertenencias de un saco vacío para tirarlas desde lo alto, desde donde estás, desde donde ella te ha llevado. Tú quieres tirar las dudas, los temores, las agonías y las incertidumbres, quieres deshacerte de ellas para hacerle espacio al nuevo presente; al presente que ella, seguro y confiado, ha forjado para ti. Y por eso quieres perdonarla. Porque no se te ocurre una secuencia de imágenes sin que aparezca ella, la única que ha podido derrumbar las puertas de tu castillo -que en realidad no era un castillo sino una enorme casa de color blanco puro llena de formas que no consigues reconocer-; ha podido con los monstruos interiores -que los dragones verdes no existen-, los que te matan poco a poco y alejan la poción que te devuelve a la realidad y, finalmente, ha llegado a ti para decirte que se quedaría.

Y, entonces, tú sólo puedes perdonarla. Sólo debes perdonarle. Sólo necesitas perdonarla. Porque… ¿qué pasaría si dejases escapar el futuro que se cruza ante ti sin avisarte pero que pretende quedarse para demostrarte que la vida no es un maldito libro? ¿Qué pasaría si, por egoísmo, intolerancia o vaya uno a saber qué, decidieras escapar corriendo al primer síntoma de complicación? No. Ella se queda para decirte que los extremos, el blanco y el negro, no te harán feliz. Se queda para hacerte ver que la vida está llena de matices y colores, para enseñarte que ante los errores uno debe de mirar la situación con perspectiva. Que la gente se equivoca, mete la pata, dice palabras a destiempo y calla necesidades. Ella se queda, sin más demora, para hacerte comprender que jamás se irá y que tú, aún con tu volubilidad, debes permanecer sin tomar distancias. Pero que, vaya, si las tomas, seguirá ahí.

Y es que, con el paso de los años, has conseguido labrar un camino que te permite -por fin- llegar a ella y a su café recién hecho; el que ha hecho para los dos. A ti te cuesta salir de entre las sábanas porque es ella quien abraza la almohada y te susurra al oído, sólo como ella sabe, que no te vayas, que te quedes aunque sólo sean cinco minutos más. Es ella tu despertador que se prolonga, que no quiere devolverte a la realidad; no te devuelve y tú se lo agradeces porque la realidad duele, pesa, adormece. Ella te ata los cordones y te anuda los problemas para que no se escapen.

Coño, no le des más vueltas. Tú quieres, debes, necesitas amarla porque ella está basada en todas las narraciones que dibujaste en tu mente y aunque no te deje volver a la realidad ella te ata al suelo para que sientas la dureza del tiempo…y esto es algo que sólo ella puede hacer de una manera sutil y elegante. Te traza amaneceres pero sabe -porque ella sueña más que nadie- cómo puede doler una caída y el arañazo que deja el golpe de modo que no te deja volar en exceso, pero si lo haces, no te preocupes, ella ha guardado la cura, el antídoto, las gasas y las ganas de quererte más cuanto más dolorido estés. Ella te querrá y no puedes remediarlo. Ríndete.

Que ella cortaría hasta el frío de tu pasión.

Para seguir disfrutando de María Karla Barca Marrero
La vida tendría que ser sincera, hiriente y pasional como Larry
No sé bien qué deberíamos tomar. Quizá un whisky con mucho hielo....
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4 Comentarios

  1. says: Raul Dap

    Hola, una persona me ha informado que has usado una fotografía en tu blog. Siento comunicarte que la estás usando sin mi permiso (como autor original), que vulnera también el de la modelo representada porque toda fotografía a una tercera persona va acompañada de unos derechos de imagen cedidos exclusivamente al autor, en este caso yo.
    Además, has eliminado la firma de mi fotografía. La foto original publicada en mi blog está aquí: http://rauldap.tumblr.com/post/67567190499/mery-on-a-selfshot-by-raul-dap-2012-if-you y además no tienes ni el respeto de mencionar la autoría en un pie de foto.
    Ruego elimines ahora mismo la fotografía o procederé a enviar factura, y si no quieres estaré encantado de presentar denuncia por el uso indebido de una imagen y eliminar conscientemente la autoría de dicha imagen.
    Podrá parecerte muy arrogante mi comentario, pero como artista y fotógrafo tengo principios y respeto por la profesión y no voy a reir las gracias de quien no los tiene.

    1. says: Conchi Sánchez

      Buenas tardes Raúl, como ya te hemos comentado desde Facebook, tu foto la tomamos de un blog, areavisual.blogspot.com.es, y tu firma aparece en el pie de foto, que se observa al pasar el ratón por encima. Además, esta misma mañana hemos tuiteado el relato con la autoría de tu foto, como puedes comprobar aún. Insisto en que nuestro respeto por la autoría es máximo y siempre tratamos de darle la máxima difusión al nombre del autor, si lo conocemos. En cualquier caso, lamentamos las molestias y retiramos la imagen del artículo.

  2. says: Ramón González Correales

    Karla

    Este relato es precioso. Posee una memoria erótica y sentimental que viene de muy lejos, con la que conecta de un modo muy natural, con una intensidad que a la vez permite una distancia, una posibilidad de vislumbrar ciertos límites o espejismos o paradojas que siempre estarán ahí.

    Eres una escritora estupenda

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