Las creencias falsas como dispositivos de compromiso con el grupo

Fotografía Cristina Garcia Rodero

Zhao Gao fue un poderoso hombre ávido de más poder. Un día llevó un ciervo a una reunión con el emperador y muchos oficiales del más alto rango, llamando al ciervo un “gran caballo”. El emperador, que consideraba a Zhao Galo como un maestro confió en él completamente y estuvo de acuerdo en que era un caballo, y muchos oficiales también. Otros, sin embargo, se callaron u objetaron. Así fue como Zhao Gao depuró a sus enemigos. Poco después, asesinó a todos los oficiales que rehusaron llamar caballo al ciervo.

Chinese histories. Wikibooks.

En un mundo en el que unos grupos compiten con otros grupos es lógico esperar que los grupos compitan por conseguir miembros. De la misma manera, también es de esperar que los individuos compitan por la pertenencia a los grupos más grandes y unidos. En el contexto de esta competición, la capacidad de señalar que uno no puede cambiar de grupo puede ser una ventaja estratégica porque los miembros de los grupos preferirán tener aliados leales que gente que puede cambiar de grupo y abandonarlo si las condiciones cambian. Esta idea explica por qué los miembros de ciertos grupos usan cicatrices y marcas más o menos permanentes en el cuerpo para señalar su pertenencia. En la medida en que estas marcas corporales hacen difícil unirse a los grupos rivales sirven muy bien para señalar el compromiso del sujeto con el grupo. Es posible que el apoyo público a ciertos tipos de creencias tenga el mismo efecto que estas marcas. En concreto, mantener determinados tipos de creencias, puede hacer que sólo sea posible la pertenencia a un grupo. Robert Kurzban y  John Christner proponen en un artículo que este planteamiento sirve para explicar la creencia en seres/fenómenos sobrenaturales aunque el mecanismo es aplicable a ciertas creencias falsas en general. Vamos a ver en resumen sus argumentos.

Fotografía Cristina Garcia Rodero

En principio, las creencias verdaderas son útiles y las creencias falsas no deberían serlo. Actuar en base a una creencia que no captura algo real acerca del mundo puede llevarnos a malos resultados. Por ejemplo, si tengo una creencia falsa acerca de lo que puedo comer y actúo en base a ella puedo acabar envenenado o intoxicado. En base a ello, uno podría esperar que las mentes humanas (si no existe alguna fuerza selectiva por alguna razón) deberían estar diseñadas para resistir adoptar falsas creencias. Pero hay razones evolucionistas para que esto no sea así. Una primera excepción se refiere, por ejemplo, a decisiones binarias del tipo escapar o no escapar de una situación cuyo ejemplo más famoso es si escapamos o no cuando oímos un ruido o vemos un movimiento en el bosque. El coste de este tipo de decisiones es asimétrico en el sentido de que el coste de estar equivocado es mucho mayor en los falsos negativos que en los falsos positivos: si yo creo que no hay un tigre tras los matorrales y sí lo hay, estoy muerto mientras que si no lo hay cuando pienso que sí me va a generar un susto pero viviré para contarlo. Esto hace que la mente humana, al igual que los detectores de humo, estén diseñados para estar sesgados o dar preferencia a creencias erróneas, a creer cosas que no son reales porque el diseño de la mente humana se va a inclinar por una tendencia a mantener errores que pueden favorecer la supervivencia.

Fotografía Cristina Garcia Rodero

Existe otro mecanismo selectivo que puede contrarrestar la tendencia que en principio la naturaleza debería tener a evitar la creencia en cosas falsas: que una creencia tenga ventajas sociales. Es decir, si una creencia errónea puede hacer que el individuo tenga un mejor estatus social en su grupo y un mayor prestigio, las ventajas que se derivan de ello pueden compensar los inconvenientes de mantener una creencia errónea. Si mi creencia errónea va a alterar la conducta de los demás hacia mí de una forma ventajosa, evidentemente me compensa tenerla. Si la conducta de los demás en un animal ultrasocial como nosotros es un recurso, lo mismo que la comida el agua o el territorio, y me puede reportar considerables beneficios.

