El secreto de la Semana Santa

La Iglesia no es la asamblea de los puros, sino el hospital de los pecadores.

G.K. Chesterton

 

Jesús es el dueño, y principal currante, del bar que hay a la puerta de mi anterior casa. Sales por el portal y justo a la izquierda desciende la rampa de un garaje de motos, inmediatamente después está el bareto de Jesús. No es muy grande, pero cuenta con un cierto fondo para albergar mesas de dar comidas y está aseado y bien iluminado. Conozco poco a Jesús, pero parece ser un hombre modesto, porque no le ha puesto su nombre al local, ni tampoco exhibe fotos dedicadas de su larga amistad con el capitán del equipo del barrio. Lo llevan él y su mujer, Puri, que la pobre viste como un hombre, tiene mirada triste y porta el pelo corto, como en el extremo opuesto de toda coquetería humana. Jesús, en cambio, no carece de un cierto atractivo: luce una abundante panza, la poca pilosidad que le queda es blanca, no es demasiado alto que digamos, pero posee unos ojos azul claro purísimo como los que decían que tenía Kant, y de su voz ahuecada y asmática (parece que habla con la mitad de la voz, como si le saliera de más adentro y le costase abrirse paso hacia el exterior) sólo salen verdades del pueblo y consignas rancias de la televisión. Los parroquianos del bar, al calor de sus copas o de sus botellines, tratan de excitarle para que se moje más en asuntos políticos o de famoseo, pero Jesús es muy consciente de que él está trabajando y los demás desfogándose, así que tras intentar soltar alguna barbaridad con voz tomada desiste del intento y argumenta que a él sólo le interesa finalmente el fútbol. Ya sabe, claro, que todos los políticos son unos ladrones y unos mentirosos, pero eso es de toda la vida y de nada sirve molestarse en repetirlo…

 

 

Yo creo que esa voz de Jesús, que se pronuncia sin prepotencia acerca de las cosas prosaicas de la vida sólo si le preguntas, es la secuela del abuso profesional del tabaco. Todo el santo día en el bar (abre a las siete de la mañana y cierra a las doce de la noche, jornada que debería estar prohibida y que de hecho creo que está prohibida…) dando servicio cobrado a los demás debió ser en su juventud una factoría infatigable de humo. Una tarde le inquirí y, en efecto, antes fumaba, pero Jesús es muy reservado, y no añadió que su hálito precario pudiera deberse a ello. En cambio, cuando le pregunté cómo demonios había conseguido dejarlo, me respondió someramente que no sabía, que suponía que con “ayuda de lo Alto”. No es, ciertamente, una técnica que yo pueda imitar. No depende de chicles, ni de best-sellers ni de terapias de grupo, lo Alto ayuda cuando quiere, y porque es más Alto que Aznar, Rajoy, Putin, Trump, y toda esa patulea de mangantes con corbata a los que sin embargo más nos vale votar. Me sorprendió esa respuesta, lo reconozco: será que yo no consigo quitarme de fumar porque no cuento con ayuda de lo Alto. Lo Alto tiene enchufado a Jesús, pese a que prácticamente vive en su bar, y a mí, que soy un profesor con tiempo libre, me da francamente de lado. La religión es algo como eso, un negocio repugnante para sus ministros togados pero un auxilio importante para la gente sencilla. La religión cristiana, en particular, no es como cualquier otra religión, es el extraño culto a un individuo sanguinolento y desnudo cuyo cuerpo desfallece en el madero de la peor tortura que inflingían los romanos a sus reos políticos. La cruz era mors agravata, muerte con ensañamiento, con recochineo.

 

