La noche dejaba entrever un sugestivo aroma a música. En los alrededores de Apolo se congregaban los seguidores de Los planetas, que tocaban en la sala principal con el cartel de no hay entradas, y los de Nick Cave, que buscaban redondear la semana en la que el australiano ha estado de gira por España, con una velada en la que se presentaba también el libro de Jorge Alonso sobre el magnético cantante. Alli estaba para ello Nacho Vegas, encargado de dirigir la tertulia de su amigo de las largas noches de copas por Gijón. Literatura y acordes se mezclaban de nuevo en una nueva edición del Tinta Sonora. Quizá parte de la leyenda del rock se base en la iconografía creada a partir de la letra impresa, en la historias reales o inventadas que se susurran en los pasillos del backstage, sin las cuales se perdería densidad en el mensaje, en la transgresión.
La sala, iluminada de azul, con el encanto intimista de los bares pequeños, invitaba a la conversación, al colegueo. Nacho Vegas, vestido de negro, la melena larga, el aura de maldito a las espaldas, comenzó mostrando su admiración por Cave, por lo bien que siempre eligió a los músicos en su banda (la Bad Seeds), por la calidad de sus letras. Jorge Alonso reveló que fue su obsesión por el significado de las canciones lo que dio origen al libro, ya que le llevó a plantearse, en una época en la que todavía no se encontraba todo tan fácilmente en Internet, una traducción precisa de todos sus versos cantados. Pero luego se dio cuenta de que tenía demasiadas y que quizá lo interesante fuera un paseo personal entre sus discos. Enseguida, la conversación se dirigió a los frágiles procesos de creación, a la estabilidad emocional y familiar que a veces mella la creatividad de los lobos solitarios acostumbrados a encontrar la chispa adecuada en la noche y el vicio. “Sí, en el disco Nocturana, se le nota” comentó Nacho Vegas. “Venia de un largo paron y se precipitó, fue un disco demasiado rápido” respondió Jorge Alonso.
Los dos habían asistido al concierto del día anterior en Barcelona. Coincidieron en que fue un concierto fantástico, con un Cave en el punto justo, aunque al principio temieron al verle demasiado excesivo, demasiado mesiánico. Nacho Vegas, reivindicativo, enseguida desvió el coloquio hacía el descomunal precio de las entradas: 90 euros por ver a Cave, 150 euros dentro de algunas semanas para hacer lo propio con Bob Dylan en el Festival Jardins de Pedralbes. ¿Se plantearían el sesgo de clase que eso provoca?, ¿cuál debería ser el precio justo?, ¿no se crea así un elitismo cultural en base al dinero y no a la pasión?, ¿no deberían ser más permeables a la realidad social? Las preguntas quedaron sobrevolando el ambiente con cierto fatalismo, como un zarpazo helado en medio de la noche.
Cuenta la leyenda que Nick Cave a finales del siglo XX dejó de ser un ser humano. “Dejo de ser un ser humano para ser Nick Cave” apostillo Jorge Alonso, y pronosticó que la literatura sería su próxima parada, su camino natural: “ahora hace lo que le da la gana y se ha embarcado en una búsqueda de la alta cultura, y la ve más cerca de la literatura que de la música”. Nacho Vegas sonrió irónicamente, rechinando los dientes, como si el concepto de alta cultura le fuera tan ajeno como pretencioso. Recordaron la escena del documental 20.000 días en la Tierra, donde Cave trataba de posar de manera casual en traje y corbata comiendo pizza con sus hijos en una improvisada escena familiar. Quizá un buen ejemplo para constatar el tipo de altura que pretenden los divos una vez alcanzado el olimpo del rock, cuando los pies comienzan a levitar demasiado del suelo.
La noche terminó con las esperadas versiones de Jorge Alonso de alguno de los temas de Nick Cave (Tender Prey, From Her to Eternity,, Murder Ballads o Dig!!! Lazarus Dig!!!) con el improvisado pero estupendo acompañamiento de su Bad Seeds, Igor Paskual y Ramiro Nieto.
Un buen final para una agradable velada.
Dread the passage of Jesús, he will not nevera return…
El libro empieza fantásticamente, las crónicas de Hugo sí deben retornar…