Es relativamente sorprendente la facilidad con la que los humanos tienen creencias en lo sobrenatural, en cosas que de entrada deberíamos pensar que son falsas. Y no sólo es que los seres humanos estén predispuestos a tenerlas sino que están hasta deseosos de hacerlo. Y eso que estas creencias tienen un coste: perder tiempo rezando, construir monumentos a dioses inexistentes, sacrificar animales a dioses en lugar de comérselos, realizar rituales complicados, etc. Así que la pregunta sería: ¿por qué son las creencias en lo sobrenatural tan frecuentes en los seres humanos? Sin entrar en todos los detalles, los estudiosos han dado dos tipos de razones  para las creencias sobrenaturales.

Fotografía Cristina Garcia Rodero

La primera explicación es que son un subproducto de mecanismos diseñados para otra cosa, es decir, la capacidad humana de creer en lo sobrenatural sería un efecto secundario de algo que sí ha sido seleccionado por la selección natural, de la misma manera que el color blanco de los huesos es un efecto secundario de la selección del calcio como elemento para darles consistencia y resistencia. Lo vemos mejor con un ejemplo como la creencia en fantasmas. Por un lado, los fantasmas son personas, o tienen muchas características de las personas, (se mueven, tienen intenciones, etc.) pero a la vez hacen cosas que violan las expectativas acerca de lo que hacen las personas (por ejemplo, atravesar paredes o cosas de ese tipo). Estas violaciones de las expectativas llaman poderosamente la atención y tienden a fijarse en nuestra mente. Es decir, la creencia en fantasmas sería un subproducto de mecanismos de computación de nuestra mente diseñada para hacer inferencias y para centrar la atención en cosas que desafían nuestras expectativas. Kurzban y Christner critican esta explicación porque consideran que explica mejor que se recuerden estas creencias pero no que se mantengan en primera instancia. 

Fotografía Cristina García Rodero

El segundo tipo de argumentos es la visión adaptacionista, es decir, que los mecanismos para creer en cosas sobrenaturales han sido seleccionados directamente porque tienen ventajas. Por ejemplo, creer en un dios que castiga las malas acciones tendría ventajas porque evitaría cometer actos egoístas que habrían llevado a ser castigados por los miembros del grupo. Por ello, los individuos con creencias sobrenaturales acabarían desplazando a los que no las tengan. Un argumento adaptacionista de otro tipo tiene que ver con la emisión de señales a los demás. En el contexto de la religión, el sujeto que soporta los costes impuestos por la religión (daño físico como circuncisión u otros rituales, hacer ayuno, etc.) está mandando señales a los demás de su calidad como el pavo real las manda por medio de su cola. Pero estos argumentos, según Kurzban y Christner, tienen también problemas porque asumir unos costes para entrar en un grupo no quiere decir que el sujeto no puede abandonar el grupo más adelante. Muchos de estos costes se imponen mientras el individuo está en el grupo y se podrían asumir pero luego, a pesar de ello, abandonar el grupo.

Fotografía Cristina García Rodero

Así que Kurzban y Christner creen que hay que buscar explicaciones alternativas y proponen la suya, que las creencias en lo sobrenatural son dispositivos para el compromiso. Ellos parten de la premisa de que la historia humana se ha caracterizado por un baile de alianzas, una creación y ruptura continua de las mismas. Esto no quiere decir que no hayan existido alianzas estables, como las basadas en parentesco, pero basta con la idea de que ha habido volatilidad en las alianzas. También asumen que pertenecer a una alianza es un beneficio y que no ser miembro es un coste. Los individuos que no pertenecen a un grupo estarían expuestos a la explotación al no tener quién les defienda. Un dato que apoya esto es que los humanos derivamos placer de la pertenencia a grupos y dolor cuando somos excluidos de ellos lo que indica que hay sistemas motivacionales trabajando para que nos incluyamos en grupos y evitemos quedarnos fuera (la visión de la autoestima como un sociómetro va en esta línea).

