Mario Bunge: necro-Lógica

Para sopesar la influencia de una figura como la de Mario Bunge, que hoy nos ha dejado a la edad de 100 años (un número redondo y de aspecto binario tenía que ser) y no de coronavirus, haría falta ser un estudioso de la filosofía riguroso, alguien que se quema las cejas en una biblioteca varias horas seguidas al día, y no un patoso aficionado repleto de filias y fobias como el que esto suscribe. Pero vamos a pasar esto por alto por unos minutos, a fin de darle a la noticia la relevancia que se merece.

Cuando yo pululaba por la facultad, Bunge era muy mencionado, pero me parece que nada o escasamente leído. Interesaba, sobre todo, a los buenistas, a quienes otro escolasticismo cientificista y materialista en vigor les venía muy bien para afilar las armas del suyo propio. Pero, en general, por entonces no se estilaba la confianza férrea en el método científico como panacea de la humanidad, ya sea porque se era más bien afrancesado, y lo que más se temía en el mundo era a la ciencia como discurso represivo o distractivo en manos del poder de turno (ejemplo fácil: si te va mal en la vida no cambies la vida, ni sospeches de la organización social: tómate esta pastilla diaria y dale esta otra a tu hijo por si acaso), o ya sea, como era mi caso, porque se era pluralista y se entendía que la ciencia es una maravilla, pero que no hay Método, sino métodos… (ejemplo obvio: en Física conviven desde hace un siglo dos aparatos conceptuales inconmensurables, y nada podrá impedir que en futuro cercano aparezca un tercero). Mario Bunge, por tanto, estaba un poco fuera de onda, era como un clásico del positivismo actual conforme a la definición chestertoniana de clásico, es decir, ese tipo de autores a los que todos citan pero nadie conoce de verdad.

Sin embargo, Bunge sí era un filósofo más interesante de lo que pensábamos aquellos que entonces profesábamos la frase de Nietzsche, esa que dice que no hay nada más deshonesto que la voluntad de sistema. Bunge no sólo era sistemático en su manera de organizar su concepción del conocimiento científico, bien ordenado escalonadamente desde la Gnoseología hasta la Ética, sino que además profesaba la Teoría de Sistemas, que es una de las creaciones más extraordinarias del pensamiento contemporáneo. Desde ese marco, o cuadricula, establecida por él mismo, encontraba elementos para juzgar la Física -cuántica y relativista, recelando de la Teoría de Cuerdas que pretende unirlas-, la Biología -cultivaba un emergentismo con el que yo personalmente estoy muy de acuerdo-, la Medicina –que abordaba también sistémicamente, lo cual sería de agradecer entre los médicos-, y luego, además, todas las humanidades una por una y sin dejarse en el tintero ni a la propia Filosofía, de la que tenía la más baja y a la vez más alta opinión porque no la entendía demasiado.

Bunge podía en cierto modo permitirse toda esta versatilidad de juicios, matices y opiniones casi enciclopédicos, porque era doctorado en Física y Matemáticas y a la vez daba clases de todo, finalizando en sus últimos años de profesor impartiendo Lógica -de ahí mí tonto título- y Metafísica. Si a eso le añadimos que era argentino, y sin embargo abominaba del Psicoanálisis como una pseudo-ciencia, del existencialismo francés (al que identificaba erróneamente con Heidegger) como un aspaviento teatral y luctuoso, y del marxismo como dogmática en vez de como proyecto teórico en curso, mi admiración no conoce límites y casi le podría calificar del Leibniz del s. XX (de hecho, según acabo de ver en Wikipedia, defendió la posición relativista del espacio y el tiempo de Aristóteles y Leibniz frente a Newton y los suyos posteriores y anteriores, que ya era hora de que fuese reivindicada por alguien de su peso, pero fue leibniciano también en el sentido de ese afán fáustico de abarcar todos los temas y luchar especulativamente en todos los frentes de su tiempo…)

La vida teórica puede ser una gran vida, una auténtica vidorra, además de ser casi divina como opinaba Aristóteles. Bunge recomendaba el hedonismo, pero no el hedonismo de los “chanchos”. Vive y deja vivir podría resumir su ética, que es la ética de alguien que únicamente buscaba comodidad para seguir pensando. A los 94 años dijo: “Me quedan muchos problemas por resolver, no tengo tiempo de morirme”. Si el Fedón de Platón decía la verdad, ahora debe estar en el Hades discutiéndolos plácidamente con Sócrates, Frege, Einstein, Schrödinger y Margulis, por ejemplo… (con Bueno también, espero, pero a ese no había quién le convenciera de nada, y para colmo lo tenía muy a gala:

Mario Bunge entrevista jotdown

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