Alanis Morissette

Quizá por ello la cruz es el símbolo más potente que ha creado el hombre. Ni siquiera la esvástica nazi, que es una obra maestra del diseño por parte de Hitler, puede aspirar a igualársele. La cruz significa sacrificio, mientras que la esvástica sólo significa fuerza. Dios mismo fue muerto con ensañamiento y con recochineo en el potro de tormento más cruel concebido por los romanos, y esa es la tremenda lección en qué consiste la religión católica. Ya se sabe que ortodoxos, musulmanes y judíos entienden que en la cruz sólo murió un profeta, un enviado humano de Dios, pero el catolicismo es esa rama del cristianismo monoteísta tan hiperbólica que cree de verdad (desde el Concilio de Nicea, por decisión del emperador Constantino) que lo que agonizó en el monte Calvario, flanqueado por dos malhechores, fue Dios mismo, la Potencia Absoluta, el Ser Supremo. Si se piensa bien es una idea tan bestial, tan teológicamente desmesurada, que no sólo a continuación se entiende inmediatamente el siniestro show de procesiones y pasos de la Semana Santa española, sino que se entiende también el tremendo poder de seducción que conserva el cristianismo frente al resto de las religiones planetarias. Dios mismo, la Inmensidad, la Sabiduría, la Eternidad, ha sufrido en la forma del Hijo la Pasión y muerto en la Cruz por nosotros: si a alguien, por ateo que sea, esa idea no le pone los pelos de punta es que no la ha asimilado bien, en mi opinión. Otras religiones tienen entre sus mitos dioses sufrientes, prometeos encadenados, justos martirizados, pero ninguno de ellos es, a la vez, tan aterradoramente superior a como lo es con respecto a nosotros el Dios de los cristianos y, sin embargo, tan extrañamente abnegado que se deje matar de esa manera tan arrastrada y humilde. Cuando los indígenas americanos recibían a los misioneros cristianos no se lo podían creer… ¿eso que representáis agonizando en una cruz, ese miserable ajusticiado, es vuestro Dios? Sus propios dioses, gallardos, feroces y orgullosos, parecían mucho más respetables y dignos de temor que esa caricatura, que esa lástima de Dios que sólo es capaz de producir compasión o risa… Por eso digo que ortodoxos, musulmanes o judíos prefieren pensar que sólo fue un profeta el sujeto paciente de tamaña ignominia, que Dios mismo jamás se prestaría a ese drama cruel e inconcebible.

 

G.K. Chesterton, 1935

Es verdad que al otro Jesús, al Jesús del Bar (Eldelbar, como dice el chiste sobre camareros élficos) igual le daría creer en esto que en Zeus portador de la Égida. Él necesita a diario ayuda de lo Alto y la consigue de quien sea, su fe es una fe comodín, que lo mismo valdría para Jesucristo que para Vishnú, siempre que eche una mano cuando se lo requiera. Pero aún así no es lo mismo, quiero insistir. El cristianismo es la religión de los pobres, de los humillados, de los perseguidos, y como dijera el propio Marx, “la religión es el sollozo de una criatura exprimida”. La cultura, en cambio, esa que nos enseña que Jesús, Eldelbar, es un jodío ignorante, es el opio de los desocupados, esos que nunca encuentran dentro de sí o fuera de sí los recursos suficientes como para dejar de fumar, o de alardear, o de acudir a simposios a hartarse de canapés o de coca, o lo que sea. ¿Qué coños de cultura va a tener Jesús, si se pasa el día poniendo tapas (no come los canapés, sino que los sirve) y viendo concursos de preguntas-basura en la tele gigante que ameniza y ensordece sus dominios, cuando no hay gente y el pobre desgraciado se muere de sueño? No obstante, creo que Jesús Eldelbar se siente más reconfortado por Jesús, el pringado de la cruz, que por Zeus o por Vishnú, porque los poderosos de su época también se mofaron de él, y porque tampoco tenía lo que se dice demasiada cultura –es posible que ni siquiera supiera escribir, Dios en Persona en su Hipóstasis Filial, como para llevar las cuentas de un bar… Yo tengo más cultura que Jesús, los dos Jesús, porque me han pagado una carrera y no sé cocinar chipirones ni hacer milagros, pero una vez leí la Ética de Spinoza y en ella el gran filósofo decía que el que se arrepiente de una acción suya es doblemente perverso, primero por hacerlo mal y luego por encontrarlo mal hecho, y pensé que aquel que no halla errores en su pasado de los que arrepentirse es un cretino, aunque sea un gran filósofo, y dejé de leer a Spinoza. No voy tan lejos de conceptualizar mis errores como pecados, eso ya lo ignoro, pero no saberlo es más parte de mi que la arrogancia de un Spinoza, o de un todavía más arrogante Nietzsche, discípulo romántico suyo, y lo que sí sé es que Jesús Elderbar pasaría de ellos, de conocerlos, olímpicamente (tal vez mi problema sea que creo en la grandeza filosófica y cultural de Spinoza y Nietzsche, pero más aún creo en la humildad y la llaneza jubilosa de un San G.K. Chesterton…)

Bueno, pues a lo que quería llegar es que en esto debe consistir el secreto de la Semana Santa. Jesús suele cerrar los domingos y las fiestas de guardar, seguramente por descansar, pero no es imposible que también tenga sus devociones y acuda a la Iglesia a que le den de hostias. Yo no lo haría, pero lo comprendo. Al fin y al cabo, muchos de nosotros necesitaríamos a menudo una manita desde lo Alto…

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4 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    No se valora lo bastante la fortuna de vivir en un país y en un tiempo en que la religión católica parece haber perdido sus colmillos y casi parece algo privadamente decorativo, vagamente reconfortante para algunos oscuros avatares de la vida que le ocurren a la gente sencilla, donde se sospecha que será tan fácil entrar en el reino de los cielos como procesionar por Sevilla con peineta o el pelo engominado y luego tomarse unos rebujitos y unas torrijas antes de irse a una manifestación antisistema o a echar un polvo prematrimonial con la conciencia muy tranquila.