Fotografía Cristina Garcia Rodero

Dadas estas premisas, un parámetro clave que un grupo examinaría a la hora de aceptar un miembro sería su probabilidad de cambiar de bando si es que las cosas se ponen feas o si aparecen oportunidades mejores en otros grupos. Esto sugiere que la capacidad para señalar que uno no quiere -o mejor aún: que uno no puede- cambiar de bando sería muy beneficioso para el individuo porque le haría más valioso para el grupo. Esta idea es un caso específico de un fenómeno más general que consiste en que disminuir las opciones de las que uno mismo dispone puede ser una ventaja siempre que se señale este hecho a los demás (el dilema del secuestrador de Schelling). Como decía al inicio, las marcas, cicatrices o tatuajes corporales cumplen esta función porque es menos probable que el grupo rival acepte a alguien con marcas del grupo enemigo en su seno.

Las creencias son diferentes a las marcas corporales pero Kurzban y Christner dicen que pueden cumplir la misma función. Para empezar, las creencias son invisibles y, en teoría, se pueden cambiar pero generar una creencia en la cabeza de la otra persona puede dar lugar a un compromiso. Un ejemplo puede encontrarse en este artículo sobre las ideas de Robert Frank. Si Albert le cuenta a Bob una información que podría ser desastrosa para él si se conoce (por ejemplo, que mató a una persona), Alfred está asegurándole a Bob que no le va a traicionar porque entonces Bob podría ir a la policía a contarlo. Es decir, transmitir ciertos tipos de información a los demás (por ejemplo información que nos hace vulnerables) puede aumentar la probabilidad de que piensen que uno va a seguir siendo un aliado.

Fotografia Bruce Gilden

Pero vamos por fin al meollo de la postura de Kurzban y Christner. Pascal Boyer dice que hay creencias que hacen imposible la pertenencia de alguien a un grupo. Obsérvense las tres afirmaciones siguientes: Primera: Colón descubrió América en 1215. Segunda: La Tierra es plana. Tercera: Me gusta comer mis propias heces. Mantener las creencias primera y segunda actualmente pueden dar lugar a una evaluación negativa. En general, la gente preferiría miembros en su grupo que no tengan estas creencias. Sin embargo, aunque conociéramos que alguien las mantiene no conduciría probablemente a la exclusión social. Sin embargo, la creencia tercera es muy diferente, la evaluación negativa que suscita es mucho mayor y hace al sujeto que la mantenga incapaz de pertenecer a un grupo, porque nadie le aceptaría. Por lo tanto, para solucionar el problema del compromiso lo que se necesita es mantener una creencia que haga al sujeto incapaz de pertenecer a todos los grupos excepto al grupo al que quiere señalar su lealtad. Muchos grupos religiosos tienen éxito porque las creencias que les hacen distintos son creencias que provocan el ridículo, el aislamiento o la persecución. Con esas creencias no se puede ir a ningún sitio, no se puede salir del grupo. Casi podríamos decir que lo raro de muchas creencias se debe precisamente a este mecanismo. Como creencias más normales o menos extremas las pueden tener otros grupos religiosos, hay que derivar a creencias cada vez más extrañas para poder diferenciarse.

Fotografía Cristina Garcia Rodero

En definitiva, las creencias que impiden que los sujetos pertenezcan a otros grupos son valiosas como señales de compromiso. Muchas creencias sobrenaturales pueden hacer pensar a los que no las comparten que esa persona tiene un trastorno mental. Si las creencias en lo sobrenatural pueden funcionar como marcas de pertenencia entonces sería posible que existan mecanismos de selección para generar y mantener creencias sobrenaturales. Kurzban y Christner se centran en creencias de tipo religioso pero creo que el mecanismo es aplicable a otras creencias no religiosas, creencias conspiranoicas o de otro tipo pueden igualmente señalar el compromiso con cierto grupo.

