…Hacer que la imagen grite sin moverla, poder sentirla aunque este físicamente quieta, remover los
cimientos sin colores…eso lo consiguen muy pocos después de un disparo.
Jugando con el blanco y negro, Esteban Leyton nos muerde el reposo, nos inquieta, nos debilita, nos
recuerda,nos vomita la realidad en los ojos, nos escupe la vida para que traguemos saliva, nos hace ocupar
el lugar de otro yo que nos pre-ocupaba según los ratos, nos abre una ventana distinta, nos inyecta rabia,
nos empequeñece, nos habla tejiendo un paisaje conceptual que nunca “es” pero que siempre ocurre…
Esta “patología fotográfica” que encierra una “foto-logía pato-gráfica” (un modo de concebir la
fotografía como un jugar con la luz para “escribir” algo que despierte un sentimiento capaz de afectar el
juicio ) es fruto de un trabajo minucioso, solo posible después de excavar en dolores agudos y sólo
realizable por una mirada inquieta que en su hacer fotográfico nos toca y nos tambalea.
Delante de sus fotografías hay un espectador que burla todo intento de permanecer indiferente, detrás de
la cámara hay unas ganas infinitas de volcar en imágenes golpes visuales irrepetibles que irrumpen
y trafican con los sueños de quien dispara.
Aquel que aprieta el botón, maestro de sombras y luces, es un tipo que ahora vaga por las empedradas
calles de Galicia, que antes paseó su asombro por París y que aun al otro lado del mundo guarda para
siempre su infancia chilena.
Un fotógrafo autodidacta permanentemente inquieto que hoy nos regala un proyecto magistral centrado
en los amargos síntomas de graves dolencias y que mañana, con toda certeza, seguirá disparando la
cámara con el mismo tacto para ofrecernos otra imagen que nos grite.
Les invito a conocer la trayectoria y los diferentes proyectos de este fotógrafo, hágalo “más temprano que
tarde”.
*Esta reseña de Esteban Leyton ha sido escrita por Rocío Alén.