PRÓLOGO, o mejor PREFACIO, no sé bien cómo titularlo, no es una cuestión de palabras, sino de peripecias vitales.
¿Cómo se denomina a lo que va antes de una peripecia vital? No se dice PRELUDIO, eso seguro que no. No hay nada lúdico en estos casos, como no sea el jugar a prepararse para una nueva vida.
¡Ya sé!, se dice PROEMIO, lo que va antes de empezar a caminar, y antes de entonar la balada de una nueva vida.
También PREÁMBULO, lo que va antes de empezar a deambular.
Caminar, andar, deambular, vagabundear, errar… todos verbos de la primera, y la última.
Nunca pasear, eso no. Ellos nunca pasean, eso es cosa de seres aburridos y acomodados.
Tampoco son PERIPATÉTICOS, eso es cosa de filósofos pijos.
Así pues, convengamos que lo que mejor hace al caso es:
PREÁMBULO o PROEMIO
y como los dos me gustan, os dejo elegir.
EL TÍTULO
También tengo mis dudas. Había pensado en algo duro, serio, contundente:
“LAS UÑAS DE LOS PIES”
Siempre me ha resultado intrigante cuando los veo. ¿Cómo se cortarán las uñas de los pies? ¿Acaso llevan en su morral, ligeros de equipaje, un cortaúñas? ¿O eso es cosa de ricos? ¿Cómo tendrán las uñas de los pies?
No quieras llegar a esa edad, a ese momento de la vida, en el que no aciertes a cortarte las uñas de los pies, y no tener a nadie íntimo que te ayude. Eso me decía mi abuelo viejo y sensato cuando yo era un niño.
Pues sí, pies tienen, y uñas. Pies para sentir el suelo resbaladizo, para doler de frío y estorbar en el espacio angosto de cada noche, o para estirarlos bajo el cielo templado del verano. Pies para qué os quiero… Para volar a ras de suelo… Para merodear y rondar al acecho o buscar recaudo.
Y uñas, largas como grifos, para arañar el suelo y dejar rastro.
¡SOY TAN SOLO UN PEATÓN!
Eso decía el genial Rimbaud, el joven vagamundo que mejor unió poesía y camino en toda la historia…, con permiso de Diógenes y los cínicos, por supuesto. Su vida fue la letra y el ritmo de la inquietud, del desasosiego, del desarraigo. Ir y volver; irse y regresar de nuevo. Marcharse, escaparse, largarse… y tenerle que buscar y devolverle medio muerto. Un no parar quieto, un perpetuo vagabundear, una incontrolable poriomanía. Empezar con inquietud, ilusión y alegría… y al poco venir el dolor, el hambre, el sueño, el cansancio, las caídas, la caridad, la soledad… y volver al calor de la familia. Siempre en la pobreza, pero nunca en la miseria. La pobreza del caminante tiene solución, la miseria no. Nunca caer en la miseria. Eso va contra la dignidad. Y esa nunca hay que perderla. Y pienso que ninguno de los nuestros la ha perdido.
También había pensado en algo cursi, más a tono con los tiempos:
“CON LOS ABRAZOS ABIERTOS”
Pero eso habla de ti, no de ellos. Habla de la solidaridad: de viene de “sol y dar y dar”. Del sol para la tibieza, para el solaz, para el descanso. Y que no te lo quite nadie: Aparta, que me quitas el sol, y ese es sagrado, más que el poder o la riqueza, más que la luna y las estrellas. Dicen que eso le dijo Diógenes a Alejandro, el filósofo cínico al gran emperador macedonio, que, por cierto, tenía vocación de vagabundo y coqueteaba con horizontes de fraternidad y globalidad. Mas, si Alejandro hubiera sido pobre, ¿cómo y dónde hubiera acabado? Posiblemente…
“VAGABUNDEANDO”
De vagar y divagar viene el pensar cogitabundo, que es irregular pero obstinado, desorientado, sin principio ni final, sin reloj, sin pauta. Y a veces viene el gesto furibundo, el de la rabia y la impotencia. Y viene la incomprensión, y el desatino, y el descarrilamiento, y el desacato social, y el miedo, y el rechazo. Es el delirio. La cabeza que te habla: ¡Calla, no me hables más, calla, déjame dormir, o te callas o te enveneno con vino!
“DELIRANDO “
Salirte del surco de la normalidad. Eso significa delirar. Como un caminante errabundo. Ir descarrilado, sin rumbo, hasta que la acera se tuerce en una esquina, en un recoveco, y te tumbas. Y en ese cruce, en ese banco, hay tanto ruido alrededor que se aplaca el grito del delirio. Y aquí te vence el sueño, tumbado.
“TUMBADOS”
Son gentes de otro género, pero también diferentes. Su caminar es hacia adentro, hacia la alcoba sombría, pero su destino es el mismo, es perderse en la soledad derrumbados. Sucede una peripecia vital que desencadena un quiebro en la vida, y luego ya todo es vagar hacia el desasosiego interior y el sobrecogimiento. Yacentes para siempre, en la desolación de un albergue o en la habitación de un hostal inmundo. Lo contrario que los seres errabundos, pero lo mismo. Peripecia, ruptura, desconexión… y búsqueda sin fin, sin encuentro. Vagabundeo interior o exterior, pero siempre desorientado. Hacia… ¿dónde? Hasta… ¿cuándo? Desde un qué y un por qué, a no encontrar un para qué, bajo la…
“INTEMPERIE”.
Bajo la intemperie todos nos sentimos desvalidos, carentes, necesitados.
Pero seamos serios. Esto es un…
“RELICARIO DE CUENTAS INACABADAS”
…de adeudamientos con la vida. Una cuestión de necesidades e intereses. De rendimientos y beneficios. De asuntos sin provecho. Tal vez por eso, esa querencia al cajero. Tan simple y tan elocuente. Es una propensión hacia el lugar más simbólico de la fortuna y del infortunio. El cajero es la puerta del otro mundo. Ese en el que los diógenes y los alejandros se encuentran, pero no se entienden:
- ¡Déjame que estoy durmiendo!
- Pero, si vengo a ayudarte.
- Ya pero no te necesito. Como no tengo nada más que mis escasas necesidades, nada necesito. Y esas pocas, con que me dejes dos euros… Por cierto…
¿NO TENDRÁS UN CORTAÚÑAS?
(Prólogo para un libro sobre las peripecias vitales de 36 personas sintecho de Burgos y sus correspondientes relatores, 36 escritores de Burgos)