    Uno ya puede deslizarse por el “valle de lágrimas” sin tener que hacer demasiados sacrificios, ni renunciar a lo que más le gusta. Puede coger la parte del relato que más le interese para apalancar o tranquilizar su ego y combinarlo con cualquier cosa que le parezca que haga juego con sus emociones, como un ejercicio de decoración postmoderno, donde no hay reglas y todo combina con todo y la belleza está en la mirada, ya se sabe. Solo basta leer este artículo: https://verne.elpais.com/verne/2018/03/28/articulo/1522233919_158736.html

    En este mundo del humanismo liberal el sentido está en las propias sensaciones y dios existe si creemos que nos ayuda a dejar de fumar o nos consuela más que un libro de Derrida o del pensamiento líquido, lo cual es absolutamente comprensible. Lo malo es cuando la sugestión funciona al revés y deja de responder a las plegarias y nos topamos con el problema del mal sin todos los trucos de la teología. Aunque a menudo los trucos, tampoco los culturales, sirven para nada cuando la cornada del destino es demasiado grande, hay que reconocerlo.

    La Semana Santa es primavera, vida en la calle, olor a calamares y a cosas ricas, familias que se reúnen y estrenan el domingo de ramos. También el eco de lo más oscuro de la peor cara del cristianismo, sobre todo en un país como éste. Esa que no le gustaba Russell y que me recuerda de pronto el telediario mientras me como una torrija. “Somos novios de la muerte” van cantando los legionarios con un Cristo muy oscuro al final de sus brazos. Casi me da un escalofrío. Pero me tranquilizo al saber que solo es una ceremonia de máximo interés cultural según dice la gente de la callea la que entrevistan en caliente. Esperemos que todo eso no renazca y vuelva a conformar la cultura.Aunque los aires y las modas sabemos que son muy cambiantes y retornan una y otra vez.

    Así que me leo otra vez aquello que escribió Savater, “Lo que no creo”, y me alegro de nuevo de que todo se haya descontextualizado un poco, como esas gorras de la URSS que venden en los mercadillos y ya parecen no significar nada. Con lo que significaron hasta hace muy poco. Me gustaría creer en la educación y lo que supondría que el personal internalizara simplemente lo que supone el método “doble ciego” como dice Dawkins (https://www.edge.org/response-detail/11969) Pero con los años ya no estoy muy seguro de casi nada. Y no me parece mal que el incienso coloque los corazones de mucha gente y les de esperanza. Si es que de verdad se la da o al final consiguen dejar de fumar.

  2. says: Óscar S.

    De acuerdo en todo, con unos pocos matices.

    La posmodernidad no significa que no haya reglas, eso es la anarquía. Al contrario, significa que sólo hay reglas de juego, no principios inalterables y presuntamente fundamentados, ni siquiera los principios morales y rígidas de la propia anarquía. A mi me parece bien, igual que a ti, que la cultura occidental se haya relajado, y desde luego no echo de menos en absoluto la teocracia católica. Pero Savater se olvida de una cosa. Con respecto a lo sagrado, aunque sea impersonal, cabe una relación posible que no es la de la plegaria, sino la del acto de gratitud. Chesterton insistía mucho en ello, y también Heidegger jugaba con el parecido en alemán entre Denken -pensar- y Danken -agradecer-. Por impersonal que se quiera, aquello que nos ha formado nos ha dado los rebujitos, los calamares y el sexo prematrimonial, o nos ha capacitado para dárnoslo a nosotros mismos y regalarnos con ello más que a las piedras de Marte. Eso sí, muchos rebujitos sí que proporcionan un adecuado afecto de “doble ciego” como ni Dawkins podría imaginar…

