Escribir un relato puede ser también una forma de pensar sobre algo que no comprendemos del todo y del que nos interesaría saber cosas esenciales o, al menos, tener otras perspectivas que nos permitieran salir  de una visión demasiado cegada por los prejuicios o demasiado limitada por la ignorancia de lo convencional.

Escribir puede ser un proceso de aprendizaje en muchas dimensiones. Utilizar la ficción para intentar descubrir alternativas que parezcan más verdaderas, matices y motivaciones ocultas, posibilidades de acción o de causa a las que buscar virtualidad. Es un juego solitario que siempre pone de manifiesto una tensión entre lo que se necesita saber para atreverse a abordar una historia y lo que todavía se ignora y que sólo puede revelarse en un proceso que nunca se sabe donde y como terminará.

Al final, lo perturbador es que un relato de ficción pone de manifiesto que de continuo estamos estableciendo relatos de la realidad, que nos incluyen, de los que siempre nos faltan muchos datos y que sólo se sostienen por la sensación emocional de verosimilitud que tenemos de ellos. Justo en lo que se sustentan las buenas novelas.

“Todo lo que escribo esta basado en algo que desconozco pero que me gustaría entender. Nunca puedo escribir sobre un asunto si no me parece que contenga muchos interrogantes. Para “La quinta mujer” pensé en la gente que cree que el sistema de justicia ya no es apto para castigar el crimen y me preguntaba por qué cada vez hay más gente que quiere tomarse la justicia por su mano. “

Henning Mankell

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