No deja de ser sorprendente lo que, a veces, acompañan los que se sienten solos; el valor que infunden los que nunca dejan de tener miedo; la esperanza que irradian los que nunca han dejado de sentir el sabor de la muerte; la identidad que procuran los que han necesitado viajar mucho y no se sienten exactamente de ninguna parte. Ahora parece que la mejor vida solo puede surgir de una infancia perfecta y de una vida fácil donde todo es juego, caricias y pensamiento positivo. Pero a menudo los que más nos gustan surgieron de infancias oscuras o adolescencias turbulentas que nunca les dejaron dudas del dolor de las heridas que no se curan nunca y por tanto de la dulzura del placer, de la belleza, del sol que ilumina algunas mañanas, de la intimidad del mejor amor.
Leo que Leonard Cohen sintió miedo toda su vida pero el susurro roto de su voz aportaba algunas certezas inmediatas que se deslizaban por debajo de la piel y daban un extraño calor, como si recordarán algo primordial sobre lo que podemos llegar a ser, el eco de otro mundo posible con voces con las que conversar y ser reconocidos, donde pudiera existir una oportunidad para los que buscan sueños que no encuentran o han perdido pie en la vida.
Tuvo la suerte de, tras nacer en una familia de Canadá y comenzar allí una carrera como poeta, aterrizar en el Nueva York de los sesenta donde era posible frecuentar sitios con el Chelsea Hotel donde se acumulaba el talento y era posible conocer a chicas como Janis Joplin, Patti Smith o Joni Mitchell y ser descubierto por un tipo como John Hammon que lo contrató para Columbia Recors y dio aire a una carrera musical que ha durado hasta hace un mes, cuando presentó su último disco You want it darker donde ya presagiaba el final de su vida.
Vivió en muchos sitios: en Grecia donde conoció a uno de sus amores ( la noruega Marianne Ihlen), en Londres, en un monasterio Zen de California. Fue rico y se arruinó por la traición de su agente, Kelly Lynch (al parecer amor de una sola noche), lo que a partir de 2004 estimuló una nueva vuelta a los escenarios que lo terminó de convertir en un mito para distintas generaciones. Admiró a Lorca y le gustaba el flamenco. Trabajó con músicos españoles.
Su voz, sus canciones, contienen la rebelión de los temerosos que no se rinden, la de los lúcidos que saben que no pueden ganar ante la brutalidad de los tiburones o los embates de la vida pero que son capaces de encontrar un lugar en el mundo, espacios de serenidad y libertad entre las dudas, el calor del sol de la alegría o el placer tras la niebla que tan pronto volverá probablemente.
Es quizá un juego del destino que haya muerto cuando acaba de ganar las elecciones alguien como Donald Trump que representa una America tan distinta, justo lo que él ha combatido siempre con la elegancia de su estilo, de sus canciones, con la intuición de que, en el fondo, pertenecía a un fuego inextinguible en el que ahora necesitamos creer. Ese que le llevó a asegurar: “Cualquier sistema que montéis sin nosotros será derribado.“
La libertad, la racionalidad, la honestidad, la intimidad, la música, la cultura, la verdad de los hechos, las palabras, los mundos abiertos y los amores distintos, la solidaridad, la independencia personal. La fuerza frágil e inexpugnable de los temerosos sobre los psicópatas. Siempre el principio de un nuevo retorno. El susurro del mar de los que también construyeron los mejores mundos en los que queremos seguir viviendo. Los motivos para no rendirnos nunca.
Leonard Cohen que nos acompañará siempre …
Te felicito por tu artículo, Ramón, en el que recuerdas a Leonard.
Como dije esta mañana, siempre nos dejan los mejores.
Un saludo,
Livia
https://youtu.be/GHG6dQhjf04
Resulta muy interesante comprobar ahora cuantos éramos los que de manera silenciosa e íntima admirábamos a Cohen y lo hacíamos nuestro, como si fuera un cómplice para expresar nuestras emociones inefables. Incluso sin entender sus letras-poemas-canciones-armonías…
Y da miedo quedarnos sin apoyos como el suyo para viajar por las emociones.
https://youtu.be/MI1A_hDw2aY