  3. says: Ramón González Correales

    Y sin embargo al final un niño pregunta. Le pregunta por ejemplo al papa. (http://videos.elmundo.es/v/0_3uhqcs7o-el-papa-francisco-consuela-a-un-nino-preocupado-por-el-alma-de-su-padre-ateo?uetv_pl=0&count=0) Y ya se sabe como son los niños, requieren respuestas rápidas y claras. Niños a los que ya al nacer se los habrá bautizado o no, con lo cual ya se habrá decidido algo importante: dejar que los adoctrinen o tratar de educarlos o adoctrinarlos en algo alternativo. Decirles de forma clara si existe algo o no: los dioses, el cielo o el infierno, por ejemplo. “Que luego ellos elijan, yo me lavo las manos, no tengo derecho a influirles”, pueden decir algunos padres. “No importa bautizarlos o que hagan la primera comunión, todo es folklore y regalos, a nosotros también nos bautizaron y mira lo bien que hemos salido” dirán otros. Y sin embargo habría que intentar dar una alternativa, con cierto fundamento, al menos de en lo que no se cree, creando un ámbito de esperanza y seguridad que permita navegar la vida y seguir con la búsqueda . Un ámbito moral legitimado en lo humano y no en un poder trascendental externo si es que no se cree en él.

    Y es que el niño ve la procesión y, por ejemplo, pregunta: “Papá, ¿ese dios existe?, ¿hace milagros?, ¿hay que temerle?, ¿me ayudará a aprobar los exámenes o a que no me metan un penalti?. ¿Hay que hacer todo lo que dice en un libro para ser buenos y no ir al infierno? ¿Debo sufrir para ir al cielo? Si te das cuenta las religiones existentes, lo que incluye a cualquier ideología existente que opere psicológicamente como una religión, pugnan mucho por poder dar estas respuestas a los niños desde su más temprana edad, generalmente combinadas con refuerzos positivos y castigos sociales de todo tipo según los tiempos históricos, con mayor o menor intensidad. Las madrasas, las catequesis, los pioneros, la joven guardia roja, los balillas. Métodos que operan para construir conciencias de manera bastante eficaz al menos en un porcentaje amplio de casos. Y esto ya no es un asunto tan privado como parece.

    Y en esto llegamos a lo que plantea Savater. Es mucho lo que no sabemos del cosmos, de nosotros mismos, de la incertidumbre en la que nos deslizamos. Pero ¿ese cosmos nos ignora o mete las manos aquí en forma de dioses que hablan con intermediarios y establecen reglas, premios y castigos, milagros y salvaciones o condenaciones eternas o incluso decidiendo premiar a alguien con curarle una enfermedad o meter un gol por santiguarse previamente?.

    Ese es el tema y no es baladí porque a nuestro lado hay religiones e ideologías que siguen adoctrinando sin parar e incluso nos etiquetan herejes y amenazan con exterminar a los infieles. Además está la historia y todo lo que pasó (y se impuso y era falso) y la necesidad de los “órdenes imaginarios” para que los humanos cooperemos y para un cierto orden social. Todo muy complejo.

    Pero ¿son todas esas ideas respetables o hay unas menos verdaderas que otras y nada respetables en absoluto? ¿Es posible el debate racional en este ámbito o no debe ni plantearse? Porque hay muchas religiones/ideologías que no se resignan a quedarse en el ámbito privado e incluso exigen no ser cuestionadas públicamente y no todas sus ideas (que además imponen a la fuerza a sus presuntos adeptos) son benignas ni mucho menos. Y están bastante bien organizadas y por eso consiguen parcelas de poder y prohíben, por ejemplo, estudiar la evolución en las escuelas. Por suerte en las sociedades abiertas la religión ha pasado a ser un asunto privado y es el humanismo el referente de sentido desde la ilustración pero esto es algo que evoluciona y el equilibrio de fuerzas puede cambiar como lo ha hecho ya en algunos sitios.

    No sabía de la aseveración de Heidegger sobre lo sagrado como agradecimiento pero o la entiendo mal o me parece un poco iluminada, aunque pueda tomarse así la realidad de existir en el mundo. No todo el mundo tiene motivos que agradecer por hacerlo. Algunas vidas son muy oscuras desde el principio. Solo hace falta darse una vuelta por un hospital infantil o por una favela o pensar en la condición de un albino negro en África. Por desgracia la vida y las posibilidades en ella no son iguales para todos ni todo el tiempo vital. Sobre esto ya escribió Voltaire en “Cándido”. Lo que introduce lo trágico y el problema del mal. También la fragilidad humana y su tendencia a la superstición.

    Aunque ya haya pasado la Semana Santa, pero apareció esa noticia sobre el niño y el papa que me pareció que tenía relación con este tema.

  4. says: Óscar S.

    Sólo sé que si me pasase por el bar de Jesús a exponerle tus razones me sentiría entrometido, pedante y pelmazo con él, por mucho que suenen tan sensatas cuando las discutimos tú y yo por aquí.

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