Padecer del corazón

La “angina de pecho” era más que un dolor, era una metáfora de un corazón que fallaba irremisiblemente, que ya no podía soportar los requerimientos de la vida quizá, se pensaba, por los embates que la propia vida le había producido o por la sensibilidad especial del sujeto. Tener un “gran corazón” se convertía ya en peligroso porque cualquier emoción hacia aparecer un dolor que oprimía el pecho y anunciaba la posibilidad de una muerte inminente que ensombrecía la percepción del futuro. “Padecer del corazón”, durante muchísimo tiempo, era algo literal que determinaba la vida y para lo que no se presagiaba tratamiento, lo que daba lugar a todo tipo de especulaciones supersticiosas o a remedios que sólo paliaban el dolor muy provisionalmente pero que no mejoraban la historia natural de la enfermedad.

Sin embargo, ese corazón que nos palpita en el pecho y refleja finamente nuestro tono emocional depende de algo muy elemental para su funcionamiento: la permeabilidad de las arterias coronarias. Se sabía desde hacia mucho tiempo que la angina dependía de una obstrucción progresiva de una o varias de ellas pero no fue hasta 1994 cuando se generaliza la angioplastia con stent para el tratamiento de la cardiopatía isquemica, una técnica inventada unos años antes por un médico argentino, Julio Palmaz, y un ingeniero alemán, Richard Schatz.

Pantallas que siguen el avance de un fiador que se desliza, como un reptil, hasta el trombo, para abrirlo y dejar allí un pequeño muelle, impregnado o no de medicación, para tratar de que la arteria no vuelva a cerrarse. Pura ingeniería al servicio del corazón, lo que lleva a pensar que no estamos tan lejos de esos “ciborgs” de las películas de ciencia ficción.

Pienso en lo que opinarían un médicos de otras generaciones de todo esto mientras observo como han cambiado las expectativas de los enfermos, cómo muchos pueden hacer una vida normal sin la opresión progresiva, que tantas implicaciones psicológicas tenía, a los pocos días de aparecer los síntomas y divago sobre lo que puede suceder en el futuro con otras dolencias que ahora nos abruman. Y lo importante y difícil que es garantizar que estos avances estén al alcance de todos…

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