En este sentido, es muy interesante que los mayores odios se dan entre grupos religiosos relativamente próximos. Uno podría pensar que un grupo  católico sería fieramente antagónico a un grupo hindú pero la historia nos dice que los mayores derramamientos de sangre se han producido por luchas entre sectas o grupos que diferían sólo en un puñado de creencias. Esto puede tener la explicación de que compiten por el mismo mercado pero es congruente con esta explicación de que las creencias están diseñadas para señalar el compromiso con el grupo.

Resumiendo, los mecanismos para dar lugar a creencias sobrenaturales que hacen que su portador sea temido y odiado por otros grupos que no comparten sus creencias están funcionando de la manera para la que han sido diseñados y no son un error de diseño. 






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1 Comentarios

  1. says: Oscar S.

    ¿Y tu último párrafo, en tanto colofón de todo lo antedicho, no es la más sobrenatural de las creencias, la creencia en un cierto y sobrenatural “diseño” que todo lo guía y selecciona, de tal manera hasta los aparentes errores empíricos son en el fondo parte substancial de su designio? Lo llamas “evolución”, lo llamas “selección”, lo llamas “designio”, pero yo te pregunto si los tres términos son algo más que una secularización de la Divina Providencia. Estos Kurzban y Christner (¿cómo hacen para pensar o escribir juntos?) son como los antiguos teólogos que tenían que encontrar las huellas del plan divino, del dedo de Dios -Digitas Dei-, hasta en los rincones tenebrosos en los que parece reinar lo monstruoso, el mal, el pecado. Es lo que Leibniz llamó Teodicea, la justificación de Dios. Ya no creemos en Dios, que poco científico, creemos en el Diseño, la Selección, la Evolución, que tampoco son empíricas, pero que, como Dios, o como la Vernunft hegeliana, son muy recurridas para explicar las aparentes desviaciones empíricas del Plan como partes ocultas, enrevesadas, del propio Plan -sólo que esto no tiene nada que ver con el darwinismo, nada en absoluto…

    Siendo así, dos preguntas:

    -¿Y, por qué no, la realidad positiva de los errores, tan horribles son los errores? Mi organismo, por ejemplo, prefiere los fritos a las verduras, por eso debo enseñarle a disfrutar de las verduras, en vez de esperar a que el Diseño lo haga por mi o esperar a que un escritor americano me explique qué ventajas o beneficios subyacen escondidos a que coma pollo frito aunque me estropee el hígado. Igual me jodo el hígado, pero aumento mi potencia sexual. Pero no quiero copular más a costa de estropearme el hígado, con lo que elijo comer verduras, porque los errores existen, la muerte es real y la libertad humana para sortearla también.

    -Y es que, s hay un Diseño, una Selección o una Evolución metaempíricas, por muy naturales e inmanentes que las quieras… ¿por qué no operan bajo sus condiciones más óptimas desde el principio? ¿Por qué no nacemos ya con las marcas de nuestra tribu, con el detector de tigres, o con el gusto que reconoce lo venenoso (tú mismo lo dices: “las mentes humanas -si no existe alguna fuerza selectiva por alguna razón- deberían estar diseñadas para resistir adoptar falsas creencias”) ¿Para qué, si los errores no son tales en realidad, como concluyes, el “dramático trabajo de lo negativo”, que decía Hegel, es decir, por qué tantos pobres antepasados se han envenenado (ya se sabe, por cierto, que todas las setas del mundo se pueden comer al menos una vez…), o se los han comido los tigres, o los han ejecutado por traidores?… ¡¡¿Por qué, Diseño, por qué, en beneficio de qué andas tú tan afanado diseñando beneficios y ventajas indirectas para tus criaturas si luego sin embargo acabas matándolas cruelmente?!! (¿O es que acaso que no se puede preguntar por el beneficio propio del Gran Beneficiador?…)

    En resumidas cuentas: vaya con el Diseño, qué caprichoso es: él tiende a mejorar todo y a todos, pero no sin poner obstáculos absurdos en el camino, tal vez para hacer más entretenido el espectáculo… (me parece que toda Teodicea termina en estas paradojas, no sé qué piensas tú…)

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