Durante muchos años ella fue, para un cierto tipo de hombres, el modelo de mujer europea, es decir de mujer francesa, bella por dentro y por fuera, cultivada, libre, con una vida densa, probablemente accidentada pero siempre interesante, que se expresaba en la profundidad de sus ojos o en esa forma de acariciarse la melena o de encender un cigarrillo o de sostener los silencios. Estará ligada siempre a aquella película de Claude Lelouch (“Un hombre y una mujer”, 1966) donde le dieron un Oscar y fascinó en esos planos cortos, rápidos, que expresaban la incertidumbre del amor y su alegría espontánea como la de un perro joven correteando en una playa, en aquella escena memorable.
Anouk Aimée cumplió 72 años ayer, un pretexto estupendo para recordarla y quizá para volver a ver la película o al menos algunos fragmentos …