A veces aparece por algún sitio una canción francesa que quizá se había olvidado o no se había escuchado nunca y que comienza a flotar por el aire como una fragancia muy suave, que al principio pasa desapercibida y poco a poco va creando un optimismo extraño, porque quizá es triste y habla de amores imposibles o la canta una chica con una vida muy dura que sin embargo consiguió triunfar en aquel Paris de los sesenta donde apetecería tanto haber vivido.
Barbara se llamaba Monique Andrée Serf y pertenece a la edad de oro de los cantautores franceses, cuando la canción y la vida estaban tan cerca y parecían tan verdaderas, tan llenas de intensidad y de riesgo, tan frágiles como las noches que se acaban tan rápido y nos dejan tan solos y tan llenos de vida.
Las canciones francesas que iluminan suavemente una mañana de febrero …