Pícaros y alcahuetes

Fotografía: Ernesto Bazan

España es la tierra de los pícaros y alcahuetes. En Salamanca triunfaron el pícaro (Lazarillo de Tormes) y la alcahueta (La Celestina) más famosos de la historia. Creamos a partir de personajes callejeros dos mitos literarios de enorme magnitud, que nunca hemos sabido aprovechar. Hubieran sido otros “Quijotes” de haber sabido darles la trascendencia que tenían, en tanto que descripciones literarias de prototipos humanos universales. Pero así somos los españoles, mentes de ingenioso talento y mermada capacidad de esfuerzo.

Un pícaro, o pícara, es una persona que tiene picardía para picar aquí y allá en su provecho, pinches y picadores con habilidad para sacarle punta a la lengua y aligerar los bolsillos ajenos, y todo ello con sutileza y astucia, con gracia y garbo, pero sin demasiado esfuerzo.

 

Fotografía: Ernesto Bazan

Un alcahuete, o alcahueta, es una persona que lleva y trae informaciones, un mensajero que trafica con secretos ajenos, con el fin de desvelar o encubrir una relación amorosa, un negocio, un asunto turbio, que siempre afectan a terceros, dejando el yo y el tú al margen del negocio, con lo cual evitan riesgos.

Ambos son prototipos clásicos, pero también actuales, de comportamientos humanos de dudosa catadura moral, ajenos a los principios éticos y, con frecuencia, claramente ilegales. No hay más que abrir los medios de comunicación y ahí están. Disfrazados de glamour o acorazados tras el poder; disimulados tras cristales tintados de coches de lujo o iluminados por los focos del famoseo; protagonizando telediarios u olvidados en cárceles de lujo.

 

Fotografía: Ernesto Bazan

Los pícaros y alcahuetes clásicos cumplían con sus destinos sociales con orgullo y casi siempre sin grandes daños ajenos. Pero los de ahora, infiltrados en las redes y los máss media, se inmiscuyen en nuestras vidas, nos sacan los cuartos o nos dejan con las vergüenzas al aire. Son picaros que han perdido la gracia del ingenio, alcahuetes que han perdido la sutileza del cuchicheo. Son políticos, periodistas, empresarios, famosos… son dañinos, peligrosos, tóxicos. Piense en un par de ejemplos, quizá un político y un policía, o una ministra y una periodista, o incluso un rey y una corista. Y lo peor es que ni ellos mismos creen serlo, ni nosotros los consideramos como tales, pero los tomamos en serio y sufrimos con sus triquiñuelas y trapicheos.

Luego no queda más remedio que echarlos de nuestras vidas a lo clásico, nada de cárcel ni ostracismo, para librarnos de ellos lo mejor es el destierro.

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