Música a duo

Hace unos años comenzamos en esta revista una serie de artículos en torno a la música clásica (o culta, como prefieran), donde nos proponemos convertir a los lectores en oyentes a través de listas centradas en sus diversos ámbitos. Nos adentramos en el mundo de la música de cámara, del concierto y del piano. Aunque el proyecto haya estado en hiato un tiempo, lo recuperamos ahora para completarlo, y lo hacemos dedicando este espacio a un tipo de agrupación que no fue incluida deliberadamente en el artículo sobre cámara: el dúo.

Aunque propiamente dicha la música para dúo es de cámara, tiene sin embargo unas características diferentes a la que implica más instrumentos. Del trío en adelante se necesita un espíritu comunitario que aúne el papel de cada instrumento en una voz conjunta, como si se tratara de una asamblea en busca de un acuerdo que los engloba a todos. Pero el dúo es, en una de sus vertientes, puro diálogo, una alternancia donde cuando uno habla el otro escucha (en este caso, acompaña) y viceversa. La otra vertiente es la destinada a permitir que la obra pensada para un instrumento que carece de polifonía adquiera un carácter completo mediante el apoyo brindado por el soporte armónico de otro instrumento que sí la tiene. La pericia del compositor puede hacer que ese mero apoyo devenga asimismo en una segunda voz con entidad propia que enriquece lo aportado por el instrumento principal y por tanto, la conjunción de ambos.

Martha Argerich y Gidon Kremer

La primera de las dos facetas da sus mejores frutos cuando la pieza está escrita para instrumentos de familia cercana (violín y viola, flauta y clarinete, clarinete y fagot) o para dos idénticos. La segunda, cuando la guitarra, el piano, el bajo continuo o el arpa arropan al instrumento protagonista. Aunque las denominaciones de dúo o divertimento son comunes, la gran estrella de la música para dos es la sonata. Como ente cerrado donde se exponen y desarrollan una serie de ideas musicales interrelacionadas, la sonata es la forma idónea de expresión de un todo compacto, y bajo su paraguas se encuentran casi siempre las obras donde el papel de cada instrumento es más equilibrado. Cuando de lo que se trata es que de que el instrumento principal brille de forma acusada sobre el acompañante, tenemos las romanzas, leyendas, gavottas, danzas, u obras con títulos propios que no responden a ninguna etiqueta.

Durante el periodo barroco fue habitual emparejar el órgano con la trompeta,  la flauta con la guitarra, y el resto de instrumentos (por separado) con la conjunción de clavecín y bajo continuo (técnicamente esto sería un trío, pero clave y continuo actúan como una sola entidad). La aparición del piano arrinconó cualquier otra forma de apareamiento durante el clasicismo y romanticismo, mientras que las corrientes del S.XX, en su afán expansivo e innovador, recuperaron los viejos modelos barrocos a la vez que se desmarcaron con otros que antes hubiesen sido impensables.

Benjamin Britten y Mstilav Rostroovich

Lógicamente, el violín es el instrumento que dispone de más partituras escritas, aunque el poderío sonoro y expresivo del violoncello hizo que muchos compositores escribiesen también habitualmente para él. Al margen de estos dos (acompañados de piano, claro está), el repertorio para otros instrumentos es mucho más limitado, y en el mundo de los conservatorios y las salas de conciertos son frecuentes las adaptaciones de obras para los menos populares. Sin embargo, a lo largo de la historia ha habido varios virtuosos de dichos instrumentos que dieron el salto a la composición para concederles de esta forma la presencia que las grandes plumas no siempre les daban. Algunos de esos grandes nombres aprovechaban a veces la cercanía de tesituras, y componían a la vez y de forma original la misma pieza para dos instrumentos distintos. Es el caso de las Sonatas para violín/flauta de Bach o las de Brahms para clarinete/viola.

Para la lista que completa este artículo se ha pretendido respetar el carácter de originalidad de cada obra, es decir, que fueran pensadas en un principio para sus respectivos instrumentos y no estén adaptadas. Se ha pretendido igualmente que tuviera la mayor variedad tímbrica y estilística posible, sin renunciar a incluir algunas páginas ineludibles. Con ella les dejo, invitándoles como siempre a que continúen por su cuenta explorando otras muchas piezas que no caben aquí.

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