Jean Pierre Vernant: un europeo a la altura de las circunstancias

Muchas cosas suceden por casualidad. Estaba leyendo a ratos “Paris después de la liberación 1944-1949″ de Antony Beevor y en algún momento busque  artículos sobre la Resistencia francesa o más bien sobre el mito que se construyó sobre ella terminada la guerra, cuando había tantas heridas que cerrar y tantas cosas que olvidar para volver a construir otro mundo habitable después del horror.

Lo que me llevó a  “Postguerra“, un libro que también tenía entre manos, donde Tony Judt cuenta con muchos detalles los pormenores y la complejidad de lo que pasó durante y después de la guerra, cómo se trató la cuestión del “colaboracionismo” que, en Francia, muy pronto se vio difícil de definir y mucho más generalizado de lo que convenía al relato oficial que De Gaulle quería construir.  El asunto creaba, además, problemas legales importantes ya que cualquier ley que tratará de combatirlo tenía que tener efectos retroactivos, lo que generaba contradicciones casi desde el punto de partida y, en su aplicación, evidentes injusticias: “Muchos hombres y mujeres eran injustamente señalados y castigados, aunque era mucho mayor aún el número de los que escapaban indemnes al castigo.”, dice Judt.

Vernant y Meyerson
Igualmente no fueron tantos los resistentes ilustres como los que luego dijeron ser, aunque algunos sí lo fueron sin duda. Lo fue Camus del que es una experiencia conmovedora leer sus planteamientos, que quieren fundar algo nuevo y moralmente mejor, desde los editoriales de “Combat”, haciendo equilibrios entre la presión de la ideología circundante y la decencia de un espíritu independiente (“Crónicas 1944-1953” Alianza Editorial) y, desde luego, parece que también lo fue un personaje que no conocía hasta ahora: Jean Pierre Vernant.

Me llama la atención que fue uno de los jefes de la resistencia en Toulouse y en París pero que, según refiere, tuvo tiempo para conversar seriamente con gente como Ignace Meyerson, un psicologo (al que considera uno de sus maestros, junto a Louis Gernet, un historiador) que también estaba allí, luchando de verdad contra los nazis. Aunque me asombra aún más que después de la guerra pasara con naturalidad a dar clase en un instituto y volviera al estudio de los mitos griegos para preparar las grandes obras que comenzaría a publicar a principios en 1962, cuando ya se había distanciado, a tiempo, de otras utopías que resultaron ser devastadoramente totalitarias.

Albert Camus
Leo que hay una frase suya grabada en el puente de Europa que une Estrasburgo y Kehl: “Para ser uno mismo hay que proyectarse en lo que nos es extranjero, prolongarse en ello y por ello. Permanecer encerrados en la propia identidad equivale a perderse y a dejar de ser. Nos conocemos y nos construimos gracias al contacto, el intercambio y el comercio con el otro. El hombre es un puente”.

Siempre nos quedará el París de los europeos como él. Merece la pena dedicar un tiempo a leer una larga entrevista para conocer algunas de sus ideas…

La división Leclerc entrando en Paris
“Mientras las balas de la libertad silban todavía en la ciudad, los cañones de la liberación franquean las puertas de París, entre gritos y flores. En la más bella y cálida de las noches de agosto, el cielo de París mezcla con las estrellas de siempre las balas trazadoras, el humo de los incendios y los cohetes multicolores de la alegría popular. En esta noche sin par acaban cuatro años de una historia monstruosa y de una lucha indecible en los que Francia se enfrentaba con su vergüenza y su furor.

Quienes nunca desesperaron de sí mismos y de su país hallan bajo este cielo su recompensa. Esta noche bien vale un mundo, es la noche de la verdad. La verdad en armas y en combate, la verdad con fuerzas tras haber sido tanto tiempo la verdad de las manos vacías y el pecho descubierto. Ella está dondequiera en esta noche en la que pueblo y cañón braman al mismo tiempo. Es la voz misma de ese pueblo y ese cañón, tiene el rostro triunfante y agotado de los combatientes de la calle, sudorosos y con chirlos. Sí, es la noche de la verdad, y de la única válida, la que permite luchar y vencer.

Paris: la Resistencia
Hace cuatro años unos hombres se irguieron entre los escombros y la desesperación y afirmaron con tranquilidad que nada estaba perdido. Dijeron que era preciso continuar y que las fuerzas del bien podían vencer a las fuerzas del mal a condición de pagar un precio. Pagaron ese precio. Y el preció fue sin duda gravoso, tuvo todo el peso de la sangre y la horrible pesadez de las cárceles. Muchos de esos hombres murieron, otros viven desde hace años entre unos muros ciegos. Era el precio que había que pagar. Pero esos mismos hombres, si pudieran, no nos reprocharían esta terrible y maravillosa alegría que nos llena como una marea.

Porque esta alegría no les es infiel. Los justifica, por el contrario, y dice que tenían razón. Unidos en el mismo sufrimiento durante cuatro años, lo estamos también en la misma ebriedad, nos hemos ganado nuestra solidaridad. Y reconocemos con asombro en esta noche pasmosa que durante cuatro años nunca estuvimos solos. Hemos vivido los años de la fraternidad.

Paris: la Resistencia
Aún nos aguardan duros combates. Pero la paz volverá a esta tierra destripada y a los corazones atormentados por la esperanza y los recuerdos. No se puede vivir siempre de homicidios y violencia. Sonará la hora de la dicha, del cariño justo. Pero esa paz no nos encontrará olvidadizos. Y a algunos de nosotros nunca nos abandonarán el rostro de nuestros hermanos desfigurados por las balas, la gran fraternidad viril de estos años. “. Que nuestros camaradas muertos conserven para sí esta paz que la noche jadeante nos promete y que ellos ya han conquistado. Nuestro combate será el suyo.
Nada les viene dado a los hombres y lo poco que pueden conquistar se paga con muertes injustas. Pero la grandeza del hombre no está en eso. Está en su decisión de sobreponerse a su condición. Y si su condición es injusta, no tiene sino un modo de superarla y es ser justo él. Nuestra verdad de esta noche, la que planea en este cielo de agosto, consiste cabalmente en la consolación del hombre. Y la paz de nuestros corazones está, como lo estaba la de nuestros camaradas muertos, en poder decir ante la victoria recobrada, sin añoranzas ni reivindicaciones: «Hicimos lo que había que hacer».”

ALBERT CAMUS “La noche de la verdad” editorial de “Combat” 25 de Agosto de 1944

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